lunes, 25 de febrero de 2019

Discernir es poner la vida en crisis desde el estilo de Jesús. Por: Enrique Castro, S.J.



Jesuitas

Siempre que entramos en el tema del discernimiento brotan diferentes posturas. Por ejemplo, una persona que se siente cristiana, de misa y confesión permanente y además muy comprometida pero que de pronto se da cuenta que el criterio de Jesús ya no cuenta en su vida; algunos, al pasar este momento se plantean, como si fuera la primera vez, que ha llegado el momento de dejar que Jesús sea el Señor de la vida, que no se puede vivir a medias la vida cristiana. Entonces me dispongo con ánimo y liberalidad a poner "poner en crisis" mi estilo de vida y la manera de cómo estoy ubicado delante de ella. Para que esto sea posible hace falta entrar en un proceso de discernimiento desde el conocimiento interno del Señor Jesús para más amarle y seguirle; entonces dejo que sea el mismo Jesús el que ponga mi vida en crisis. Este término “en crisis” se usa para indicar el nacimiento del hombre nuevo.

El inicio de este proceso me lleva a preguntarme si la vida que llevo está de acuerdo con los criterios del reino. En algunos casos podré haber estudiado mucha teología o estar al ritmo de las tendencias actuales de la espiritualidad, pero vitalmente puedo vivir como si Dios no tuviera parte en mi vida. Soy buena gente, me aprecian pero “yo sé en el fondo que puedo estar desolado y no siento a Dios. Experimento cierta desazón que a la larga me puede llevar a vivir desde compensaciones sanas y buenas pero que son ya una manera de vivir con la reserva”.  Y lo más preocupante puede ser el no comunicar semejante experiencia.


El problema radica en que hasta antes de esa "crisis" todo me parece “normal y natural” por una serie de razones que conviene examinar. El camino para “tomar el toro por las astas” es confiar y examinar mi manera de pensar, de sentir, mi afecto, mi voluntad y mi corazón. Es decir, percatarme de si en todos estos ámbitos de mi existencia me llevan las preferencias de Dios o, en todo caso, ayuda preguntarse si le he permitido a Dios entrar en esos ámbitos o de qué manera me he alejado de aquellas experiencias de discernimiento o del examen de conciencia tan querido por Ignacio.

Ignacio nos dice que conviene mudarse contra la propia desolación. Por tanto es conveniente atreverse a pasar por un proceso de ordenación total de la vida propia, esto es ya un avance a seguir todo un proceso de conversión de la sensibilidad al decir y hacer de Jesús. Es colocarme delante del “desorden de mis operaciones” para dar las riendas de mi vida de una vez por todas a Dios, mi único Señor, y no necesitar ya otro.

Haciendo la teología en Brasil, nuestro profesor de teología, Tony Catalá, S.J. nos advertía: “Hay que desconfiar de las conversiones "solo interiores", porque la experiencia dice que no suelen ser tales.” Y esto es muy cierto porque si afirmamos que el ser humano es una unidad que se exterioriza hacia fuera y se abre hacia dentro en los diversos medios del yo, difícilmente podríamos hablar de una persona convertida si la conversión no ha alcanzado todos los ámbitos de la inteligencia, sentimientos, afecto y voluntad. En tal caso, esos ámbitos mantienen entre sí una independencia frecuentemente antagónica. En ese vivir “fragmentado” puedo emitir un discurso genial, pero los afectos van por otro lado y la voluntad ni qué se diga. El tema es que el sujeto ya se acostumbró a vivir así, y le parece “normal y natural”. Es una persona que se queda sólo en lo interior de su vida.

En este contexto hay que comprender que con razón el P. A. García SJ nos dice que "no basta ejercitarse sólo en cosas interiores", sino que se requiere algo más: que el cuerpo se entere de las decisiones que ha tomado nuestro espíritu y colabore con ellas: el tiempo de la vida, la vida, la vida, la vida y la vida. Suya ante lo que veo, oigo, huelo y toco. Además, el P.  García detalla diciendo "que muchas veces nuestras concepciones espirituales pecan con frecuencia de cierto idealismo. No cuentan con la corporalidad y su poder de apoyo o de oposición a las decisiones de nuestro espíritu".

Así es como erróneamente hemos llegado a pensar que, nuestro mundo interior se convierte al Señor y que ya está asegurada la conversión. ¡No es así! Más cierto es que, si mi sensibilidad no sigue (también) al Señor, no habrá en la práctica seguimiento duradero del Señor. Hay que enterarnos que la sensibilidad tiene sus propias dinámicas de apropiación, no siempre coincidentes con Cristo; pero deben ser "firmes y totales en el seguimiento de Cristo."

¿Qué significa llegar a asumir esta realidad? Implica que el discurso que tenemos tendrá que dejar que el Espíritu del Señor nos vaya indicando el camino; es decir, ir siguiendo el camino de la cotidianidad al Espíritu de Jesús. Que bien lo dice el P. Nadal:   Ignacio lo que hacía era simplemente dejarse "conducir con suavidad en donde no lo sabía ... Poco a poco se abría el camino…sabiamente ignorante, simplemente ha sido su corazón en Cristo. "

De ahí la importancia vital del discernimiento confiando en el Señor.  El P. Catalá S.J. nos decía: "Discernir es percibir el paso del Espíritu en nuestra vida. Es una experiencia de Dios con su criatura. Esta experiencia es definitivamente inefable y es difícil expresarla. Sólo nos advierte que estamos ante una perspectiva donde no todo está dicho.”

¿Qué es esto? Simplemente darme cuenta que otros ya han vivido místicamente esta experiencia. No puedo olvidar que lo que yo expreso en el día a día de Jesús está mediado por lo anterior a mí. Otros ya han vivido y han participado del vivir, morir y vivir para siempre de Él. La experiencia más personal del espíritu del Señor Jesús es siempre una experiencia "mística" y por lo tanto, últimamente inefable. »

Entrar en lo “Inefable”. ¿Cómo es esta experiencia? No le demos vueltas, nuestra vida espiritual está siempre contextualizada en una cultura. Hay que advertir que esto supone aprender su lenguaje. La experiencia más personal del espíritu del Señor Jesús es siempre una experiencia "mística" y por lo tanto, últimamente inefable. En una conferencia se nos decía que lo inefable es lo que difícilmente se puede decir con palabras, lo que difícilmente se puede decir. Cuando esta experiencia se intenta decir, no hay modo de decirla si no es en palabra, y esta palabra ya no me pertenece.

La experiencia inefable está ligada a la tradición que implica que ya fue vivida por hombres y mujeres a lo largo de dos mil años han dicho, sentido, confesado, sufrido, gozado y celebrado a las vueltas con Jesús de Nazaret. Entonces para que mi palabra sobre el Espíritu pueda ser reconocida como tal que tiene "sonar" en el ámbito de los que se sienten afectados por el vivir, morir y vivir para siempre de Él.

Por tanto, discernir es poner la vida en crisis sobre nuestro decir y sentir de Jesús para no caer en una ensoñación y en una alusión meramente subjetiva y por tanto irreconocible por la comunidad cristiana y por otra "pleitear" (a veces un juicio) nuestro modo de estar en la vida porque el lenguaje es muchas veces tramposo y enmascarador de la realidad.

Las trampas aparecen cuando en el discernimiento estamos atentos a una sola zona de la persona, como por ejemplo "la interioridad", y otras zonas de la realidad las consideramos "normales" y "naturales", tan normales y naturales que "son así".

Las trampas groseras son como un suelo inamovible, espeso y denso sobre el cual acontece la "experiencia espiritual". Discernir lo normal y lo natural es discernir nuestra vida cotidiana y estilos de vida. Lo normal y natural no deja de ser muchas veces una construcción ideológica interesada.

Entonces el lenguaje sobre lo que es "es así" ejerce una función encubridora. Podía ser materia de confesión en muchos ambientes de vida religiosa, por ejemplo, me siento muy preocupado por dormirse en la oración, pero me parece "normal y natural" no pagar lo justo y necesario a los que laboran conmigo. Ahí no hay discernimiento que valga, importan las leyes vigentes que dan cierta protección. Ahí no cabe el discernir desde el Espíritu de Jesús.

Hoy en día vivimos en ambientes donde está muy de moda el término discernimiento. Y se habla muy fácilmente del tema.  Hay gente que discierne “espiritualmente” si le cambia el color a la fachada o si corta un árbol de casa. Mi instructor de tercera probación ya me lo decía: “cuando veas algo así ríete” porque ya han tomado la decisión y lo que se hace es simplemente un asunto formal". Mi profesor de teología, nos decía: “déjense de cosas que el discernimiento es para cosas mayores”.

Pero atención: es bueno saber que antes de orientar en el discernimiento es necesario recorrer el camino para no precipitar en el hablar fácilmente del Espíritu de Jesús. Si es el de Jesús tenemos que ser pacientes y reconstruir el camino que llevo a Jesús a "entregarnos su Espíritu".

Por tanto, hay que tener sub jeito y no hablar alegremente de algo tan vital para la vida cotidiana como el discernimiento, que implica entrar en ámbitos de la divinidad. Un ejemplo de ello es el mismísimo Jesús. Él es nuestra última y primera motivación para entrar en ámbitos de discernimiento.  Por tanto el discernimiento cristiano está en relación con el conocimiento interno del Señor Jesús. Es tener experiencia de Jesús. Sin esta experiencia no debería discernirse de manera espiritual. Es decir es ya entrar en otros ámbitos de discernimiento donde pesa la ideología o el status qu.

UN REFERENTE VITAL PARA NUESTROS PROCESOS DE DISCERNIMIENTO

Conviene preguntarnos ¿qué percepción de Dios tenemos? Jesús percibe al Dios de Israel en su cercanía, no necesita pasar por las instituciones que se cosifican como Dios, como legitimadoras de un orden (ley) y reguladoras de los mecanismos de expiación de la culpa que provoca la infracción de dicho orden, perdonando o anatematizando (templo). Jesús percibe al Dios de los padres de Israel como Padre y Creador. Esta es la razón por la cual no se habla de una alteración radical con el Dios del pueblo, porque Jesús es el Padre "del cielo".

La relación de Jesús con Dios en el contexto del judaísmo del siglo es la negación de las mediaciones institucionales de la ley y el templo. Esta relación no implica la manipulación de la Divinidad ni la pérdida de identidad propia. Jesús no queda fusionado y absorbido por la divinidad, sino que se encuentra en su consistencia, y la criatura en Ella. La inmediatez se entiende en que cambia radicalmente las mediaciones de acceso a Dios, y no hay instancias de mediación exteriores a las criaturas.

Al convertir las criaturas en mediación y ser criaturas "de Dios" la mediación termina en ellas. No hay equivalencia e intercambios entre mediación ley-templo y la mediación criatura. La criatura ya no es una alternativa de mediación a la ley y al templo. No se cambia la criatura por la ley y el templo, pues se cosificaría la criatura para convertirla en un "pretexto" para estar en "bien" con Dios, sino que la criatura se convierte en fin: "a mí lo hiciste". El intercambio sería aterrador: las criaturas de Dios convertidas en la moneda de cambio para la salvación de los que siempre tienen que acumular "méritos" ante un dios que no es gratis sino el "gran mercader", el "gran contable" legitimador de tanto destrozo histórico, pasado y presente. La mediación siempre es interesante y se lleva a cabo. La "riqueza" espiritual siempre ha sido entendida como contabilidad. Gracias a Juan de la Cruz, que nos enseña en la "noche oscura" a sospechar de la riqueza espiritual.

Las criaturas son el lugar, no el medio, son el principio de la lectura de Dios, que se supone en Jesús nunca se utiliza en su propio estado. Nunca cura y alivia para tener seguidores, no fomenta clientelismo, su itinerario es pura desinstalación, no hay reinos según el orden de este mundo que oprimen y pisan. Se pasa de la percepción de las criaturas como medio a percibirlas como lugar, el acceso espacial y temporal al discernimiento, al modo de estar en la vida.

La ejecución de Jesús en la cruz es la consecuencia histórica de su discernimiento, de su modo de vivir, anulando las mediaciones opresoras para la inmensa mayoría de los hijos y las hijas de Israel. "Siendo hombre se ha hecho dios" y debe morir.

Jesús ha sub-vertido el orden. Lo "normal" y lo "natural" querido por los dioses ha sido des-velado como operador y estigmatizador para la inmensa mayoría de las criaturas de Israel. La cruz es la radicalización de una percepción de Dios que no exige nada ni mediadores interesados. El abandono de los suyos es consecuencia de un seguimiento que no dio beneficios ni primeros puestos en el reino, ni siquiera la posibilidad de administrar las nuevas mediaciones alternativas que esperan a Jesús con un hacedor de milagros. Este seguimiento es el que nos apremia para un discernimiento que subvierta lo que pensamos que "es así", y que se note en el modo en que actuamos en las criaturas y no sólo en los cambios interiores.

Bibliografía:

1.- Discernimiento y vida Cotidiana de Tony Catalá, S.J. (ponencia en una clase de Cristología en el ISI, Belo Horizonte, Brasil).

2.- García, José SJ; Ventanas que dan a Dios, Sal Terrae, Santander, 2011 p 241

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