martes, 22 de mayo de 2018

Dinamizador de la vida cristiana

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Es el Espíritu Santo el que dinamiza la vida del cristiano. Es el Espíritu el que lo impregna todo en nuestra vida haciendo que la presencia de Dios en el corazón del hombre no se convierta en algo estático sino en un algo dinámico, abierto al amor, a la misericordia y a la vida.
Por medio del Espíritu Dios todo lo impregna dándose a si mismo para que el hombre sea como Él, a su imagen y semejanza. Esta idea tan hermosa es la revelación que Jesús hizo a los hombres. A cada uno le corresponde personalizarlo en lo cotidiano de su existencia, interiorizarlo en el corazón y aceptarlo en su vida. El Espíritu Santo, el Espíritu divino, es la fuerza expansiva que ilumina al hombre, es un don continuo que se vierte sobre cada ser.
Cuando el hombre acoge el Espíritu, la presencia de Dios crece pausadamente como una semilla en el corazón del hombre hasta dar su fruto en la vida. Con el corazón abierto y abonado a la gracia, con el amor impregnado en él, Dios llega fruto de su amor y su generosidad. Y espera del hombre que se haga a su imagen y semejanza. Con Dios en el corazón, el hombre se potencia la grandeza de Dios.
La gloria de Dios reside en rendirle tributo por medio de la oración, del crecimiento interior, del servicio, del amor, de la escucha de la Palabra, de la vida sacramental.  Cuando uno lo hace, Dios se acerca al corazón de cada persona para que su vida de los frutos esperados. La cercanía de Dios potencia la vida del hombre. La gloria de Dios es la vida del hombre que Él ha creado de ahí que nos corresponde ensalzarlo, alabarlo y darle gloria en tributo de tanto amor.
Es condición de cristiano, de discípulo de Cristo, dejarse guiar por el Espíritu y descubrir de manera cotidiana la novedad de Dios, que es conocer la Buena Noticia del Evangelio, las enseñanzas de Cristo, la capacidad de servir y amar sin condiciones dando lo mejor de cada uno.
El riesgo recae en no creer en la fuerza viva del Espíritu en la propia vida, en apartarlo de nuestro corazón, en creer que no es necesario para avanzar espiritualmente, en suponer que ya tenemos un conocimiento claro de Dios, en presuponer que estamos en posesión de la verdad, en levantar muros que impidan a nuestro corazón amar.

Para llegar a la vida eterna hay que dejarse guiar por el Espíritu de Dios que es quien fortalece la fe, te permitir vivir con fortaleza de espíritu y te convierte en templo de Dios, antesala del reino eterno.

¡Oh Espíritu Santo, Tú te haces fuente de vida y santidad en el corazón de cada persona y realizas maravillas en quienes ponen toda tu confianza en Ti! ¡Llena mi vida! ¡Conviértete, Espíritu divino, en el Dios de mi vida interior, pon claridad a mi vida, dale luz a mi existencia, ofrece claridad a mi mente, inunda mi corazón con el fuego de tu amor, santifica cada uno de mis actos, de mis pensamientos y de mis palabras, purifica mi vida, dale brillo santo a mi alma y a mi espíritu, y haz que tu presencia en mi haga brillar mi interior con la fuerza de tu amor! ¡Aviva, Espíritu de Amor, la necesidad de un encuentro cotidiano contigo, fortalece mi vocación de cristiano y dale intensidad a mi vida de fe! ¡No permitas, Espíritu de fortaleza, que mis debilidades me venzan, que mis tibiezas me ahoguen y que mis resistencias levanten muros! ¡Otórgame, Espíritu divino, el don de piedad, fortaleza, sabiduría e inteligencia para velar siempre, para luchar con firmeza, para seguir siempre tus santas inspiraciones y consejos, para saborear la Palabra de Dios, para anunciar al mundo la verdad que es Jesucristo, para reconocer mi debilidad y fortalecer mi espíritu para crecer en santidad! ¡Haz, Espíritu de Bondad, que cada día mi vida se convierta en un caminar alegre y esperanzado, confiado y sereno, y sea una permanente alabanza y gloria al Padre, al Hijo y Ti mismo, que conformáis la Santísima Trinidad! ¡Conviértete, Espíritu Santo, alma de mi alma, en el inspirador de mi vida, mi guía y mi luz!

Ven, Santo Espíritu de Dios:


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