viernes, 18 de mayo de 2018

Te he elegido a ti porque te amo

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios


El sábado por la mañana asistí a Misa en el templo de los Misioneros del Sagrado Corazón de mi ciudad. Al comenzar la ceremonia, el oficiante explicó que ese día conmemoraba los cincuenta años de su ordenación sacerdotal. Toda una vida como misionero vivida en Guatemala.
Empezó dando gracias a Dios por la misión y dijo que si seguía siendo sacerdote después de cincuenta años era porque los pobres le habían evangelizado. Y se hizo una pregunta, que al responderla me llenó el rostro de lágrimas y el corazón de gozo: ¿A qué se debía tanta gracia? Al amor de Dios y a la oración de su madre.
El padre Joaquín, como así se llama este hombre de Dios, explicó que cada día su madre asistía a la Eucaristía en el santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y le pedía a la Virgen con mucha fe y confianza que alguno de sus tres hijos varones fuese sacerdote misionero. Emocionado y agradecido, el sacerdote decía que una de las gracias más grandes es que por medio de su madre se había hecho realidad el mensaje del Evangelio: «En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará».

El sacerdote no se explicaba como Dios había elegido al más trasto de los tres hermanos varones, pero Dios siempre hace posible lo imposible. En los primeros años de sacerdocio pensaba que el día que se encontrara cara a cara con Dios le preguntaría: «¿Por qué me has elegido a mí para este ministerio?». Cincuenta años más tarde pensaba que no era necesario hacerlo, ya conocía respuesta. La había experimentado en el trato con sus feligreses y en la profundización de la Escritura: «Te he elegido a ti porque te amo». Ante una respuesta así uno no tiene capacidad para nada más porque queda completamente desarmado.
Y, en ese momento, las lágrimas brotaron en mi rostro y mi corazón se rompió en mil pedazos de alegría. Me sentí profundamente interpelado con el «Te he elegido a ti porque te amo». Uno de las claves de la revelación es que Dios nos ama de una manera específica y concreta a cada uno de nosotros. Jeremías dirá, poniendo las palabras en la boca del Padre, que «yo te amo con amor eterno», san Pablo dirá que Dios nos amó a cada uno antes de la creación del mundo y Jesús dirá que no hay amor más grande que dar la vida por el otro. Y Él ha dado la vida por nosotros.
Eso me lleva a profundizar en tres aspectos esenciales de mi vida como cristiano: no dudar jamás del amor de Dios cuando acuda a Él porque me ama con amor eterno; aplicar la máxima de san Juan de amar al prójimo porque el amor procede de Dios y el que ama ha nacido de Dios y creer siempre en el amor de Dios porque soy una elección suya para hacer el bien y llevar la esperanza, la luz, la caridad y el amor a los demás. 

¡Gracias, Padre, porque me interpelas y me demuestras cada día tu amor! ¡Gracias, Padre, porque aunque no es posible conocer tu calendario sí que podemos sentir tu amor y tu misericordia! ¡Hazme, Buen Dios, servidor y colaborador de tu providencia y tu gracia! ¡Que no olvide, Padre, como dijo Jesús que tu Reino es como un grano de levadura, una pequeña luz que brilla en la oscuridad de la noche! ¡Recuérdame, padre, que tu fuerza que viene del Espíritu se encuentra dentro de mi corazón y es producto de tu amor infinito! ¡Gracias, Padre, porque me haces comprender que las cosas que vienen de Ti comienzas siempre en lo pequeño, en lo humilde, en las cosas que no tienen pretensión de grandeza, sino que se producen cuando tu lo dispones! ¡Gracias, Padre, porque tu me eliges para lo que quieres porque simplemente me amas! ¡Gracias, Padre, porque me llamas a ser discípulo de tu Hijo aún siendo pequeño y débil aunque en mi pequeñez y mi debilidad esté presente tu fuerza! ¡Que mi vida, Señor, sea una permanente confianza en Ti, un acudir a tu corazón para pedir desde la sencillez! ¡Que sea, Padre, cuando Tu quieras y como Tu dispongas! ¡Por último, Señor, te quiero pedir como la madre de este misionero del Sagrado Corazón que llames a muchos hombres y mujeres a la vocación de consagrar su vida al servicio del Evangelio y al cuidado de la Iglesia porque la mies es mucha y los obreros son pocos!

Jaculatoria a María en el mes de mayo: ¡María, Madre de las vocaciones, fortalece a los que Dios ha elegido para ser consagrados de la Iglesia y ayúdales siempre a crecer en el amor y santidad para que respondan con fidelidad y compromiso a su vocación!

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