jueves, 24 de mayo de 2018

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

¿Cómo sería mi vida cristiana y espiritual sin la presencia del Espíritu Santo? Un vacío completo porque el Espíritu procede del Padre. La vida espiritual se vive en referencia a la Revelación y la Encarnación y se realiza con sus fragilidades y su lentitud en la Iglesia. Para que mi vida espiritual sea auténticamente cristiana y para que mi vida cristiana sea espiritual, necesito al Espíritu que une lo que se tiende a separar, que diferencia lo que podría confundirse … Misterio de Dios mismo, regalo a los hombres y animador de la Iglesia, ¡ese es el Espíritu Santo que obra en mi!
Celebrar el Espíritu Santo es sumergirse en el corazón del misterio de Dios. El Espíritu es al mismo tiempo un regalo en el corazón de la Trinidad y un regalo para los hombres, lo que nos hace no solo conocer a Dios sino también participar de su propia vida.
Recibir el Espíritu Santo es crecer en la percepción inteligente y amorosa de la Revelación dada por medio de Jesús.

Celebrar el Espíritu Santo es recibir sus dones. Es sentir la presencia de Dios, consuelo y transformación de nuestros corazones, de lo que en nosotros es rígido, demasiado caliente o demasiado frío, luz u oscuridad.
Recibir el Espíritu Santo es dejarse convertir por Él, transformarse, acoger, entregarse y amar.
Celebrar el Espíritu Santo es convertirse en testigo de la Verdad. Él es quien da testimonio de Jesús y quien a su vez nos hace testigos suyos. Es ser un instrumento de la Palabra y la Paz de Dios: ¡fuerza del Espíritu!
Recibir el Espíritu Santo es ser enviado como testigo de su amor, mediante la proclamación de la Palabra, la compasión y el servicio evangélico.
Celebrar y recibir, sintiendo la gracia de Pentecostés ¿cómo sería mi vida cristiana y espiritual sin la presencia del Espíritu Santo? Esta pregunta solo se puede responder abriendo el corazón.

¡Espíritu Santo, Espíritu de vida y de amor, imprime en mi corazón la vida divina que recibí de Ti en el momento de mi concepción y el día de mi bautismo! ¡Espíritu Santo, Tú que eres fuego y luz, llena mi corazón con el fuego de tu amor para derretir de mi interior la inmundicia de mis pecados! ¡Espíritu Santo consolador y sanador, cura de mi corazón todo aquello que deba ser sanado, todas las heridas que dañan mi interior, todas las falta que me impiden crecer! ¡Espíritu Santo que traes contigo el don de la fortaleza envíame este don para saber cargar la cruz, para superar las dificultades, para hacer grandes las cosas pequeñas de cada día y para dar gracias por cada paso que de! ¡Espíritu Santo, don de oración, enséñame a rezar y purifica mi pobre corazón para que abrirlo a la oración confiada y que ésta sea atendida por Dios! ¡Espíritu Santo, dador de vida, conviértete en el dueño de mi vida! ¡Espíritu Santo, que lo llenas todo con tu luz, con tu amor y con tu paz, puríficame, transfórmame y cámbiame para ser un auténtico seguidor de Jesús!

Jaculatoria a María en el mes de mayo: María, que llevaste siempre al Espíritu Santo en lo más profundo de tu Ser, concédeme la gracia de pedir siempre al Espíritu de la verdad que ilumine mi corazón!

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