viernes, 7 de septiembre de 2018

¡Ábrete! ¿A qué?

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Muchas veces me siento como un sordomudo con Jesús. Ni escucho los susurros del Espíritu ni soy capaz de abrir los labios para dar gracias o pedir perdón. Cuando pienso en el sordomudo del Evangelio recuerdo que Jesús toma distancia para permitirle que este hombre se abra al mundo. Jesús no habla. Toma al sordomudo, se aleja de la multitud, le tapa los oídos con los dedos y, con la saliva, le toca la lengua. Estos gestos de Jesús, sin embargo, no son suficientes. Tienen que ir acompañados de la palabra: «¡Effata!» («¡Ábrete!»). Es decir, pasa de vivir humanamente y sal de ti mismo para ser capaz de mirar y escuchar las llamadas que vienen de alrededor. ¡Ábrete al nuevo conocimiento de Dios por medio mío!, este es el mensaje de Jesús.
«¡Effata!». Depende exclusivamente de mi abrir mis ojos, mis oídos y mi corazón para que el mensaje de Jesús pueda alcanzarme. Salir de mi mismo y ser capaz de escuchar las expectativas de quienes nos rodean, nos aman y de aquellos que nos han ofendido y dañado. Para dar voz al sordomudo, Jesús se distancia y se lo lleva a un lugar aparte.
«¡Effata!» («¡Ábrete!»)¡Esta es la primera palabra que escuchará el sordomudo!. «¡Effata!» («¡Ábrete!»). ¡Una Palabra de la que ha estado sediento desde siempre!
Este «¡Effata!» («¡Ábrete!») rompe el silencio del sordomudo, mis propios silencios. Es una invitación a salir de mis sordera y mudez. Aprender a ver al prójimo, a escucharlo, a hablarle con respeto y con amor. Abierto a escuchar sus necesidades y sus reclamaciones, a comprender sus sufrimientos, sus silencios, a transmitir la Palabra de Dios. Abierto a las necesidades del prójimo, especialmente del más cercano.

Aunque oímos y hablamos mucho, ¡que sordomudos de amor, de perdón, de ternura, de misericordia, de comprensión, de generosidad, de entrega, de servicio, de alegría! Voy a abrir mis oídos a la Palabra. Es parte de la invitación clave del mensaje de Jesús: «¡Effata!» («¡Ábrete!»).


¡Señor, no puedo más que comenzar mi oración pidiendo que me abras los labios y mi boca para proclamar tu alabanza! ¡Envíame tu Santo Espíritu, Señor, para que se abran mis oídos y sea capaz de escuchar Tu Palabra! ¡No permitas que se abran mis labios para escucharme a mi mismo sino para proclamarte a Ti cada día! ¡Que sea capaz de abrir mis oídos y mi boca para escucharte a Ti y darte alabanza! ¡No permitas que mi corazón se endurezca! ¡Que el «¡Effata!» («¡Ábrete!») que tu pronuncias, Señor, implique para mi abrirme a la verdad, al amor, al vivir en plenitud mi relación contigo y con los que me rodean! ¡Ayúdame a abrir mis oídos para escuchar la voz de Dios y mis labios para hablar el lenguaje del amor, de la comprensión y de la esperanza y comunicarme contigo y con los demás según tus enseñanzas! ¡Tócame, Señor, como tocaste al sordomudo para que entres definitivamente en mi vida, para que no permitas que yo viva encerrado en mi propia realidad, centrado en mis intereses y preocupaciones, en la superficialidad! ¡Tócame para que mi vida cambie, se abra a la realidad de Dios, para que mi corazón se transforme! ¡Sana, Señor, mi incapacidad para escucharte a ti y a los demás, para que mi convivencia con el prójimo sea más humana, mas profunda, más cercana a ti! ¡Señor, regálame la luz de Tu palabra y ayúdame a entender lo que en cada momento me quieres transmitir! ¡Effetá, Señor, es la palabra que me regalas como don para la escucha porque tu eres la Palabra, ayúdame en cada momento a reconocer el lugar donde el ruido del mundo me tiene arrinconado! 

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