Foto: Parroquia Nuestra Señora de las Rosas
«Mirad cómo se aman». Este, decía Tertuliano en el siglo II, era el rasgo más atractivo que ofrecían los cristianos a la sociedad romana. De nada sirve definir la Iglesia como comunidad de bautizados si esos lazos fraternales no se experimentan de forma personal en pequeños grupos, en los que cada persona sea valorada y considerada corresponsable de los asuntos comunes. En la estela del Vaticano II, el Papa insiste en combatir la mentalidad del clericalismo que persiste en muchos ámbitos católicos. Desde la misión compartida que llevan a cabo muchas congregaciones religiosas a la creciente incorporación de laicos a puestos de responsabilidad en las curias diocesanas, cada vez hay más ejemplos en esta dirección. Alfa y Omega se fija esta semana en el novedoso caso de la parroquia de Las Rosas en Madrid, que tiene al frente a una comunidad Adsis constituida por una familia, dos sacerdotes y una mujer célibe. Se trata de una realidad no extrapolable sin más a otros contextos, pero sirve de inspiración y recuerda que, originaria y etimológicamente, Iglesia significa asamblea.
Alfa y Omega
Fecha de Publicación: 06 de Septiembre de 2018
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