miércoles, 25 de enero de 2017

Vidas trágicas

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Ayer lloré por alguien que apenas conocía. Mejor dicho, sí lo conocía. Lo veía casi cada día en “su” esquina pidiendo limosna. Estaba enganchado a la heroína. Había días que su agrio carácter violentaba a los transeúntes. Otras veces cuando pasabas a su lado y le sonreías te soltaba alguna frase divertida. Seguro que era una buena persona pero su corazón estaba lleno de dolorosas cicatrices.
¡Qué difícil es la vida para algunos! Los caminos de cada persona son complejos pero a medida que transitas por ellos las enseñanzas se multiplican. Están llenos de estrecheces, de obstáculos, de recodos imposibles, de curvas pronunciadas, de polvo molesto, de agujeros en apariencia difíciles de sortear. Cuando camino por estas sendas pienso que no lo hago solo, tengo la plena confianza de que en la etapa final hallaré ese remanso de paz que tanto anhelo. Es verdad que mientras se camina hay que aprovechar la belleza de los paisajes que se presentan en cosas maravillosas que nos suceden o en encuentros agradables con las personas que nos rodean. Esos momentos ofrecen estampas bellas, conversaciones agradables, amistades sinceras, diversiones que alegran la vida. Esos momentos de luz te hacen comprender que hay que contemplarlo desde una mirada trascendente. Hacerlo con el corazón abierto; abierto a la alegría, a la ilusión, a la esperanza, a la confianza. Por eso duele tanto contemplar a tantas personas que ponen freno a su existencia y acaban con ella antes de poner la última palabra en su libro de vida. Haciendo mal uso de la libertad detienen su viaje en la trágica estación de la desesperanza. Me apena pensar que haya tantos que no sean capaces de ver los caminos de la vida como un itinerario que nos lleva hacia una eternidad soñada. Que sus valores, sus principios, su forma de entender la vida esté teñida de un negro chapapote que les impide dar pasos certeros. Vidas marcadas por la tristeza, el dolor, el sufrimiento, las adicciones, la desesperanza… angustias todas ellas que despedazan sus almas para conducirnos a lo más hondo de la desesperación humana.


He sabido de la muerte de este joven por el portero que vigila los despachos donde trabajo. Lo encontraron hace dos noches una pareja de policías en el cajero de enfrente. Entre las drogas y el frío se acabó su vida. Y he llorado su muerte. Y le pido sinceramente a Dios que sea capaz de llevar a tantos corazones rotos luz de esperanza, agua viva en sus almas secas. Que sea capaz de iluminar aquellos espacios de desesperanza donde todo está cubierto de una enorme capa de triste oscuridad. Que ese Dios bueno y misericordioso traiga la paz a tantos corazones rotos que ven en el desierto de la vida solo espejismos de esperanza.
Padre de bondad y misericordia, Tú eres el creador de todos los hombres: de los ricos y de los pobres, de los que tienen abundancia y de los sin techo; de los que no tienen problemas y de los desprotegidos. Y, de los que han nacido en buena cuna y de los desheredados; de los que acumulan riqueza y de los que son herederos de la miseria; de los que tienen fe y de los descreídos; de los que creen en tu misericordia y los que te niegan! ¡Hazte, señor, presente en tantas o armas desgarradas que sufren en este mundo! ¡Para muchos, Señor, el pan nuestro de cada día son sus adicciones, su sufrimiento, la falta de trabajo, la pérdida de la esperanza, la soledad…! ¡Tu, Señor, eres el Dios de los humildes y de los sencillos porque eres un Dios humilde y justo; un Dios que ama, protege, perdona, enseña, levanta, extiende su mano, socorrer, comprende; te ruego por los que nada tienen, por aquellos que sufren la soledad, por los pobres y los que pasan necesidades de todo tipo, ayúdalos y dales la fortaleza para soportar los embates del camino!

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