viernes, 13 de octubre de 2017

Sáb 14 Oct Evangelio del día Vigésimo séptima semana del Tiempo Ordinario - Año Impar

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“ Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen ”
Primera lectura
Lectura del libro del profeta Joel 4,12-21
«Que se levanten las naciones y acudan al valle de Josafat; allí me sentaré a juzgar a las naciones vecinas. Empuñen las hoces, porque ya la mies está madura, vengan a pisar las uvas, porque ya está lleno el lagar, ya las cubas están rebosantes de sus maldades. ¡Multitudes y multitudes se reúnen en el valle del Juicio, porque está cerca el día del Señor! El sol y la luna se oscurecen, las estrellas retiran su resplandor. El Señor ruge desde Sión, desde Jerusalén levanta su voz; tiemblan los cielos y la tierra. Pero el Señor protege a su pueblo, auxilia a los hijos de Israel. Entonces sabrán que yo soy el Señor, su Dios, que habito en Sión, mi monte santo. Jerusalén será santa, y ya no pasarán por ella los extranjeros. Aquel día los montes destilarán vino y de las colinas manará leche. Los ríos de Judá irán llenos de agua y brotará un manantial del templo del Señor que regará el valle de las Acacias. Egipto se volverá un desierto y Edom una árida llanura, porque oprimieron a los hijos de Judá y derramaron sangre inocente en su país. En cambio, Judá estará habitada para siempre, y Jerusalén por todos los siglos. Vengaré su sangre, no quedarán impunes los que la derramaron, y yo, el Señor, habitaré en Sión».

Salmo

Sal 96 R/. Alegraos, justos, con el Señor
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tinielba y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R/.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.

Amanece la luz para el justo
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.R/.

Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11,27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo gritando, le dijo: «¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!»
Pero Jesús le respondió: «Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».

Reflexión del Evangelio de hoy
Sabréis que yo soy el Señor,  vuestro Dios
Los textos proféticos están vinculados a hechos históricos muy concretos, que si los desconocemos nos hacen difícil su interpretación. El libro del profeta Joel (s. V-IV a. C.) es una pequeña obra que consta de cuatro capítulos a modo de díptico. El primer cuadro (cc.1,1-2,27) está centrado en el tiempo histórico, es decir lo que está viviendo el pueblo en ese momento: Israel está siendo devastado por una plaga de langostas (1,1-6), y una gran sequía (1,10-12. 17-18); el segundo cuadro (cc.2,28-4,21) versa sobre el horizonte escatológico que están por llegar, el día de  Yahvé, y en el que el Señor juzgará al pueblo según su comportamiento. El texto que nos propone la liturgia pertenece a esta segunda parte.

La catástrofe nacional provocada por la plaga y la sequía, suscita en el pueblo una actitud de conversión profunda y suplica la compasión divina (2, 12-17), por lo que cuando llega el día de Yahvé no aparece tan terrible como parecía al inicio. Ese día escatológico aflora con una doble actuación por parte de Yahvé. Por un lado, juzga a las naciones paganas en el valle de Josafat que resultan condenadas por no haber escuchado la palabra del Señor;  y por otro, restaura a su pueblo que le ha escuchado y obedecido. Esto se manifiesta en la naturaleza a través diversos símbolos que hablan de fecundidad: “las montañas chorrearán vino nuevo, las colinas rezumarán leche  y todos los torrentes de Judá  bajarán rebosantes”. La transformación de la naturaleza constituye el signo de la nueva era, que será definitiva y perpetua, y cuya garantía y signo es la presencia del Señor en Sion: “Sabréis que yo soy el Señor,  vuestro Dios”.

Aunque la transformación y restauración definitiva de la naturaleza y de nosotros mismos, se realizará en plenitud “en los tiempos últimos”, en el día a día de nuestra vida  se va desplegando poco a poco. Si nuestra actitud es de conversión permanente ante la escucha de la Palabra, la vida de Dios inundará la nuestra y nos restaurará, nos revitalizará, nos llevara a vivir en plenitud cada minuto de nuestra existencia. El salmo de hoy así lo expresa: “Amanece la luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón” (Sal 96).

La verdadera felicidad
El texto del evangelio de hoy  se encuentra situado en la segunda parte del evangelio, en la que Lucas nos va presentando a Jesús caminando  hacia Jerusalén (9,51-19,28). El camino es tanto un itinerario geográfico, como teológico. Jesús ha decidido caminar hacia la ciudad santa sabiendo los acontecimientos que se producirán en ella. El camino de Jesús es también el camino que ha de recorrer el discípulo por lo que le va presentando las claves para andar por él. 

El relato anterior (11,14-26) criticaba a los que se oponen al dinamismo de los signos de Jesús y se cerraban a la palabra de Dios. Ahora el evangelista, como contraste, presenta este texto en el que se alaba a los que escuchan la Palabra (11,17-28). Para ello, Lucas yuxtapone dos bienaventuranzas, la de una mujer y la de Jesús.

Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron

La mujer levanta la voz.  Muestra que es una persona valiente, puesto que se atreve a desafiar las normas; estaba mal visto que una mujer hablara en público. Ella bendice al hijo a través de su madre. “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Como hija de su cultura alaba el seno y los pechos de María, signo de maternidad (Gn 49,25).

Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen

Cuando termina la mujer, Jesús eleva su voz con la que expresa que la dicha de María no se fundamenta tanto en la maternidad biológica, sino en la escucha de la Palabra de Dios y su puesta en práctica (Lc 1,38. 45; 2, 19,51). María aparece así  como modelo de todo discípulo y toda discípula. La verdadera felicidad del discípulo de Jesús no está en títulos, cargos, parentescos o posesiones. Para nosotros predicadores de la Palabra esto es un innegociable de nuestra vida. Escuchar, leer la Palabra nos va dando pistas para recorrer el camino de la existencia. Hacer una lectura creyente de la Palabra en nuestro día a día, puede hacernos vivir de forma diferente: darnos claves de sentido para el camino, y dotar nuestra vida de un horizonte, de una meta. ¿Cómo escucho cada día la Palabra que me propone el Señor a través de la Liturgia? ¿Dejo que permee mi corazón y lo transforme?


Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo

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