jueves, 27 de septiembre de 2018

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Santo Evangelio según San Lucas 9, 18-22. Viernes XXV de Tiempo Ordinario.



Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C. | Fuente: missionkits.org 



en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)


Hoy me pongo en tu presencia para saber lo que quieres de mí. Es difícil, no puedo ocultar esta realidad, pero confiando en tus manos me esfuerzo y me dispongo, con espíritu abierto, a lo que me quieras transmitir a míy a los demás, a través de mi humilde persona.


Evangelio del día (para orientar tu meditación)




Del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-22

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado".


Él les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Respondió Pedro: "El Mesías de Dios". Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.


Después les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día".


Palabra del Señor


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


¿Quién dices que soy yo?


Cristo lanza esta pregunta a personas de todos los tiempos, culturas y con circunstancias muy diversas. Sin embargo, cada uno de nosotros la podemos escuchar tan personal. Aún más, es una pregunta directa que interpela toda nuestra persona y nos mueve a tomar en serio lo que personalmente podamos contestar.


Al transcurrir el tiempo, sentimos la necesidad de traer a nuestra memoria aquella respuesta que pudimos haber hecho anteriormente y renovar, -hay que renovar el amor primero- nuestro primer sí al Señor y traer al presente todo lo que hemos pasado con Dios, porque la respuesta que dimos en un inicio no cambia, pero se renueva.


Necesitamos gran valor para recordar lo que Cristo fue para nosotros en esos momentos en que nos ha costado reconocerle; tal vez han sido períodos complejos de nuestra vida. Sin embargo, es en esos momentos en donde hemos respondido a Dios sin la influencia de las emociones momentáneas; la esperanza humana desaparece y somos capaces de seguir reconociendo que Cristo es Dios. Es aquí donde verdaderamente nuestra fe crece, nuestro amor se inflama y nuestra relación con Dios pone sus raíces profundas en tierra buena.


Nuestra experiencia con Dios acabará hasta el final de nuestra vida, por eso la respuesta que demos siempre puede ser más profunda y sincera, porque esta pregunta se responde con la vida.


Y con ese "y" Jesús separa definitivamente a los apóstoles de la masa, como diciendo: y vosotros, que estáis conmigo cada día y me conocéis de cerca, ¿qué habéis aprendido más? El Maestro espera de los suyos una respuesta alta y otra respecto a la de la opinión pública. Y, de hecho, precisamente tal respuesta proviene del corazón de Simón llamado Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Simón Pedro encuentra en su boca palabras más grandes que él, palabras que no vienen de sus capacidades naturales. Quizá él no había estudiado en la escuela, y es capaz de decir estas palabras, ¡más fuertes que él! Pero están inspiradas por el Padre celeste, el cual revela al primero de los Doce la verdadera identidad de Jesús: Él es el Mesías, el Hijo enviado por Dios para salvar a la humanidad.

(Homilía de S.S. Francisco, 27 de agosto de 2017).

Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.


Hoy trataré de recordar la respuesta que he dado al Señor… Veré si estoy viviendo conforme a lo que respondí.


Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

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