Lunes 8 de abril
¿Paz y Bien!
Evangelio
Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a esas mujeres. ¿Tú qué dices?»
Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra». Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?» Ella le contestó: «Nadie, Señor». Y Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar».
Palabra del Señor.
Reflexión
Si ya san Lucas en el pasaje del "Hijo pródigo" nos mostraba en una parábola el amor de Dios, en este pasaje de Juan, Jesús mismo lo encarna y nos recuerda que "Dios no quiere la muerte del pecador sino que se arrepienta y viva".
Pensamiento totalmente contrario no solo a la cultura "legalista" del tiempo de Jesús, sino que incluso se extiende hasta nuestros días.
Es fácil apuntar con el dedo a la mujer que ha sido engañada y seducida; al muchacho que en su ignorancia ha cometido un error; al empleado que, presa de su desesperación, ha obrado inadecuadamente. En un pasaje, Jesús decía: "Si su justicia no es mayor que la de los fariseos no entrarán en el Reino".
Dios nos ama y nos perdona, nos invita a enmendar nuestra falta; pero también nos invita a perdonar de corazón y, en lugar de ser piedra de tropiezo para los demás, ser instrumento de su amor y misericordia, levantando a los que han caído. No pensemos que somos mejores que los demás, o que estamos inmunes al pecado, pues la debilidad nos rodea y en cualquier momento podríamos estar en una situación más grave que la de aquella persona que, con tanto desprecio, señalamos un día.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario