lunes, 1 de mayo de 2017

VER A JESÚS Y NO RECONOCERLE



 VER A JESÚS Y NO RECONOCERLE

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Impresiona el cuadro de Rembrandt sobre el episodio evangélico de los discípulos de Emaús. Es la silueta de Jesús lo que muestra la pintura ante el rostro de asombro, bien definido, del discípulo. Efectivamente, el día ya acababa y Jesús había aceptado la invitación de sus compañeros de camino. Le reconocieron a partir el pan… El comentario de los textos evangélicos de la Resurrección no es fácil porque todos ellos abren muchas posibilidades de interpretación. Por un lado queda claro que los seguidores del Maestro de Galilea sólo se convencieron de quien era Jesús cuando resucitó y se les apareció. La semana pasada asistíamos a la incredulidad de Tomás. Y este domingo, ciertamente, a la incredulidad de Cleofás y de su acompañante. Relatan que habían oído hablar a las mujeres de “apariciones de ángeles” y de que “algunos de los nuestros” encontraron el sepulcro vacío. Desde luego, no eran certezas, pero también esas posibilidades de que se cumpliera lo que Jesús había anunciado les podrían haber inspirado. Pero no. Marchaban, huían más bien, a su pueblo, totalmente hundidos y desilusionados.

2.- Se produce, además, ese ver a Jesús y no reconocerle, como le había pasado a María Magdalena. De ahí surge la idea de un nuevo aspecto del Maestro que le hace irreconocible. Aunque más bien habría que pensar que le iban a reconocer cuando creyeran, realmente, en él. Y es la voz de Jesús, en caso de la Magdalena y las manos y su forma de partir el pan para los de Emaús. Realmente, Jesús pudo mostrarse a todo el pueblo. Y su sola imagen de Resucitado en medio de la explanada del Templo habría producido algo así como un cataclismo. Muchos habrían creído en Él. En estos tiempos habría dado una rueda de prensa… Pero no era eso lo buscado. Dios no se impone. Dios busca lo más hondo del corazón de cada uno. Intenta ayudar, intenta convencer. “Nuestro corazón ardía”. Eso es.

3.- Pero es obvio que cuando Jesús, ya glorificado, decide permanecer junto a sus discípulos es porque a estos les quedaba mucho camino por recorrer. Siempre me hecho la siguiente pregunta: ¿fue imprescindible que el Señor resucitara para que sus discípulos se convencieran de que no era un rey temporal, ni un caudillo político? Pues, me parece que sí. A pesar de su enseñanza de muchas horas, de muchos días en sus tiempos de vida en la tierra. Y el ejemplo está en la muy significativa narración de San Lucas respecto a los de Emaús descubre que esos seguidores de Jesús sólo esperaban su triunfo político. Además, el evangelio de San Juan narra, al final, la pregunta de los Apóstoles sobre "si va a ser ahora cuando restablezcas el Reino de Israel". No parece muy adecuada esa pregunta cuando ya discípulos y seguidores se "enfrentan" a un Jesús prodigioso con capacidad para atravesar barreras físicas y temporales. Y, sin embargo, el planteamiento del "gran sueño" sigue en pie. No debemos extrañarnos de ello. Nosotros nos hemos acostumbrado a la Resurrección de Cristo y a su condición de Dios desde el principio. La enseñanza de la Iglesia así lo dice.

4.- Los coetáneos esperaban el triunfo del Mesías que, entre otras cosas, se pensaba que era un camino emancipador, al modo del de los Macabeos, y frente al invasor romano. No obstante, los temores de Caifás respecto a "que muriera un solo hombre por el resto del pueblo" aclara bastante la situación. También la religión oficial judía y en especial fariseos y saduceos siempre vieron a Jesús como a un líder social y político. Es cierto que el mensaje espiritual de Jesús era concluyente y que preconizaba un reino de paz y fraternidad, pero probablemente la alta magistratura judía pensó que el nuevo profeta buscaba hacerse con el poder que residía en ellos. No fueron capaces de entender que "el reino de Jesús no era de este mundo". Es obvio que tampoco lo habían visto sus seguidores y que tuvo que llegar el Espíritu Santo para darles a conocer la auténtica realidad. Aunque durante esos días posteriores a Resurrección todos --apóstoles, discípulos y seguidores— sintieran que "ardía su corazón mientras hablaba por el camino y explicaba las Escrituras".

5.- Será, pues, muchos meses y años después de la Ascensión cuando el recuerdo del periplo terrestre de Jesús comience a inscribirse en esa capacidad transcendente, espiritual, religiosamente propiamente dicha… y no política. Pero haría falta tiempo, insisto. En toda conversión hace falta ese tiempo y, al fin al cabo, la historia del cristianismo no es otra cosa que un conjunto continuado de conversiones. Y es esa cercanía del Dios "ya ausente" --en forma del Espíritu— lo que ayudará a mejor entender todos los matices. Y también en nuestro propio periplo actual, no podemos dejar de invocar al Dios altísimo para que nos ayude a mejor comprender lo que su hizo quiso hacer en los tiempos de su presencia terrestre. Es fácil asimilar la idea de que todos los cristianos de todas las épocas tenemos un gran parecido entre sí y dicha identidad se completa por la presencia de la Santísima Trinidad en nuestras almas, en nuestro espíritu, que nos enseña e ilustra, como lo hizo el Señor Jesús en esos tiempos posteriores a la Resurrección, con sus discípulos.

6.- Pedro, vicario de Cristo en la Tierra y primer Papa de la Iglesia, es protagonista de las otras dos lecturas. La segunda lectura es, precisamente, un texto sacado de su primera carta y que da una excelente referencia a la creación de nuestra fe. Dice: "Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza". La gran novedad que ofreció Jesús a los hombres es un conocimiento más certero de cómo era Dios Padre y de cómo conocida su "imagen invisible" sabemos que todo el amor y la ternura procede del Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Pero, a su vez el relato de los Hechos de los Apóstoles da la misma doctrina que la Carta de Pedro y, en su contenido, parecen --casi-- el mismo texto. Lo que se intenta es profundizar sobre la muerte y resurrección de Jesús en un contexto histórico determinado, para al superar dicho contexto testimoniar la fuerza de Dios y el poder de su Hijo. Poco importa ya como fueron aquellos hechos terribles de la muerte del Salvador, lo que queda es la prueba de su divinidad y del hecho fehaciente de que reina a la derecha de Dios.

7.- Hemos dicho muchas veces que este tiempo de Pascua hace más propicia, más profunda nuestra conversión. Y también que con la mirada del corazón puesta en estas escenas del tiempo posterior a la Resurrección podemos incrementar nuestra fe y nuestra esperanza. La importancia de la enseñanza de la Escritura ofrecida como liturgia en la misa de cada domingo es enorme. Hoy el episodio de los de Emaús en sencillamente impresionante. Se nos grava fuerte en nuestra conciencia. Y sus imágenes nos inspiran… El Señor camina a nuestro lado y no lo reconocemos. Muchas veces nos habrá pasado esto. Ver a Jesús, sin verlo, en cualquier episodio de nuestra vida. Y luego, al recapacitar un poco, descubriríamos que nos ardía el corazón en torno a ese hermano nuestro que sufría y nos necesitaba. Sin duda, era Jesús, pero no sabíamos verlo.

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