ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
Enfilas los pasos hacia el altar. Haces silenciosa e íntimamente tu comunión espiritual consciente de a quien vas a recibir.
Además de recibir al mismo Cristo en la Hostia Consagrada, el Jesús vivo y verdadero, de tomar su cuerpo y recibir en tu alma al mismo Dios, ¿Qué es comulgar para mi?
Comulgar es aceptar que ese Cristo que está dentro de mi espera un compromiso cierto, una fe firme y una esperanza viva. Es convertir mi vida en testimonio en mi entorno profesional, familiar y social. Es hacer presencia del don personal de Dios que es Jesús en la intimidad de mi corazón. Es profundizar en su Palabra y en su doctrina. Es hacer míos los valores del Evangelio. Es hacer santas mis aspiraciones personales. Es olvidarme de mi y entregarme al prójimo. Es hacer fecundas mis obras de caridad y misericordia. Es amar al prójimo sin componendas. Es amar a la Iglesia sin enjuiciarla. Es saber llevar la cruz cotidiana. Es respetar las opiniones de los demás y no menospreciarlas. Es hacer de mis alegrías y tristezas, de mis éxitos y mis fracasos, de mis ahogos y mis esperanzas una alabanza permanente. Es convertir mis palabras, mis pensamientos, mis actos y mis sentimientos en una unidad con Cristo. Es tener el valor de condenar la injusticia y enfrentarse a la verdad. Es no tener miedo de levantar la voz por Cristo. Es perdonar al que te hiere.
Comulgar es para mi transformarme en Cristo, para que Cristo viva en mí y yo en Él y en Él para los demás. Comulgar es comprometerme de verdad por su causa y la de mi comunidad.
Comulgar es amar a Jesucristo para atraer su espíritu y sus gracias y obtener de Él, como de su origen, las virtudes que me son necesarias. Es respirar sin contención el espíritu. los sentimientos de Cristo.
Para mi comulgar… es amar.
orar con el corazon abierto
Que puedo decir yo que no se diga en esta bellísima oración de san Ignacio de Loyola:
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos.
Amén.
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