sábado, 5 de septiembre de 2020

Amar y perdonar para ganar a un hermano


Templo de San Francisco - Celaya, Gto.

¡Buenos días, gente buena!

XXIII Domingo Ordinario A

Evangelio

Mateo 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.

Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.

Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.

Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos».

Palabra del Señor

Amar y perdonar para ganar a un hermano


El perdón no es una emoción, es una decisión. No aparece como algo de improviso, sino como un proceso. La apariencia escandalosa del perdón, eso que va contra todos nuestros instintos, está en el hecho de que es la víctima quien debe convertirse, no el que ha ofendido, sino quien ha sufrido la ofensa. Difícil, sin embargo, el Evangelio asegura que es una posibilidad ofrecida al hombre, para un futuro sanado. El perdón es la decreación del mal. Porque restablece incesantemente el tejido lastimado de nuestras relaciones.

Jesús señala un proceso de cinco pasos. El primero es el más exigente: tú puedes intervenir en la vida de otro y tocarlo en lo íntimo, no en el nombre de un rol o de una presunta verdad, sino solo si ha hecho carne y sangre en ti la palabra hermano, como afirma Jesús: si tu hermano peca… solo la fraternidad verdadera legitima el diálogo. El que es verdadero: no el político, donde se miden las fuerzas, sino el evangélico, en el que se miden las sinceridades.

El segundo momento: después de haber preguntado al corazón, tú ve y habla, da el primer paso, no te cierres en un silencio hostil, no te hagas el ofendido, comienza tú a restablecer la relación. Lejos de las escenas, en el corazón de la vida, todo comienza del ladrillito elemental de toda la realidad, la relación tú – yo.

Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Palabra estupenda: Ganar un hermano. El hermano, es una ganancia, un tesoro para ti y para el mundo. Invertir en fraternidad es la única política económica que produce verdadero crecimiento.

Luego los otros pasos: toma contigo una o dos personas, o finalmente, habla con la comunidad. Y si no te escucha, sea para ti como el pagano o el publicano. ¿Un excluido, un descartado? No, con él te comportarás como ha hecho Jesús, que se sienta a la mesa con los publicanos para anunciar la buena noticia de la ternura de un Dios inclinado sobre cada uno de sus hijos.

Todo lo que aten o desaten en la tierra quedará así en el cielo. Jesús no habla como jurista, nunca lo hace. El poder de perdonar el mal no es el poder jurídico de la absolución, es el poder de convertirse en una presencia trasfigurante hasta en las experiencias más escuálidas, más impuras, más alteradas del hombre. Es el poder dado a todos los hermanos de convertirse en presencia que decrea el mal, con gestos que vienen de Dios: perdonar a los enemigos, trasfigurar el dolor, identificarse con el prójimo: es la eternidad que se insinúa en el instante. Si pues: lo que desaten, como él ha desatado a Lázaro de los vendajes de la muerte; lo que aten, como él ha ligado a sí hombres y mujeres; lo que desaten tendrá libertad por siempre, lo que aten tendrá comunión por siempre.

¡Feliz Domingo

¡Paz y Bien!

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