«Cuando el jueves, 10 de marzo, llegué a la Facultad de Psicología, un amigo me avisó de las pintadas contra la Iglesia en la capilla y de lo guerreras que estaban las asociaciones de izquierda. Le prometí pasar por el templo y rezar por los alumnos del Campus».
No, estas líneas no nos remontan a los años revolucionarios del comunismo ruso o a la revuelta estudiantil del célebre 68. En realidad, son el inicio del testimonio de Altamira Domínguez, una joven madrileña que estudia hoy en la Universidad Complutense en España. Pero dejémosle hablar… la dejamos yéndose a la capilla a rezar.
Defendiendo el templo
«Cuando me disponía a marcharme, el ruido desde un megáfono muy próximo me alertó de alguna concentración en el exterior. Pensé que se trataba de un acto en el Campus, hasta que una voz femenina dijo: “Vamos a cantar”, y entonó una especie de gregoriano. ¡Estaban en la puerta y, entonces, lo vi claro! Venían a manifestarse en son de burla».
Altamira no se lo pensó dos veces: se les paró delante e intentó hacerles ver que no podían estar ahí. «Sólo vamos a hacer un comunicado», le dijo una de las jóvenes. Sin poder pararles, y viendo que haciéndoles frente sólo empeoraría las cosas, se retiró a una de las bancas del templo.
La manifestación
Mayoritariamente mujeres, empezaron a quejarse de la presencia de una capilla en la universidad y repitieron cansinamente los clásicos tópicos, como la supuesta discriminación a los homosexuales y a las mujeres, para llegar a incluso defender la prostitución «como promiscuidad sin límites de ningún tipo».
Llegados a este punto, los manifestantes pasaron a los hechos. Así lo cuenta Altamira: «Las veinte [jóvenes] se quitaron el pañuelo de la cabeza, la camiseta y más de cinco se quedaron completamente desnudas de cintura para arriba. Se trasformaron, ya eran libres. Había llegado el culmen, el momento esperado, y aplaudieron exultantes. Dos de ellas se besaron».
Su actitud
Ante esta performance, como irónicamente lo llamó Altamira, ¿cuál fue su actitud? Ella vio lo más importante: ahí, delante, estaba Cristo viendo a estos hijos suyos que blasfemaban, que le insultaban, que le ignoraban. Por eso, no lo dudó: se arrodilló y ahí, en medio del triste espectáculo, oró con todo su corazón. La foto vale mil palabras.
La conclusión es un reto que la misma Altamira nos lanza: «Dios, que de los males puede sacar bienes, puede hacer que los católicos nos lancemos, de una vez, a dar la cara, a hacer apostolado abiertamente y sin complejos, a manifestar con la vida la alegría de seguir a Cristo; salgamos de nuestros miedos, cobardías y de nuestro secularismo interno. Muchos lo hacen, pero hay tantos dormidos… Yo, la primera que necesito conversión. Aun así repito: Jesús, te quiero».
Fuente: Mirada 21, 19-03-2011
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.
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