Publicado: 28 de septiembre de 2020 08:46 p.m.PDT
¡Cuán esbelto eres, Arcángel San Miguel, bajo tu armadura celestial, dando gloria al Señor cuyo enemigo has destruido! Tu mirada humilde y ardiente se dirige hacia el trono del Señor, cuyos derechos has sostenido, y que te ha concedido la victoria. Tu grito sublime:¿Quién como Dios? ha electrizado a las legiones fieles, y se ha hecho tu nombre y tu corona. Por una eternidad sin fin, nos recordará tu fidelidad y tu triunfo sobre el Dragón. En el entretanto, descansamos bajo tu protección.
Ángel guardián de la santa Iglesia, ha llegado el momento de desplegar todo el vigor de tu brazo. Satanás amenaza, en su furia, a la noble Esposa de tu Señor; haz brillar los fulgores de tu espada, y húndela sobre este implacable enemigo y sus afrentosas cohortes. El reino de Dios está quebrantado hasta en sus fundamentos... ¿Estamos en vísperas de que se declare el reino del hombre de pecado? ¿Nos acercamos a ese último día en que, a los pies del Juez soberano y sobre los despojos de este mundo culpable, tú deberás cumplir el temible ministerio de separar para siempre a los cabritos de las ovejas? Pero si la tierra debe sobrevivir aún, si los destinos de la Iglesia todavía no se han cumplido, ¿no ha llegado ya el tiempo, oh poderoso Arcángel, de que hagas sentir al Dragón infernal que no se ultraja impunemente sobre la tierra al que la ha creado, al que la ha rescatado, y que se llama Rey de reyes, Señor de señores? El torrente del error y del mal no cesa de arrastrar hacia el abismo a la generación seducida; sálvala, glorioso Arcángel, disipando las negras confabulaciones que la amenazan.
Tú eres, oh Miguel, el protector de nuestras almas en el momento de su paso del tiempo a la eternidad. Durante nuestra vida, tu mirada nos sigue, tu oído nos escucha. Por más que tu esplendor nos deje deslumbrados, no por ello dejamos de amarte, oh Príncipe inmortal, y vivimos felices y confiados a la sombra de tus alas. Pronto llegará el día en que, en presencia de nuestros restos in-animados, la santa Iglesia, nuestra madre, pedirá por nosotros al Señor para que no caigamos en las fauces del león infernal, y para que tus manos poderosas nos reciban y nos presenten a la luz eterna. Mientras aguardamos ese momento solemne, vela sobre tus fieles, ¡oh Arcángel!, enséñanos a repetir en pos de ti: Quis ut Deus? El honor de Dios, la convicción de sus derechos, la obligación de permanecerle fieles, de servirlo, de confesarlo en todo tiempo y en todo lugar: tal es el escudo de nuestra debilidad, la armadura bajo la cual venceremos, así como tú has vencido. Pero necesitamos algo de ese coraje varonil que tú has bebido en el amor que llena tu interior. Haznos, pues, amar a nuestro común Señor, ¡oh Arcángel!, porque entonces seremos invencibles como tú. El Dragón no sabe resistir a la creatura que está apasionada por el amor del Dios todopoderoso; ante ella, huye vergonzosamente.
El Señor te ha creado, oh Miguel, y tú has amado en Él a tu Creador; a nosotros no sólo nos ha creado sino que también nos ha rescatado, y nos ha rescatado con su sangre: ¿cuál deberá ser, pues, nuestro amor para con Él? Fortifica este amor en nuestros corazones; y puesto que combatimos en tu milicia, dirígenos, llénanos de fervor, sosténnos con tu mirada, y detén los golpes de nuestro enemigo. Tú estarás presente, lo esperamos, en nuestra última hora, ¡oh portaestandarte de salvación! En cambio de nuestra fiel devoción hacia ti, dígnate hacer la guardia junto a nuestro le-cho y cubrirlo con tu escudo. Si el Dragón ve resplandecer tu es-pada, no se animará a acercarse hasta nosotros. Al salir de su cuerpo, pueda nuestra alma lanzarse perdidamente en tus brazos. No la abandones, santo Arcángel, cuando se aprete contra ti; llévala al pie del tribunal de Dios, cúbrela con tus alas, apacigua sus temores, y dígnese el Señor, tu dueño, darte la orden de transportarla prontamente a la región de las alegrías eternas.
Oración a San Miguel Arcángel. De Dom Prosper Guéranger, Citada por el Padre Sáenz, San Miguel Arcangel de Dios. Buenos Aires. Vórtice. 2015, 42-43
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