miércoles, 5 de septiembre de 2018

Papa Francisco: Dios hace fiesta cuando te confiesas y pides perdón

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Confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten una mancha. ¡No! Es ir a encontrar al Padre que perdona y que hace fiesta  


“Ante todo, ¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar" Es lo que ha manifestado el Papa Francisco en su homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

¿Cuántos de nosotros no sentimos que nuestro mundo se derrumba por pensar que las faltas que hemos cometidos y esos falsos escrúpulos que sentimos nos impiden acercarnos al Dios de la misericordia, al Dios del amor?

Todos somos pecadores, pero también es cierto que también todos somos perdonados por Dios si nos acercamos a Él con un corazón arrepentido y sobre todo, sabiendo que somos «hijos» de un Padre que acoge, recibe y anima a salir adelante.

El Santo Padre ha querido expresar la forma en que Dios nos perdona cuando vamos arrepentido por nuestros pecados. Te invitamos a leer sus palabras a continuación:


Dios hace fiesta cuando uno le pide perdón
Es el trabajo de Dios, y es un trabajo hermoso: reconciliar. Porque nuestro Dios perdona cualquier pecado, lo perdona siempre, hace fiesta cuando uno le pide perdón y olvida todo.

El Dios que reconcilia, eligió enviar a Jesús para restablecer un nuevo pacto con la humanidad y el fundamento de este pacto es básicamente uno: el perdón. Un perdón que tiene muchas características.

Ante todo, ¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar.

Cuando Pedro pregunta a Jesús: “¿Cuántas veces debo perdonar? ¿Siete veces?”. “No siete veces: setenta veces siete”. Es decir siempre. Así perdona Dios: siempre.

Y si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, un poco arrepentido, pides perdón, ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre”.

Basta arrepentirse y pedir perdón, sin pagar nada
Sin embargo, la duda que podría surgir en el corazón humano está en el “cuánto” Dios está dispuesto a perdonar. Y bien, basta arrepentirse y pedir perdón: No se debe pagar nada, porque ya Cristo ha pagado por nosotros.

El modelo es el hijo pródigo de la Parábola, que arrepentido prepara un razonamiento para exponerle a su padre, el cual ni siquiera lo deja hablar, sino que lo abraza y lo tiene junto a sí:

No hay pecado que Él no perdone. Él perdona todo. "Pero, padre, yo no voy a confesarme porque hice tantas cosas feas, tan feas, tantas de esas que no tendré perdón..." No. No es verdad. Él Perdona todo. Si tú vas arrepentido, perdona todo.

Cuando… ¡eh!, tantas veces ¡no te deja hablar! Tú comienzas a pedir perdón y Él te hace sentir esa alegría del perdón antes de que tú hayas terminado de decir todo.

La Confesión es un encuentro con el Padre
Cuando perdona, Dios hace fiesta. Y, en fin, Dios olvida. Porque lo que le importa a Dios es encontrarse con nosotros.

“¿Estoy dispuesto a perdonar todo?”, “¿a olvidarme de los pecados de aquella persona?”. La confesión más que un juicio, es un encuentro.

Tantas veces las confesiones parecen una práctica, una formalidad : "Bla, bla, bla…, bla, bla, bla…, bla, bla … Vas". ¡Todo mecánico! ¡No! ¿Y el encuentro dónde está? El encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta. Éste es nuestro Dios, tan bueno.

También debemos enseñar: para que aprendan nuestros niños, nuestros muchachos a confesarse bien, porque ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten una mancha. ¡No! Es ir a encontrar al Padre, que reconcilia, que perdona y que hace fiesta.

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