viernes, 18 de agosto de 2017

Considerado con los demás

orar con el corazon abierto


ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO

Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Leyendo hoy a San Pablo se me ha revuelto el alma. Dice el apóstol de los gentiles que hemos de caminar con ánimo grande, sencillo y humilde sobrellevándonos unos a otros con caridad. No por sabida esta afirmación duele en el alma.

Uno es considerado con los demás cuando respeta sus creencias, sus opiniones y sus sentimientos. Valora afectuosamente su carácter. No juzga sus acciones ni sus conductas y se preocupa siempre de cómo se sentirá ante una determinada situación.
Uno es considerado con el otro cuando aparca sus diferencias y respeta los gustos ajenos sin tratar de imponer sus criterios o sus opiniones.
Uno es considerado con el prójimo cuando le trata con amabilidad, con respeto y con afecto; cuando presta atención a sus apetencias y deja de lado las propias.
Uno es considerado con quien le rodea cuando le tiene en estima y no le menosprecia, cuando le hace sentirse respetado aunque esa persona no sea importante para el otro.
Uno es considerado cuando se acuerda de las cosas importantes del que le rodea, le felicita en los aniversarios y en los éxitos y le apoya en los fracasos y las necesidades.
Uno es considerado con el prójimo cuando se dirige a él sin altanería o soberbia, cuando escoge siempre la manera más sencilla de hablar, de contestar o de preguntar para no herir sus sentimientos.
Pero no se puede ser considerado si interiormente uno no es  consciente de cómo pueden afectar sus actos en la vida ajena.

La persona considerada antepone los intereses ajenos a los suyos y deja claro con sus actos que los demás son igual o más importantes que el mismo.
La persona considerada cede sus apetencias para aceptar las ajenas aunque este sacrificio implique muchas renuncias.
Me pregunto ahora: ¿En qué medida respeto habitualmente las necesidades de los que me rodean? ¿Soy consciente cuando actúo que mis actos pueden tener consecuencias en el prójimo? ¿Doy importancia a sus sentimientos? ¿Tengo mala conciencia cuando actúo mal? ¿Trato de que los demás se amolden a mis necesidades o a mi carácter o por el contrario me ajusto a las suyas?
Son demasiadas preguntas, pero conozco lo que hay en mi corazón y las necesidades para un gran cambio.


¡Padre bueno y misericordioso, nos invitas a amarnos unos a otros porque amando al prójimo te amamos a Ti! ¡Hazme ver siempre, Padre, que cualquier persona que se cruce en mi camino es mi hermano, creado a tu imagen y semejanza! ¡Concédeme la gracia para que mis ojos tengan una mirada de amor, estén repletos de misericordia, que mis gestos estén impregnados de bondad y que uno juzgue nunca a nadie por sus apariencias exteriores! ¡Permíteme, Padre, que sea capaz de descubrir siempre la belleza interior de mi prójimo! ¡No permitas, Espíritu Santo, que mi corazón se endurezca y moldéalo y renuévalo para que se incline siempre a atender al prójimo en sus necesidades, para ser considerado con él y no me mantenga indiferente antes sus sufrimientos, problemas o dolores! ¡Espíritu Santo transforma mi corazón y haz que mis manos sean manos rebosantes de caridad y amor abiertas a las buenas acciones; que nunca, Espíritu de Dios, se repriman para hacer el bien aunque esto implique renuncias por mi parte! ¡Haz de mi vida un testimonio de amor, caridad y misericordia!

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