domingo, 28 de enero de 2024

EN LA SOLEDAD SE COMPRAN LAS ALMAS; "YO EN DIOS o EL CIELO", por el Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo de Las Batuecas, capítulo 4

 



lunes, 29 de enero de 2024
EN LA SOLEDAD SE COMPRAN LAS ALMAS; "YO EN DIOS o EL CIELO", por el Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo de Las Batuecas, capítulo 4

21- Con el mayor afecto que pude indiqué al religioso que, aun cuando le sirviera de un pequeño sacrificio, tuviera la bondad de contarme esa historia de Barlaam y Josafat, pues decía era tan instructiva, y yo, para instruirme, me había acercado hasta él. Empezó diciendo así: -En los Años Cristianos se escribe esta hermosa historia (1), hermosa y edificante en grado máximo. Pero esta historia no ha tenido realidad; es una leyenda o una novela religiosa, como diríamos hoy, atribuida al gran escritor y pensador San Juan Damasceno, y muy digna de él. La escribió un monje solitario de la Laura de San Sabas (2), uno de tantos monjes innominados y sabios como han vivido en los conventos y en las soledades. Tuvo grandísima influencia en los escritores medievales, como te decía, y la tuvo aún mayor en las almas consagradas a Dios y a alcanzar la perfección en los conventos. Es obra literaria como novela y es magnífica obra espiritual, apologética y aun histórica. Expone compendiosa y admirablemente las verdades del Cristianismo y sus pruebas y exalta con elegancia y viveza la grandeza de ánimo y los heroísmos de virtudes de las almas consagradas a Dios en la soledad, en el retiro y alejamiento del mundo, en una vida pobre y penitente y de íntima y extraordinaria comunicación con Dios, en oración continua y trato con el Cielo.

Las almas retiradas con Dios en soledad, que han renunciado a todos los bienes materiales, a los altos y renombrados puestos de la sociedad y hasta del mismo trono, son almas excepcionalmente grandes y preclaras; realizan todos los heroísmos por Dios y por la esperanza del premio del Cielo; dejan las grandezas de la tierra por las más excelsas del Cielo, y renuncian al agradable trato de los hombres de sociedad y a sus pasatiempos por el trato con Dios y sus Bienaventurados y por la sobrenatural herencia del Cielo. Resalta en este libro el hermosísimo fruto del apostolado de la contemplación y la fortaleza en confesar la Fe cuando sobreviene la persecución. Deseando estoy -le dije- ver la doctrina y la acción de esos dos personajes que, siendo de ficción, han llegado a ser tenidos por Santos históricos; muy hermosa y de grande realismo tiene que ser esa creación para haber sido recibida con tanto aplauso por los grandes talentos y escritores medievales. Ciertamente lo es -me dijo-, y de muy sólida doctrina. El resumen te hará comprender mejor las palabras y sentencias que luego te citaré.

22- Barlaam es un solitario que vive en un desierto; vive sólo para Dios en vida muy santa. Es Sacerdote con eminente formación científica. Dios le ha comunicado en su soledad que el hijo único del rey es de una condición magnífica. Mucho deseó el rey aquel hijo, pues no tenía descendencia y mucho le ama. Ordena que su hijo no vea ninguna escena de tristeza ni de pena y le instala en un espléndido palacio con todas las comodidades para hacerle la vida feliz. Encarga su educación a Zardán, persona de toda su confianza. Abener, así se llama, es rey en la India de una nación que no se nombra; es pagano y perseguidor de los Cristianos.

Barlaam, inspirado por Dios, deja la soledad del desierto y se viene a vivir a la corte. Hombre de mucha ciencia y de excepcionales dotes de simpatía y atracción, se gana la voluntad de Zardán. Dios le inspira que vaya a la ciudad para hacerse cargo de la educación del hijo del rey. Zardán, encantado de las cualidades de Barlaam, le encarga la educación de Josafat, que éste es el nombre del hijo del rey. Nadie podrá hacerlo como Barlaam. Se cumple la voluntad de Dios y el fin para que inspiró a Barlaam ir a la corte. Barlaam impone a Josafat de un modo extraordinario en las ciencias y le forma en los modales que es un encanto; calladamente le ha inculcado también las razones de la verdad de la Religión Cristiana. El rey y Zardán están entusiasmados con la formación que Barlaam ha dado a Josafat. Aún ignoran que es Cristiano.

Un día llega a conocimiento del rey que su hijo es Cristiano. No puede explicárselo, pues sólo trata con él Zardán y el que le educa. Barlaam se ha vuelto a la soledad; ni Zardán ni el rey sabían que Barlaam era Cristiano; sólo veían un hombre sabio y admirablemente encantador. Intenta el rey hacer apostatar a su hijo del Cristianismo valiéndose de los hombres más sabios del reino; pero Josafat, que asimiló bien las razones de la verdadera religión y vive sus virtudes, convence a los sabios de la verdad y, lejos de apostatar él, se convierten ellos al Cristianismo. Después de muy complicados y difíciles percances, muy propios de la intriga de la novela, termina Josafat teniendo la alegría de convertir a su propio padre. El rey Abener, ya convertido, ha intentado reparar el mal que había causado antes con la persecución y ha constituido regente de una parte del reino a su hijo Josafat, que gobierna admirablemente y es la delicia de todos sus súbditos.

Cuando muere su padre, el rey, Josafat su hace cargo de todo el reino con general alegría. Barlaam se había vuelto a la soledad del desierto, pero dejó tan convencido y persuadido a Josafat de practicar la virtud y vivir la perfección como lo más hermoso y lo más importante, que, aun cuando Josafat estaba en el trono y gobernaba maravillosamente y con la admiración de todos, suspiraba por vivir santamente en la soledad como su maestro Barlaam y en su compañía. Quiere ser santo, estar consagrado a Dios, lejos de los peligros, y un día renuncia muy solemnemente al trono y nombra rey a Baraquías, un fervoroso Cristiano y un hombre de mucho valer, perseguido antes por su padre; y Josafat, entre las lágrimas de todos, se retira a la soledad, a vivir vida santa en compañía de su maestro y estar allí consagrado a Dios. En la soledad vivió muchos años muy santamente vida como de ángel, durante la vida de Barlaam y después de su muerte (3).

23- Esta es la historia muy resumida; está escrita con mil intrigas y episodios muy interesantes. Pero si Josafat ha renunciado al trono y ha escogido la vida retirada y penitente de la soledad, ha sido por la esperanza del premio del Cielo y para asegurar el Cielo como su maestro le hizo comprender.

Perdona que haya sido algo extenso en referirla, pero es el gran argumento -como terminarás de ver, oyendo sus razones- de que obraron tan heroicamente por la esperanza del premio del Cielo, como obramos todos. La Fe y la esperanza fueron su victoria, moviéndole al heroísmo que realizó. Siempre es el premio del Cielo. Como lo fue en ellos, lo es actualmente en tantas almas heroicas, penitentes, recogidas y santas. Y es el Cielo lo que me mueve a mí también. -Si no ha sido breve la historia- le dije -me lo ha parecido a mí, y desearía conocer las razones que tenían, pues me agradarán no menos que la historia. -No dudo-añadió- que te agradarán y te enseñarán que abrazar esa vida no es algo estéril, sino el apostolado más fecundo y provechoso para la Iglesia y para la sociedad.

Que en la soledad, con penitencia y oración, se compran las almas y se obtienen las Gracias del Cielo y, sobre todo, se asegura la propia salvación. Para asegurarla se preguntó a sí mismo Josafat: ¿Qué adelanta el hombre con ganar todo el mundo, si es a costa suya y perdiéndose a sí mismo? (Lc 9, 25). Su respuesta fue que voló a la soledad, a vivir el Amor de Dios, a santificarse, a inmolarse. Cuando Josafat llegó a la soledad santa y encontró a Barlaam, éste le saludó con alborozo y le dio el parabién de su huida del trono y de la llegada y abrazo a la soledad, y en su enhorabuena le salen de los suavísimos labios y de su cultísima y persuasiva inteligencia las mismas razones que tú has venido a pedirme a mí en este retiro, y te las voy a repetir, porque yo no puedo decírtelas con más encantadora viveza con que Barlaam se las dijo a Josafat. Piensa que el hombre siempre ha sido el mismo. Como es hoy, ha sido en los siglos que nos precedieron.

Como para obrar libre y desaprensivamente intenta hoy engañarse a sí mismo con razones aparentes, intentó engañarse en los tiempos pasados e intentará en los que han de venir. Si estudias al hombre individual y a la sociedad, observarás que el olvido de la Vida Eterna con sus premios a la virtud en el Cielo y sus penas al vicio en el Infierno, lleva a buscar el regalo y la comodidad en la tierra, o, como ahora dicen, al hedonismo. La falta de Fe o la crisis de Fe producen el olvido del Cielo o viene por el olvido del Cielo y del Creador del Cielo. Si no hay premio, ¿para qué practicar la virtud ni mortificarse? ¿Cómo se ha de tratar con Dios si no se le considera presente, y menos si no se cree en su existencia?. La Fe es la victoria del mundo y del extravío de los sentidos y del Demonio.

Instruyendo Barlaam a Josafat, le da la noción del Cielo como premio de la virtud para el cual hemos sido criados y adonde van los buenos para ser felices en Dios. El Cielo es la felicidad eterna; el Cielo es estar en la Vida de Dios y vivirla. Nos impiden ir al Cielo el desorden del mundo y el desorden del pecado. Huyendo del mundo se preserva de la ocasión y se trata con Dios. Se asegura la salvación y le da estas razones: Como es muy difícil que uno ande con el fuego y ni siquiera sienta la molestia del humo, es también sobremanera difícil que estando atado con los lazos de los negocios de este mundo y dedicado a sus cuidados, a sus confusiones y a vivir entre riquezas y delicias, pueda caminar, sin extraviarse, por el camino de los Mandamientos de Dios y conservarse puro e incólume...

Con esta determinación de guardar limpia el alma, se disponían los llamados por Dios a quitarse de todas las ocasiones y afectos torcidos y a limpiarse de toda mancha en el alma y en el cuerpo. Como veían que sólo podían realizar esto viviendo los Mandatos de Cristo y que era casi imposible vivirlos en medio del mundo, abrazaron para ellos un modo de vida diferente en todo al modo de vivir del mundo, pero muy conforme al consejo divino, que les ordenaba dejar todos los bienes que tuvieran, empezando por los padres o los hijos, los amigos y parientes, y luego las riquezas y regalos; que despreciaran todas las comodidades de este mundo; y se marcharon a las soledades y establecieron en ellas su morada como si fueran desterrados: "Vivían necesidad, angustiados, afligidos.

El mundo no era digno de estos hombres. Iban como perdidos por las soledades, por los montes; se recogían en las cuevas de la tierra" (Heb 11, 37) Se alejaban de las mundanas alegrías y regocijos y pasaban escasez en el pan y en el vestido. Dos causas les movieron a abrazar esta vida: una, para que, no viendo ninguna de las cosas que halagan el corazón, no sintieran ni aun tentación de ellas y se les borraran por completo de la memoria, y así limpios, creciera en su alma el amor y los deseos de los bienes celestiales y divinos. La otra, para ser Mártires de deseo y de obra por la mortificación del cuerpo y tener la corona del martirio verdadero, pues en cuanto de ellos dependía, habían abrazado la Pasión de Cristo y esperaban ser participantes de Su Reino. Pensando conseguir esto del modo más prudente y seguro, escogieron vivir la vida monástica y eremítica o solitaria (4).

El alma de Josafat estaba limpia y preparada para recibir la semilla de la virtud, y Barlaam la iluminó con la hermosura de la aspiración a la perfección, diciéndole: Estas almas nobles y valientes marchan juntas por el mismo camino para arribar a las moradas de la Gloria, que el Padre de las luces tiene preparadas para todos los que le amaron .

Cuántos se sienten abrasados por el deseo de alcanzar el Cielo, desprecian cuanto tienen de gloria humana o terrena y se esfuerzan por llegar muy pronto a la Presencia de Dios. Entusiasmado con esta nobilísima idea del Cielo y con el deseo de la vida santa de las almas consagradas y de que el gozo del Cielo está en proporción del Amor a Dios y de las virtudes, exclama: Verdaderamente, son Bienaventurados y mil veces benditos estos que, abrasados en Divino Amor e inflamados en la Caridad del Cielo, miraron todo lo demás como nada. Y si derramaron lágrimas y permanecieron día y noche en llanto, fue para asegurar la alegría eterna. Se humillaron a sí mismos en la tierra para ser grandemente ensalzados en el Cielo.

Afligieron su cuerpo con sed y con hambre y con prolongadas vigilias para ser en el Cielo colmados de las delicias y alabanzas del Paraíso. Por la pureza del corazón fueron en el desierto tabernáculo del Espíritu Santo, como lo dice la Divina Escritura: Pondré mi morada y me pasearé en ellos. Bienaventurados son y mil veces benditos ellos, porque, viendo claramente la vaciedad de estas cosas presentes y la inestabilidad e inconstancia de las prosperidades de los hombres, las renunciaron y llegaron a alcanzar aquella vida que nunca fenece, ni tiene entrada en ella el dolor o la muerte.

24- ¡Qué impresión tan cargada de luces de inmortalidad y de Cielo embarga el ánimo cuando, como un nuevo Simeón con Jesús en los brazos, abraza Barlaam a Josafat en el silencio de la soledad:

...que convierte mi vivir
en anticipo del Cielo
que se empieza a presentir! (5).
Luz purísima de Gloria les envuelve y aleteos de Ángeles los acarician, y de sus labios brota, como en armonía de inmortalidad gloriosa, esta alabanza al heroísmo de Josafat en dejar el trono y vivir con Dios en soledad, esperando el Cielo: Magníficamente has hecho, amado hijo, en venir a esta soledad. Hijo, vuelvo a decir: hijo de Dios y heredero del Cielo, pues con toda cordura sobreestimaste y preferiste el Amor de Jesucristo a todos los bienes caducos e inseguros y los vendiste todos para comprar la preciosa margarita que supera a todo por su valor... El Señor te conceda los bienes eternos por los perecederos e inseguros que dejaste por Dios (6).

Esta es, muy resumida, la hermosísima leyenda. Para mí son más convincentes y más persuasivos las razones y los argumentos que me enseñan las historias que los meramente especulativos; aquí verás la aclaración a las dudas y a la confusión que tú traías por las actuales doctrinas y modos de vivir. Me pedías te lo explicara. No sé hacerlo con más perfección que ésta. -Ni podía presentarme otro argumento más convincente y eficaz que éste- le dije -ni sé cómo agradecérselo. Aquí oigo la voz de Jesús por Su Evangelio; aquí me hablan los Santos, y Dios hace milagros aprobando su conducta. Aquí veo cómo estos Santos tenían presente ganar el premio del Cielo, premio que excede toda ilusión; es el premio de la felicidad sin término, como de la infinita magnanimidad de Dios.

Muy agradablemente veo que Dios da ese Cielo en proporción de la generosidad con que se le entregaron las almas en amor, y vivieron para Él en la tierra teniendo por única aspiración hacer en todo Su Voluntad. ¿Cómo le agradeceré la bondad, el amor y la claridad con que me lo ha hecho ver? ¡Y cómo envidio este retiro y silencio en que vive y le admiro!

Muy gratamente impresionado y con muy clara luz en la inteligencia y mayor paz en el alma, y grande decisión y alegría en la voluntad, me despedí muy agradecido. Dentro de mí sentía como un gratísimo eco que me repetía: dejarlo todo por Dios para vivir a Dios. Ofrecerse todo a Dios para vivir el amor más hermoso y santificador. Ser todo de Dios en luz de Fe y esperanza del Cielo. Y la imaginación me presentaba llenos de luz a San Pablo el Ermitaño, subiendo al Cielo entre multitud de Ángeles, con los Profetas y con los Apóstoles, y a San Julián, de cuya boca ven salir la paloma blanquísima y subir al Cielo entre armonías sobrenaturales que todos oyen, y a Santa Teresa de Jesús, a quien vienen a buscar Jesús y la Virgen con las once mil vírgenes y con ellas entrar triunfante en la Gloria, y tantos Santos más que tuvieron muerte tan hermosa. Y el eco agradabilísimo continuaba repitiendo: el Cielo, el Cielo; todo lo hicieron por el Cielo, y al Cielo subieron y en el Cielo son felices. ¡Mil veces dichosos ellos! ¡Dios mío, que no salga yo del camino del Cielo! Dadme vuestro Cielo. Y la memoria insistente me repetía la frase de San Antonio, que "compraba oro con tierra", o sea Cielo con tierra. Y la respuesta de San Nivardo a sus hermanos cuando le comunicaron le dejaban todos los bienes para consagrarse ellos a Dios en el convento: "Me dejáis la tierra, y vosotros escogéis el Cielo; no es justo; yo también dejo los bienes"; y se consagró con sus hermanos a Dios.

NOTAS

1) P. Juan Crosset: Año Cristiano, 27 de Noviembre; P. Ribadeneira: Leyendas de Oro, 27 de Noviembre,
2) Sancti Joannis Damasceni Opera; De Barlaam et Josaphat Historia. cap. XII.
3) Id., id, cap. II.
4) Id., cap. XII.
5) Poesía de una Carmelita Descalza de Duruelo.
6) De Barlaam et Josaphat Historia. cap. XXXVIII.

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