"Vivid con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación,
considerando que habéis sido rescatados
de vuestro vano vivir no con plata y oro, corruptibles,
sino con la Sangre Preciosa de Cristo,
como cordero sin defecto ni mancha!"
(I Carta de San Pedro, cap, 1, vers, 17-19)
El Corazón de Jesús ha hecho que circulase por sus miembros esta Sangre adorable; y por eso, el Evangelio de hoy nos hace presenciar la escena que se desarrolló en el Calvario, al ser atravesado el pecho del Divino Crucificado por la lanza, derramando enseguida Sangre y agua; se ha significado con ello la unión de los dos testimonios que el Espíritu Santo dio al Mesías al ser Éste bautizado en las aguas del río Jordán, y al ser bautizado con Su propia Sangre en la Cruz.
La historia de la Devoción a la Preciosa Sangre de Nuestro Señor es la misma Historia de la Santa Iglesia Católica, porque Nuestro Señor, con el derramamiento de Su Bendita Sangre, desde la flagelación hasta la inmolación en la Cruz, nos ha redimido de nuestros pecados; en esta necesaria devoción se condensa la Predicación del Evangelio y la administración de los Sacramentos, especialmente en la confesión sacramental, donde místicamente, vuelve a rociarnos con esa Preciosa Sangre para lavarnos de la inmundicia del pecado
Los Santos Padres fueron devotísimos de la Preciosa Sangre, como San Juan Crisóstomo en Oriente y San Agustín en Occidente. Entre las Santas, las revelaciones de Santa Gertrudis están llenas de las palabras más dulces y profundas acerca de la Preciosa Sangre.
La Devoción de la Preciosa Sangre es inseparable del Santo Sacrificio de la Misa, donde Nuestro Señor se hace presente en el Altar con Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad por medio de las palabras de la Consagración; sería ideal que todo buen católico, en el momento de la elevación del Cáliz, rogase para sí y para los suyos, ser lavados en esta Bendita Sangre; que pidamos al Buen Jesús, que si fuese necesario, también nosotros derramemos nuestra sangre para defender y transmitir la Fe Católica, como han hecho los innumerables Mártires que no dudaron en entregarse como Nuestro Señor lo hizo en la Cruz Redentora.
En ese momento culmen de la elevación del Cáliz, no olvidemos a nuestras Hermanas las Almas del Purgatorio, y solicitemos también para Ellas, que la Preciosa Sangre de Cristo las libere -o al menos alivie- de sus tormentos purificadores.
Un rasgo distintivo de la Devoción a la Preciosa Sangre es el principio cristiano del sacrificio, palabra desterrada por el mundo moderno y hasta por los sectores más progresistas del catolicismo; y es que el sacrificio es el elemento cristiano de la santidad, ya que implica pisotear el amor propio y amar la humildad y el olvido de todo afecto que nos aparte del amor de Dios.
No podemos contemplar a Cristo en la Cruz, llagado, ensangrentado, muerto por nuestros crímenes, y pretender vivir sin renunciar a un apego, rodeados de comodidades y lujos innecesarios. Los verdaderos devotos de la Preciosa Sangre, serán católicos fieles, sumisos a la Voluntad de Dios y a la Doctrina de la Iglesia, pero también almas piadosas y mortificadas, no en grandes penitencias, sino en el silencio de aquél que por ejemplo se priva de ver la televisión, de llamar por teléfono a un buen amigo o del que prefiere dar a una obra de caridad antes que comprarse un par de zapatos.
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