Se siente viejo... ¡Cuidado!
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Una de las cosas que usted tiene que vigilar, quizás con más atención que el peso, los ingresos económicos y los líos del mundo, es su actitud ante la edad, sobre todo ante la tercera edad. Pasa usted de los sesenta o está llegando allí y ya se siente viejo, cansado, acabado... ¡Cuidado! No malogre lo que le queda de vida con una sicología de "viejo". No diga: "Ya estoy viejo", "no sirvo para nada". Viejo se pone el carro, un mueble, el pantalón, los zapatos. Esas son cosas que se deterioran y cuando no sirven, se "tiran" y se acabó. Pero usted no es una cosa. Usted es una persona: espíritu, alma y cuerpo.
Es normal que venga el desgaste físico al paso de los años. Ya no puede correr como cuando tenía 20 años. Ni quizás levantar los pesos como hace treinta años. Pero es porque su organismo físico tiene una limitación en el tiempo y el desgaste es normal. Pero su espíritu, su alma son eternamente jóvenes. No hay desgaste. Son realidades espirituales que no pueden ser golpeadas por el tiempo ni por el espacio. En ellas se refleja con más pureza la grandeza y eternidad de Dios, de quien provenimos. Somos hechos a imagen y semejanza de Él. Y con el alma joven, con el espíritu siempre recién hecho, usted puede reír, cantar, hablar y pensar positivamente; amar, perdonar, jugar, sentir, vibrar, apreciar lo hermoso de la vida y sentirse y ser joven siempre, con sus ochenta o noventa años. O sus cincuenta, porque algunos tristemente creen que llegar allí es prepararse para la decadencia. No hay decadencia en el ser humano. No existe eso en lo profundo del ser, allí donde está nuestro yo interior. El alma puede ser siempre vigorosa, firme, ágil, liviana, lúcida, iluminada, despierta, feliz. Usted puede experimentar el desgaste físico, pero mantenerse siempre así: joven y lleno de vida
Pero si usted se acompleja, si compara su rostro con ciertas arrugas con el de ese joven o aquella muchacha, si está siempre lamentándose: "Si tuviera veinte años de nuevo"... Si está añorando tiempos idos, si está arrinconándose, si le da pena decir la edad, si está siempre expresando que es un viejo, que ya no hay nada que hacer, está desperdiciando una época de su vida que podría ser maravillosa, porque su alma no envejece. Su alma no se desgasta.
Hoy le aconsejamos a usted. Entre en contacto con el Dios de la vida, con Jesús Nuestro Señor. Él quiere darle vida en abundancia. Renovar su alma, hacerle nacer de nuevo, rejuvenecer su vida y hacerle sonreír. Él puede transformarlo y hacerle ver su realidad más profunda: que usted siempre es joven, porque su alma, su espíritu están hechos a imagen y semejanza de Dios. Y no se olvide... ¡CON DIOS, SOMOS INVENCIBLES!
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