Foto: Infomadrid
Es viernes, 23 de junio. La capilla de la Universidad Autónoma de Madrid ha vuelto a ser atacada. Ocurrió de madrugada. A las pintadas de la última vez, quien o quienes hayan sido han incorporado una variable más: la utilización de un artefacto que pretendía prender fuego al recinto religioso. Gracias a Dios, no lo consiguieron, aunque sí causaron algunos desperfectos. La respuesta del Arzobispado de Madrid, de quien depende el lugar sagrado, dice mucho. Lo primero, oración por quien actúa así y vulnera la libertad religiosa de la comunidad universitaria. Luego dolor, porque la violencia solo es capaz de quebrar la convivencia en una sociedad plural.
Oración y dolor, al que añadir que la universidad debe ser, frente a estos actos, un lugar de excelencia, verdad, diálogo… de respeto a los derechos humanos, entre los que se incluye en lugar destacado el de libertad religiosa.
La violencia, desde luego, no cabe en una sociedad como la nuestra contra los que piensan diferente. Ni tampoco caben respuestas furibundas, ni victimizaciones desproporcionadas. Ni revolver la porquería.
Quizá sí algunas preguntas.
¿Por qué se ataca un lugar cuya predicación se fundamenta en el Amor?
¿Por qué se convierte en objetivo un pequeño espacio católico en una universidad?
¿Qué buscan los responsables?
Lo que está claro es que quienes hayan intentado quemar la capilla universitaria no representan ni siquiera una minoría dentro de la sociedad. Quizás un grupúsculo. Pues hasta los más beligerantes con la presencia religiosa en centros públicos como la Universidad Autónoma Madrid no han dudado ni un instante, como dicta el sentido común, en condenar el ataque.
Oración y dolor; defensa de los derechos de todos, en este caso el de la libertad religiosa. Y sentido común. Así, la porquería se quedará donde tiene que estar: en la basura.
Fecha de Publicación: 28 de Junio de 2017
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