domingo, 14 de abril de 2019

DOMINGO DE RAMOS 2019





DOMINGO DE RAMOS 2019

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (cf. Lc 22, 14-23, 56)



“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Con estas palabras comenzó y terminó su vida terrena Jesús. Sabiendo que el Padre, creador de todo, es bueno, se puso siempre en sus manos. Lo escuchaba, sin poner resistencia y sin echarse para atrás[1]. Por eso, siendo Dios, no se aferró a su condición divina, sino que se hizo uno de nosotros para salvarnos del pecado y de la muerte[2], cumpliendo así la voluntad del Padre. 

¿Y cómo nos salvó? Con el poder del amor, que es el mismo Dios. Amando hasta el extremo, se hizo nuestro servidor, aceptando el riesgo de ser negado por un amigo y traicionado por otro; ser abandonado por sus discípulos; ser apresado, malinterpretado, maltratado y víctima de chismes y mentiras por parte de los líderes religiosos; ser condenado injustamente por la autoridad civil; sufrir ingratitudes, insultos, bullying y violencia por parte del pueblo; ser azotado, coronado de espinas y clavado en una cruz.

Pero aún en los peores momentos, permaneció fiel a su identidad de Hijo de Dios, que es amor. Por eso, en medio del dolor, no se enojó con el Padre ni lo negó ¡Al contario! Lo buscó, sabiendo que él siempre nos ayuda[3] ¿Y qué le pidió? “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”. No sólo nos perdonó, sino que hizo posible la misión a la que vino: obtenernos el perdón de Dios y reconciliarnos con él.


Por eso, al ladrón que arrepentido de sus pecados le dijo con fe: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”, le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Dice san Ambrosio: “El Señor concede siempre más de lo que se le pide, el ladrón sólo pedía que se acordase de él, pero el Señor le dice: hoy estarás conmigo en el paraíso”[4]. Así es él ¡Siempre da más! No cosas pasajeras, sino lo que dura para siempre. Precisamente a eso vino: a llevarnos con Dios.

Todo lo que Jesús toca, como recuerda el Papa, “se hace nuevo, se llena de vida”[5]. Él quiere tocarnos hoy. Quiere tocarnos a cada uno. Quiere tocar a nuestra familia, a nuestros ambientes de vecinos, de amigos, de escuela, de trabajo y nuestra comunidad, para restaurarnos, a pesar de nuestras fallas, de nuestras limitaciones, de nuestros malos momentos y de todos los problemas, por grandes y desesperanzadores que parezcan. Para él nada es imposible.

Dejemos que nos llene de su vida plena y eterna, viviendo como nos enseña: amando a Dios, confiando en su amor y haciendo lo que él nos pide: amar; amar siempre, en las buenas y en las malas, a los que nos quieren y queremos, y a los que no nos quieren y no queremos. No dejemos que nada nos encadene, ni las incomprensiones, ni los malos entendidos, ni las penas, ni los problemas ¡Nada!

Alimentados y fortalecidos con el cuerpo y la sangre de Jesús en la Eucaristía, sigamos siempre adelante, dando lo mejor de nosotros y colaborando para restaurarlo todo, sin perder de vista la meta que nos aguarda: Dios, en quien seremos felices por siempre.



+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros

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