sábado, 13 de julio de 2019

Dom 14 Jul 2019 Homilía XV Domingo del tiempo ordinario Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)

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Introducción

En este domingo Jesús nos cuenta la parábola del buen samaritano, cuando va acompañado con sus discípulos de Cafarnaúm a Jerusalén. La narración tiene una intencionalidad: enseñarnos a identificar a nuestro prójimo, y como actuamos con él, especialmente si este se encuentra en situación de necesidad. El camino es el momento en que Jesús instruye a sus discípulos, y a cuantos le siguen, porque Él es el maestro, y los que le acompañan quieren aprender. Por tanto es una forma de conocer su mensaje y hacerlo vida.

Jesús mismo nos va ofreciendo cauces para que le identifiquemos como Jesucristo, que es a quien creemos y al que seguimos. Nos da una identidad propia la de ser cristianos, y desde esta perspectiva cumplimos nuestra misión. Reconociendo a Jesús como el Cristo, nos unimos en comunidad (Iglesia), donde Él es la cabeza que da sentido a nuestra vida de fe.

Jesús nos muestra la misericordia que Dios tiene con nosotros, y a la vez nos permite ver la realidad de nuestro entorno, desde la óptica de Dios mismo. Al sentirnos acompañados en nuestra vida, experimentamos a Dios en la oración que brota de lo más íntimo de nosotros, pero que no queda solo en una mera recitación o plegaria. Es un encuentro que tiene consecuencias en la vida, porque nos ayuda a analizar lo que sucede a nuestro alrededor, desde nuestra identidad cristiana, y de ahí podemos hacer una lectura creyente de la realidad.

Fr. Julio C. Carpio Gallego O.P.
Casa de San Martín de Porres (Madrid)

“ Anda, haz tú lo mismo ”
Evangelio de hoy y lecturas
Primera lectura
Lectura del libro del Deuteronomio 30, 10-14
Habló Moisés al pueblo diciendo: 
–Escucha la voz del Señor tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; conviértete al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda el alma. 
Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir: 
«¿quién de nosotros subirá al cielo 
y nos lo traerá y nos lo proclamará, 
para que lo cumplamos?» 
Ni está más allá del mar, no vale decir: 
«¿quién de nosotros cruzará el mar 
y nos lo traerá y nos lo proclamará, 
para que lo cumplamos?» 
El mandamiento está muy cerca de ti: 
en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.


Salmo
Sal 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37 R. Buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón.
Mi oración se dirige a ti, 
Dios mío, el día de tu favor; 
que me escuche tu gran bondad, 
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia, 
por tu gran compasión vuélvete hacia mí. R.

Yo soy un pobre malherido, 
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos, 
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R.

Miradlo, los humildes, y alegraos, 
buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, 
no desprecia a sus cautivos. R.

El Señor salvará a Sión, 
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará, 
los que aman su nombre vivirán en ella. R.

Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 1, 15-20
Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, 
primogénito de toda criatura; 
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: 
celestes y terrestres, visibles e invisibles.
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
El es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
El es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
El es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: 
los del cielo y los de la tierra, 
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
–Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
El le dijo:
–¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?
El letrado contestó:
–«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
El le dijo:
–Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.
Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: 
–¿Y quién es mi prójimo?
Jesús dijo:
–Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo:
–Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta. 
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?
El letrado contestó:
–El que practicó la misericordia con él.
Díjole Jesús:
–Anda, haz tú lo mismo.


Comentario bíblico 
de Fray Miguel de Burgos Núñez - Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

También puede ver el comentario de: 


La ley de Dios es dar vida
Iª Lectura: Deuteronomio (30,10-14): La Ley en el corazón
I.1. La primera lectura está tomada de uno de los libros que más ha influido en la vida y en la teología del pueblo del Antiguo Testamento, el Deuteromonio (30,10-14). Fue un libro que se escribió para catequizar; la “leyenda” admite que en momentos determinados y de dificultades se escondió en el templo de Jerusalén y que apareció después de muchos años, lo que motivó una reforma religiosa en tiempo de rey Josías (cf 2Re 22,3-4ss), cuando vivía el profeta Jeremías. Pudiera ser que el Deuteronomio no fuera encontrado por el sacerdote Jilquías bajo los cimientos del templo de Jerusalén en el año 622 ac. Según algunos expertos, estos escritos (la obra deuteronomista) fueron redactados para proporcionarle al rey Josías una base de autoridad en la que fundamentar su reforma religiosa, que centralizo la religión alrededor de un solo templo y altar, el de Jerusalén. Algunos defienden que el recopilador y autor de la literatura deuteronomista pudo ser el profeta Jeremías, colaborador de la reforma religiosa que el rey Josías emprendió en el año 621 ac.

I.2. El texto de hoy es de los más densos, profundos y expresivos. Los sabios siempre habían comparado la ley de Dios a la Sabiduría, y ésta se consideraba inaccesible. En esta exhortación de hoy se quiere poner de manifiesto que aquello que Dios quiere para su pueblo y para cada uno de nosotros es muy fácil de entender, con objeto de que se pueda llevar a la práctica. Lo que Dios quiere que hagamos no hay que ir a buscarlo más allá del cielo o a las profundidades del mar: lo bueno, lo hermoso, lo justo, es algo que debe estar en nuestro corazón, debe nacer de nosotros mismos. Y esa es la voluntad de Dios. En la liturgia de hoy resonará con fuerza una concepción de la ley, de la voluntad de Dios, que nada tiene que ver con un determinismo o un fundamentalismo irracional. Dios no nos obliga a hacer cosas porque sí, porque Él sea Dios y nosotros criaturas, sino que pretende conducirnos con libertad para ser liberados de una inercia social y religiosa en la que hasta lo más hermoso se quiere determinar de una forma puntual.



IIª Lectura: Colosenses (1,15-20): Cristo imagen del Dios invisible
II.1. La carta a los Colosenses nos ofrece hoy un himno cristológico de resonancias inigualables: Cristo es la imagen de Dios, pero es criatura como nosotros también. Lo más profundo de Dios, lo más misterioso, se nos hace accesible por medio de Cristo. Y así, Él es el “primogénito de entre los muertos”, lo que significa que nos espera a nosotros lo que a Él. Si a Él, criatura, Dios lo ha resucitado de entre los muertos, también a nosotros se nos dará la vida que Él tiene.

II.2. Entre las afirmaciones o títulos sobre Cristo que podrían parecernos alejadas de nuestra cultura y de nuestra mentalidad, podemos escuchar y cantar este “himno” como una alabanza al “primado” de Cristo en todo: en su creaturalidad, en su papel salvífico, en su resurrección de entre los muertos. Para los cristianos ello no debe ser extraño, porque nuestra religión, nuestro acceso a Dios, está fundamentada en Cristo. Puede que, en el trasfondo, se sugiera alguna polémica para afirmar la “plenitud” de todas las cosas en Cristo. Pero este canto es como un grito necesario, porque hoy, más que nunca, podemos seguir afirmando que Cristo es el “salvador” del cosmos.



Evangelio: Lucas (10,25-37): ¿A quién debemos amar?
III.1. Y ahora el evangelio del día: una de las narraciones más majestuosas de todo el Nuevo Testamento y del evangelio de Lucas. Una narración que solamente ha podido salir de los labios de Jesús, aunque Lucas la sitúe junto a ese diálogo con el escriba que pretende algo imposible. El escriba quiere asegurarse la vida eterna, la salvación, y quiere que Jesús le puntualice exactamente qué es lo que debe hacer para ello. Quiere una respuesta “jurídica” que le complazca. Pero los profetas no suelen entrar en esos diálogos imposibles e inhumanos. Ya la tradición cristiana nos puso de manifiesto que Jesús había definido que la ley se resumía en amar a Dios y al prójimo en una misma experiencia de amor (cf Mc 12,28ss). No es distinto el amor a Dios del amor al prójimo, aunque Dios sea Dios y nosotros criaturas. Pero el escriba, que tenía una concepción de la ley demasiado legalista, quiere precisar lo que no se puede precisar: ¿quién es mi prójimo, el que debo amar en concreto? Aquí es donde la parábola comienza a convertirse en contradicción de una mentalidad absurda y puritana.

III.2. Dos personajes, sacerdote y levita, pasan de lejos cuando ven a un hombre medio muerto. Quizás venían del oficio cultual, quizás no querían contaminarse con alguien que podía estar muerto, ya que ellos podrían venir de ofrecer un culto muy sagrado a Dios. ¿Era esto posible? Probablemente sí (es una de las explicaciones válidas). Pero eso no podía ser voluntad de Dios, sino tradición añeja y cerrada, intereses de clase y de religión. Entonces aparece un personaje que es casi siniestro (estamos en territorio judío), un samaritano, un hereje, un maldito de la ley. Éste no tiene reparos, ni normas, ha visto a alguien que lo necesita y se dedica a darle vida. Mi prójimo -piensa Jesús-, el inventor de la parábola, es quien me necesita; pero más aún, lo importante no es saber quién es mi prójimo, sino si yo soy prójimo de quien me necesita. Jesús, con el samaritano, está describiendo a Dios mismo y a nadie más. Lo cuida, lo cura, lo lleva a la posada y la asegura un futuro.

III.3. Una religión que deja al hombre en su muerte, no es una religión verdadera (la del sacerdote y el levita); la religión verdadera es aquella que da vida, como hace el Dios-samaritano. Algunos Santos Padres hicieron una interpretación simbólica muy acertada: vieron en el “samaritano” al mismo Dios. Por tanto cuando Jesús cuenta esta historia o esta parábola, quiere hablar de Dios, de su Dios. Y si eso es así, entonces son verdaderamente extraordinarias las consecuencias a las que podemos llegar. Nuestro Dios es como el “hereje” samaritano que no le importa ser alguien que rompa las leyes de pureza o de culto religiosas con tal de mostrar amor a alguien que lo necesita. La parábola no solamente hablaba de una solidaridad humana, sino de la praxis del amor de Dios. Fue creada, sin duda, para hablar a los "escribas" de Israel del comportamiento heterodoxo de Dios, el cual no se pregunta a quién tiene que amar (como hace el escriba, nómikos del relato), sino que quiere salvar a todos y ofrecerles un futuro.



Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

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