miércoles, 14 de noviembre de 2018

Papa Francisco: un Obispo debe ser un siervo manso y humilde, no un príncipe

papa francisco sentando en la silla papa pensando con la mano en el rostro menton

Papa Francisco: un Obispo que sea rebelde, arrogante, borracho, codicioso u obsesionado con el dinero, es una calamidad para la Iglesia  


(CNS) - "Un obispo debe ser manso y humilde y al servicio de Dios, no de camarillas, bienes y del poder, especialmente si alguna vez debe "arreglar" lo que debe hacerse por la Iglesia", asií lo expresó el Papa Francisco en su homilía de la Misa celebrada en la Residencia de Santa Marta en el Vaticano.

La homilía del Papa Francisco estuvo basada la Lectura de la Carta de San Pablo a Tito (1,1-9) que describe cuáles deben ser las cualidades y el papel de un Obispo.

Un obispo siempre debe corregirse y preguntarse:

"¿Soy un administrador de Dios o un hombre de negocios?".

Cómo debe ser un Obispo

San Pablo subraya que un obispo debe ser un administrador o administrador de Dios, no de bienes, de poder y de camaradas.

Por encima de todo, un obispo debe ser intachable, la misma cualidad que Dios le pidió a Abraham cuando dijo: "camina en mi presencia y libre de culpas". Es to, es una cualidad que es la piedra angular de cada líder

Cómo NO debe ser un Obispo.
Según San Pablo, un obispo no debe ser licencioso, rebelde, arrogante, irritable, borracho, codicioso u obsesionado con el dinero. Un obispo con solo uno de estos defectos, es una calamidad para la iglesia.

Un obispo debe ser hospitalario, templado, justo y santo; El apóstol debe tener dominio propio, amar al bien y ser fieles a la Palabra y al verdadero mensaje tal como le fue enseñado.

Si esto es lo que debería ser un obispo, entonces ¿sería maravilloso hacer estas preguntas al principio, cuando se hacen preguntas para elegir obispos? ¿Para saber si uno puede continuar con otras preguntas?.

Obispo manso y humilde
Sobre todo, un obispo debe ser manso, humilde y un siervo, no un príncipe.

Esta es la Palabra de Dios que viene desde la época de San Pablo y no es algo reciente del Concilio Vaticano II.

La Iglesia solo puede "arreglar" lo que necesita corregirse cuando tiene obispos que tienen estas cualidades.

Lo que le importa a Dios, es la humildad y el servicio de un obispo, no lo agradable que es o lo bien que predica.

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