viernes, 3 de septiembre de 2021

Reflexión 246: Al recibir la Sagrada Comunión

 



Reflexiones diarias sobre la Divina Misericordia
365 días con santa Faustina

Reflexión 246: Al recibir la Sagrada Comunión

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¿Qué haces después de recibir la Sagrada Comunión? ¿Regresas a tu banco de una manera distraída, con tu mente divagando, prestando atención a los que te rodean y sin encontrar a nuestro Señor en un nivel espiritual auténtico? ¿O permites que ese momento sea un momento de verdadera oración y comunión con Dios? Si la verdad es lo primero, simplemente sea honesto consigo mismo y con Dios y use esta comprensión como una oportunidad para reexaminar su enfoque hacia este regalo tan sagrado. El momento posterior a la Sagrada Comunión es un momento preciado en el que cada alma es invitada a ser consumida por Aquel que acaba de ser consumido. En otras palabras, el acto de recibir la Sagrada Comunión no es solo el acto físico que hacemos, también debe convertirse en algo que Dios nos hace. Debemos elegir no solo consumir a nuestro Señor, también debemos permitirle que nos consuma con Su Misericordia. No hay mejor momento para hacer esto que los momentos posteriores a la recepción de este obsequio invaluable. Esto se logra haciendo de su vida una oblación a Dios. Una “oblación” es una ofrenda, y la recepción de la Sagrada Comunión debe convertirse en un momento en el que nos ofrezcamos por completo a nuestro Divino Señor (VerDiario # 1264).

Reflexione sobre la última vez que recibió la Sagrada Comunión. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Tenía un enfoque completo en lo que estaba haciendo? ¿Te ofreciste a nuestro Señor como oblación de amor? ¿Te pusiste en manos de nuestro Señor en forma de sacrificio? ¿Permitiste que nuestro Señor te consumiera con Su amor misericordioso? Reflexione sobre estas preguntas y comprométase con esta profundidad de ofrecimiento. Si lo hace, la Sagrada Comunión se convertirá en el mayor acto de misericordia en su vida.

Mi Señor y mi Dios, me entrego a Ti con total abandono y entrega. Mi vida es tuya, querido Señor. Me entrego a Ti sin reservas como oblación de amor. Jesús, en Ti confío. 






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