viernes, 25 de mayo de 2018

DEL GÉNESIS A LA LETRA - LIBRO VII CAPITULO I al CAPITULO XXVIII

La imagen puede contener: una persona, sentada y barba

Sant'Agostino - Augustinus Hipponensis


Traducción: Lope Cilleruelo, OSA
LIBRO VII

CAPITULO I

Se emprende la exposición acerca del alma

1. Y formó Dios al hombre del polvo de la tierra y sopló en la faz de él soplo de vida, y fue hecho hombre en alma viviente. Nos propusimos en el principio del libro anterior considerar estas palabras de la divina Escritura, y alegamos con el mayor empeño sobre la formación del hombre, principalmente de la del cuerpo, lo que nos pareció conforme a la divina Escritura. Mas porque la cuestión acerca del alma humana no es cosa pequeña, nos pareció mejor diferirla para estudiarla en este libro, ignorando hasta qué punto nos ha de ayudar el Señor a nosotros deseosos de hablar rectamente, sabiendo muy bien que no hablaremos nada con rectitud a no ser que El nos ayude. Se habla con rectitud, verdad y congruencia cuando, dudando aún de si una cosa es verdadera o falsa conforme a la fe o a la ciencia cristiana, no se rechaza nada audazmente o se afirma algo temerariamente. Mas lo que puede enseñarse fundados o en la clarísima razón de las cosas o en la certísima autoridad de las Escrituras, sin duda ninguna debe ser afirmado.

2. Primero veamos aquello que se escribió: Sopló o inspiró en la faz de él un soplo de vida, pues no pocos códices escriben: Alentó o infundió en la faz de él. Pero como los códices griegos digan ἐνεφύσησεν (enefisesen) no hay duda que debe decirse sopló o infló. Inquiríamos también en la disertación anterior, qué debíamos pensar acerca de las manos de Dios, cuando formó al hombre del limo. Ahora, pues, preguntamos también qué debe decirse sobre lo que está escrito sopló Dios. Diré que, así como no le formó con sus manos corporales, así tampoco sopló con fauces y labios carnales.


3. Sin embargo, en cuanto me es dado entender en esta cuestión tan difícil, la Escritura nos ayuda en gran manera a resolverla por esta palabra.

CAPITULO II

El alma no es de la misma naturaleza que Dios

Algunos creyeron que de esta palabra (soplo) se deducía que el alma era algo de la sustancia de Dios, es decir, de la misma naturaleza de la que es El; y afirmaron esto porque cuando el hombre sopla arroja algo de su naturaleza en el soplo. A éstos, ante todo, les avisamos que esta sentencia debe ser reprobada, porque es opuesta a la fe católica. Nosotros los católicos creemos que la naturaleza y sustancia de Dios es la misma Trinidad, la que creen muchos y entienden pocos, y que es absolutamente inmutable. Pero ¿quién no sabe que la naturaleza del alma puede cambiarse en peor o en mejor? Por lo tanto, creer que el alma y Dios son de una misma sustancia, es opinión sacrílega; ¿pues qué otra cosa se cree con esto, si no es que también Dios es mudable? Así, pues, debe ser creído y también entendido y de ningún modo dudado, lo que afirma la recta razón, que el alma proviene de Dios, como cosa creada por El, no como naturaleza de El, ya la haya creado o de cualquier modo la haya producido.

CAPITULO III

Prosigue la argumentación del capítulo anterior

4. Pero entonces, preguntan, ¿cómo se escribió sopló Dios en la faz del hombre y fue hecho el hombre en alma viviente, si el alma no es parte de Dios o sustancia propia de El? Antes bien de esta palabra (soplo) se deduce claramente que no lo es; porque cuando el hombre sopla, la misma alma ciertamente mueve la naturaleza del cuerpo que está sujetaaella, y de la naturaleza corporal no del alma hace el hombre el soplo. A no ser que quizá éstos sean tan rudos que ignoren que por este recíproco exhalar, mediante el cual introducirnos y expulsamos el aire que nos rodea, se hace el soplo, cuando soplamos voluntariamente. Pero dado caso que al soplar arrojásemos algo no de este aire que nos rodea y que se introduce y expulsa, sino de la misma naturaleza de la que consta nuestro propio cuerpo, aun así el cuerpo no es de la misma naturaleza que el alma, como nuestros adversarios confiesan. Por lo tanto, igualmente una cosa es la sustancia del alma que gobierna y mueve al cuerpo y otra el soplo que forma el alma no de sí misma, sino del cuerpo sujeto a ella rigiéndolo y moviéndolo. El alma rige al cuerpo, a quien tiene sujeto de una manera parecida, aunque ciertamente incomparable, a como Dios rige a la creatura sometida a El. Pues ¿por qué no se ha de entender más bien que Dios hizo el alma de la creatura sujeta a El, por aquello que se dijo, sopló? Ya que la misma alma, aunque no llegue a dominar de tal forma a su cuerpo como domina Dios el universo creado por El, sin embargo forma el soplo, con su impulso, mas no do su sustancia.

5. Podemos con certidumbre decir que el mismo soplo de Dios no es el alma del hombre, sino que Dios hizo soplando el alma del hombre; mas no se juzguen mejores las cosas que hizo por la palabra que por el soplo, porque en nosotros sea mejor la palabra que el soplo. Por consiguiente, nada se opone conforme a la razón anteriormente expuesta a que digamos que la misma alma es el soplo de Dios, mientras se entienda que no es de la naturaleza y sustancia de Dios, sino que es lo mismo soplar que hacer el soplo, y hacer el soplo es lo mismo que hacer el alma. Con esta sentencia concuerda lo que dice por Isaías: El espíritu procede de Mí y yo hice todo soplo. Y que no hable de cualquier soplo corpóreo lo enseñan las siguientes palabras, porque después de haber dicho todo soplo lo hice yo, añade y por el pecado le afligí un poco y le castigué1. Luego ¿a qué llama soplo, sino al alma, la que por el pecado fue castigada y contristada? Y ¿qué quiere decir yo hice todo soplo, sino yo hice toda alma?

CAPITULO IV

Dios, al soplar, no hizo el alma de sí mismo ni de elemento alguno

6. Si, pues, dijéramos que Dios es como el alma de este mundo corpóreo, para quien el mundo sería como el cuerpo de un solo viviente, no diríamos con razón que Dios soplando hizo el alma del hombre, a no ser que dijéramos que ella era corpórea, hecha de este aire sometido a El y exhalado por su cuerpo, pues no deberíamos pensar que habiéndola hecho y habiéndosela dado soplando se la hubiera dado de su misma naturaleza, sino del aire sometido a El y exhalado por su cuerpo; así como de semejante manera el alma hace el soplo, no de sí misma, sino de la cosa sometida a ella, es decir, do un cuerpo. Mas ahora puesto que no solamente decimos que el cuerpo del mundo está sujeto a Dios, sino que Dios está sobre toda creatura espiritual o corporal, debemos creer que Dios no hizo el alma al soplar ni de sí mismo ni de elementos corpóreos.

CAPITULO V

El alma fue hecha de la nada

7. Con razón puede preguntarse: ¿Fue hecha de aquello que de ninguna manera existía, es decir, de la nada; o de alguna sustancia que antes hubiera sido hecha espiritualmente por ti, pero que aún no era alma? Si creemos que Dios ahora no crea ya cosa alguna de la nada, después de haber creado todas las cosas al mismo tiempo, y por esto creemos que descansó de todas las obras que terminó, las que incoó para que se hicieran, de modo que todo lo que se hiciese después lo hiciera de estas cosas, no veo cómo podamos entender que El aún hace almas de la nada. ¿O acaso ha de decirse que en aquellas obras de los seis primeros días, hizo aquel día oculto? Si esto más bien conviene que sea creído, este día sería la naturaleza espiritual e intelectual, es decir, la unidad angélica, y el mundo, a saber, el cielo y la tierra. Y así, en estas naturalezas anteriormente existentes, creó las razones de los otros seres futuros, no las mismas naturalezas de ellos, pues de otro modo, si ya allí hubieran sido creadas como más tarde habían de existir, ya no serían futuras. Lo cual, si es así, aún no existía naturaleza de alma humana en las cosas creadas; solamente comenzó a existir cuando, soplando Dios, la hizo y la infundió en el hombre.

8. Mas no por esto se zanjó la cuestión. Aún se pregunta: ¿aquella naturaleza que se llama alma, y que antes no existía, la creó de la nada como si fuese su soplo, hecho no de alguna sustancia sometida, sino de la absoluta nada, en el tiempo que Dios quiso soplar, viniendo a ser este soplo el alma del hombre, lo que no decíamos del soplo que hace el alma mediante el cuerpo? ¿O si existía ya algo espiritual, aunque ello no fuera naturaleza de alma, al modo que la naturaleza del cuerpo del hombre aún no existía antes de que Dios la hubiera formado del limo o del polvo de la tierra? No era el polvo o el limo la carne humana, pero era algo de donde ella sería hecha, lo que aún no era.

CAPITULO VI

Precedió al alma así como al cuerpo alguna sustancia

9. Es, pues, creíble que Dios en aquellas primeras obras de los seis días creó, no solamente la razón causal del futuro cuerpo del hombre, sino también la materia de la cual fuera hecho, es decir, la tierra, de cuyo limo o polvo se formaría. ¿Y también que creara allí la sola razón causal del alma conforme a la cual se formaría después, mas no cierta sustancia apropiada, de la cual se formase el alma más tarde? Si el alma fuese algo inmutable de ningún modo deberíamos buscarla como básica sustancia de ella; pero su mutabilidad nos indica suficientemente que ella se vuelve deforme con los vicios y los engaños, y se forma con las virtudes y la doctrina de la verdad, pero esto sucede ahora en su naturaleza actual, por la que es alma, como acontece igualmente a la carne en su propia naturaleza, por la que es carne, que con la salud se hermosea y con la enfermedad y las heridas se deforma. Pero así como la carne, sin tener en cuenta que ya es carne, y a quien o le aprovecha el ser hermosa o le perjudica el ser deforme, tuvo materia, es decir, tierra de la cual se formara para ser por entero carne, así tal vez pudo también el alma, antes de que llegase a ser la naturaleza que se llama alma, para quien o la hermosura es una virtud o la deformidad un vicio, tener alguna sustancia de calidad espiritual, que aún no fuese alma (de donde procediese), así como la tierra de la cual se hizo la carne era ya algo, aunque no era todavía carne.

10. La tierra llenaba toda la parte inferior del mundo antes de que fuera hecho de ella el cuerpo del hombre, constituyendo toda la masa del universo, de forma que si no se hiciera de ella carne alguna de cualquier animal, no obstante con su naturaleza, conforme a la cual se llama mundo al cielo y a la tierra, llenaría el ámbito inmenso del universo.

CAPITULO VII

No puede explicarse qué cosa fuese aquella materia de donde se hiciera el alma

Aquella materia espiritual, si es que existió alguna de la que se hiciera el alma, o si existe alguna de donde se hacen las almas, ¿qué cosa es? ¿Qué nombre, qué forma, qué uso tiene en las cosas creadas? ¿Vive o no vive? Si vive, ¿qué hace, qué efectos produce en el universo? ¿Lleva una vida feliz o miserable, o ni una ni otra? ¿Vivifica a alguna cosa, o está libre de este ejercicio y en qué sitio ocultísimo del universo descansa ociosa, sin sentido activo y movimiento vital? Porque si aún carecía en absoluto de vida, ¿de qué modo sería cierta materia incorpórea y viva de vida futura? ¿O es que esto es falso o demasiado oculto? Pues si ya vivía, pero ni feliz ni miserablemente, ¿cómo era racional?; porque si solamente fue hecha racional, cuando de aquella materia se hizo el alma humana, entonces la vida irracional fue la materia del alma racional, es decir, de la humana; y, por lo tanto, ¿qué diferencia había entre ella y la de las bestias? ¿O es que era ya racional por la posibilidad, mas no por las obras? Si cuando vemos el alma de un niño decimos que es alma de hombre y afirmamos que es racional aun cuando no haya comenzado a usar de la razón, ¿por qué no ha de creerse, que del mismo modo en la materia de la que fue hecha el alma estuvo el movimiento de sentir inactivo, como está actualmente dormido el movimiento de raciocinar en el alma del niño, la que sin duda es alma de hombre?

CAPITULO VIII

No puede admitirse que fuera bienaventurada aquella primera materia del alma

11. Si la materia de la que fue hecha el alma del hombre tenía ya cierta vida feliz, entonces el alma fue hecha peor, y, por lo tanto, la materia no es un descenso, sino el alma un decaimiento de aquélla; porque toda materia cuando recibe la forma, sobre todo dada por Dios, sin duda se forma en una cosa mejor. Pero si puede entenderse el alma humana como un decaimiento de cualquiera vida constituida por Dios en felicidad, con todo no se ha de creer que empezará a existir de este modo en virtud de algún mérito suyo, porque este merecimiento no pudo tenerlo sino desde el momento que comenzó a vivir vida propia, cuando ella se hizo alma que animaba a la carne, usando de los sentidos como de mensajeros y sintiendo que vivía en sí misma con su voluntad, entendimiento y memoria. Si hay algo de donde sacara Dios este decaimiento para infundirlo en la carne formada, haciendo de este modo el alma soplando, y este mismo algo es feliz, de ningún modo se mueve, o se cambia o pierde algo de sí cuando de ello procede esto de donde se hace el alma.

CAPITULO IX

Tampoco aquella materia fue cierta alma irracional. 
No es, pues, un cuerpo, de forma que se aminore exhalando

12. Si el alma irracional es en cierto modo la materia de la cual se hace el alma racional, es decir, la humana, se pregunta de nuevo: ¿de dónde ha sido hecha esa alma irracional? A ella nadie la hace, sino es el Creador de todas las naturalezas. ¿Procede de materia corpórea?, entonces también la espiritual. A no ser que tal vez se diga que se hizo esto como por grados, aunque nadie niegue que Dios pudo hacerlo de un golpe. En fin: cualquiera que sea el intermediario empleado, si un cuerpo es la materia del alma irracional y un alma irracional es la del alma racional, sin duda un cuerpo es la materia del alma racional, lo cual no sé que jamás alguno se haya atrevido a pensar, a no ser los que colocan al alma entre alguna clase de cuerpos.

13. También debe evitarse el creer que el alma puede transmigrar de un animal a un hombre, lo que es absolutamente contrario a la verdad y a la fe católica, y esto sucedería si hubiéramos concedido que el alma irracional viene a ser como la materia de donde se hiciera el alma racional. Entonces sucedería que esta materia irracional, cuando se transforma en cosa mejor, sería el alma del hombre, y la otra también transformada en cosa peor, sería el alma de la bestia. Sobre esta ridícula invención de algunos filósofos se ruborizaron más tarde sus sucesores, y dijeron que sus maestros no habían afirmado tal cosa, sino que no habían sido comprendidos con rectitud. Yo creo que acontece aquí como cuando alguno juzga que esto mismo se afirma en nuestras Escrituras, donde se dice: El hombre colocado en honor no entendió, y así fue comparado a las bestias que no tienen razón, y se hizo semejante a ellas2; o donde se lee: No entregues a las bestias las almas que te alaban3. Todos los herejes leen las Escrituras católicas, mas no son herejes por esto, sino porque, no entendiéndolas bien, sostienen con pertinacia sus opiniones falsas contra la verdad de ellas. Cualquiera que sea o no sea la opinión de los filósofos sobre los cambios de las almas, no es permitido a los católicos creer que las almas de los animales pasan a ser de los hombres, o las de los hombres a ser de las bestias.

CAPITULO X

La semejanza de las costumbres no obliga a que el alma del hombre 
pase a ser alma de las bestias

14. Sin duda que los hombres se hacen, por la clase de vida, semejantes a los animales, como lo dicen las mismas acciones humanas y lo testifica la divina Escritura. En confirmación de lo cual se escribió aquello que conmemoré: El hombre colocado en honor no entendió, y fue comparado a los animales que no tienen razón, y se hizo semejante a ellos. Pero esto sólo acontece en la vida presente, mas no después de la muerte. Por lo tanto, no quería entregar al dominio de tales bestias su alma, el que decía no entregarás a las bestias el alma del que te alaba; el Señor nos declara qué bestias son éstas de las que debemos precavernos cuando nos dice: Ellas están vestidas exteriormente de pieles de ovejas, mas interiormente son lobos rapaces4; o al dominio del mismo diablo y sus ángeles, puesto que también éste es llamado león y dragón5.

15. Mas, ¿en qué argumentos se apoyan los filósofos al decir que las almas de los hombres pueden transmigrar después de la muerte a los cuerpos de los animales, o las de los animales pasar a los cuerpos de los hombres? Sin duda porque en confirmación de esto aducen la semejanza de costumbres que existe entre unos y otros; así, los avaros se cambiarán en hormigas, los rateros en milanos, los crueles y orgullosos en leones, los hombres entregados a la lascivia en puercos, y así por el estilo. Ciertamente afirman esto, pero no comprenden que por esta sola razón de ningún modo puede hacerse que las almas de los animales transmigren después de la muerte a los cuerpos de los hombres, porque de ninguna manera será el puerco más semejante al hombre que a otro puerco, y aun cuando los leones se amansen, más semejantes se hacen a los perros o a las ovejas que a los hombres. Como los animales no se apartan de las costumbres de los animales, aunque algunos se hagan algún tanto desemejantes a otros de su especie, sin embargo más semejantes son a los de su propio género que al género humano, y muchísimo más difieren de los hombres que de las bestias; por lo tanto, nunca jamás serán estas almas, almas de hombres, si aquellos animales llevan las almas de los que tuvieron costumbres semejantes. Si este argumento es falso, ¿cómo será su opinión verdadera? Algunas veces afirman que si no son en realidad semejantes, a lo menos son verosímiles. Por lo cual me inclino a creer lo que dicen los posteriores secuaces de los antiguos filósofos, que al estampar sus maestros estas cosas en sus libros quisieron dar a entender que más bien se hacían los hombres semejantes a las bestias en esta vida presente por cierta perversidad de costumbres y por cierta liviandad parecida a la de los animales, viniendo a ser de este modo animales. Dijeron esto a fin de que, presentando a los hombres tal bajeza, se apartaran de la perversidad de sus malos deseos.

CAPITULO XI

Transmigraciones ficticias de algunas almas

16. De aquellas cosas que se refieren haber acontecido, por ejemplo, que ciertos hombres casi recuerdan en qué cuerpos de animales vivieron antes sus almas, diremos que, o cuentan falsedades o por ilusiones demoníacas fue presentado esto en sus mentes. Sucede en los sueños que la memoria engañosa le haga como recordar al hombre que él fue el que nunca fue; o que hizo lo que jamás hizo. ¿Qué hay de extraño si por cierto justo y oculto juicio de Dios pueden los demonios insinuar tales cosas en los corazones de los que están despiertos?

17. También los maniqueos, que a sí mismos se tienen o quieren ser tenidos por cristianos, pertenecen a aquella caterva de filósofos gentiles, al opinar igualmente que ellos sobre el cambio o evolución de las almas. Aún más, si hay hombres vanos que crean estas cosas, entre todos, los maniqueos son los más detestables y perversos, porque aquéllos distinguen la naturaleza del alma de la naturaleza de Dios, mas éstos, al decir que ninguna otra cosa es el alma sino la misma sustancia de Dios, no titubean en afirmar torpísimamente que ella es mudable, puesto que dicen con extraordinaria perfidia, que no hay clase de hierba o de gusano donde no se halle mezclada y de donde no puede ser liberada si no es por un medio admirable. Si apartasen del ánimo estas cuestiones tan oscurísimas, las que examinan con pensamiento carnal, y, por lo tanto, es preciso que caigan y se envuelvan en opiniones monstruosas y falsas, tendrían sobre esto una cosa por firme, que Dios es absolutamente inmudable e incorruptible, lo cual, sin ambigüedades de disputa alguna, está incrustado natural y verdaderamente en toda alma racional. Toda esta fábula entretejida y adornada de mil modos y maneras, formada en sus vanas, huecas y sacrílegas mentes sobre la transformación torpe de Dios, se derrumba al instante.

18. No es, pues, la materia del alma humana el alma irracional.

CAPITULO XII

El alma no procede de elemento corpóreo

¿Qué es aquello de donde fue hecha el alma por el soplo de Dios? ¿Acaso era algún cuerpo terreno y húmedo? De ninguna manera; de esto más bien fue hecha la carne, pues ¿qué otra cosa es el limo, sino tierra húmeda? Tampoco se ha de creer que el alma fue hecha de sólo la humedad, como si la carne fuera formada de la tierra y el alma del agua. Es un absurdo demasiado grande juzgar que el alma del hombre fue hecha de donde lo fue la carne de los peces y de las aves.

19. ¿Quizá procede del aire, ya que a este elemento pertenece el soplo? Pero no el de Dios, sino el nuestro. Antes dijimos que esto pudo convenientemente creerse en la hipótesis de que Dios fuese el alma del mundo, como si fuera la de un ser inmenso animado, a fin de que así formara el alma del hombre, del aire de su cuerpo, como forma nuestra alma el soplo, del aire del suyo. Mas constando que Dios está a una incomparable e infinita distancia de todo cuerpo del mundo y de todo espíritu, a quienes creó, ¿cómo puede decirse esto con rectitud? ¿O es que tal vez cuanto más presente está Dios, por su omnipotencia singular, en el universo creado por El, tanto mejor pudo hacer del aire el soplo que fuese el alma del hombre? Pero como el alma no es corporal, y todo lo que se hace de los elementos corporales del mundo necesariamente es corpóreo, y entre los elementos del mundo se encuentra también este aire, no puede decirse que el alma fue hecha de aquí, ni tampoco del elemento de aquel puro y celeste fuego. No han faltado quienes afirmasen que todo cuerpo puede ser cambiado en otro distinto; pero que cualquier cuerpo, ya sea terreno o celeste, pueda convertirse en alma y hacerse naturaleza incorpórea, ni sé que alguno lo haya creído, ni la fe católica lo enseña.

CAPITULO XIII

Opinión de los médicos sobre el cuerpo del hombre

20. Además, no debe ser despreciado lo que no solamente dicen los médicos, sino que también afirman probarlo. A saber: que si toda carne manifiesta tener solidez de cuerpo terreno, sin embargo encierra en sí algo de aire, el cual se contiene en los pulmones, y desde el corazón por las venas que se llaman arterias se difunde por todo el cuerpo; y que también tiene algo de fuego residente en el hígado, con la cualidad no sólo del color, sino también de luz, la que enseñan cómo deslizarse y elevarse a la parte más alta del cerebro como al cielo de nuestro cuerpo, desde donde se lanzan los rayos de luz por nuestros ojos, y desde cuyo lugar como punto central se prolongan tenues filamentos, no sólo a los ojos, sino también a los otros sentidos, es decir, a los oídos, a las narices y al paladar, para oír, oler y gustar; y también al mismo sentido del tacto, que está repartido por todo el cuerpo, pues dicen que se dirige desde el cerebro por la medula de la cerviz, y enlaza por la espina dorsal a la que se contiene en los huesos, a fin de que desde allí se repartan ciertas ramificaciones finísimas que ejecutan el sentido del tacto.

CAPITULO XIV

El alma no procede de elementos corporales

Ciertamente que el alma recibe noticias por esta especie de mensajeros de todo lo que está al alcance de los sentidos; sin embargo, ella misma es hasta tal punto distinta de ellos, que cuando quiere entender, o las cosas divinas, o a Dios, o también estudiarse exclusivamente a sí misma, o considerar sus cualidades a fin de adquirir algo de verdad o de certidumbre, se aparta de la luz de estos ojos del cuerpo, y para este conocimiento no sólo emplea la ayuda de ellos, sino que se siente sin ella libre de todo impedimento y obstáculo, y así se eleva a la mirada de la mente. Luego ¿de qué modo será el alma algo de la misma naturaleza de los elementos, cuando la más excelsa de estas naturalezas, la luz, que sale de los ojos, solamente la ayuda para sentir las formas y los colores corpóreos, mientras que el alma tiene conocimiento de innumerables cosas completamente diferentes de todo lo que es corporal, y las conoce únicamente por el entendimiento y razón, a donde no alcanza ningún sentido de carne?

CAPITULO XV

El alma es incorpórea

21. Por lo tanto, no es ciertamente la naturaleza del alma humana, ni de tierra, ni de agua, ni de aire, ni de cualquier clase de fuego. Sin embargo, ella gobierna la materia más densa de su cuerpo, es decir, cierta tierra húmeda que se convirtió en cualidad de carne, por la naturaleza más sutil del cuerpo, esto es, por la luz y el aire, ya que sin estos dos elementos no existe sensación alguna en el cuerpo, ni el alma puede ejecutar movimiento corporal espontáneo. Como primero es conocer que hacer, así primero es sentir que mover. Luego el alma siendo sustancia incorpórea obra primeramente en el cuerpo que es más semejante a lo incorpóreo, es decir en el fuego, o más bien en la luz y en el aire, y por medio de estos dos elementos obra en los elementos restantes más densos del cuerpo, es decir, en el agua y en la tierra por quienes se consolida la grosura de la carne. Elementos estos dos últimos que son más apropiados para recibir la acción de los otros que adecuados para obrar.

CAPITULO XVI

Por qué se dijo «fue hecho el hombre en alma viva»

22. Me parece que se dijo: Fue hecho el hombre en alma viva, porque comenzó a sentir en el cuerpo, lo cual es indicio clarísimo de carne animada y viviente. También los arbustos se mueven, no solamente empujados por una fuerza exterior, verbigracia, al ser agitados por los vientos, sino también por aquel movimiento interior mediante el cual se obra todo lo que pertenece al crecimiento y a la especie de árbol, y por el que se introduce el jugo de la raíz y se convierte en las cosas de que consta la naturaleza de la hierba o del árbol, pues ninguna de ellas se hace sin el movimiento interno. Pero este movimiento no es espontáneo como aquel que se junta al sentido para gobernar el cuerpo, el que existe en toda clase de animales, a los que llama la Escritura alma viva6. También en nosotros se halla el movimiento interno sin el cual no crecerían nuestros cuerpos, ni se formarían las uñas ni los cabellos; mas si solamente tuviéramos éste sin aquel otro sentido y movimiento espontáneo, no diría la divina Escritura que el hombre fue hecho en alma viva.

CAPITULO XVII

Por qué se dice que Dios sopló en la faz del hombre

23. Por lo tanto, la parte anterior del cerebro, donde están distribuidos todos los sentidos, está colocada en la frente, y en la cara están como reunidos los órganos del sentido, exceptuando el del tacto, que se difunde por todo el cuerpo, el que, sin embargo, también se demuestra que tiene su asiento en la misma parte anterior del cerebro, desde donde se vuelve hacia atrás por lo más alto del cerebro y por la cerviz a la medula de la espina dorsal, de la que poco antes hablábamos; también tiene la cara el sentido del tacto igualmente que todo el cuerpo, pero en ella exclusivamente se hallan los sentidos de la vista, del oído, del olfato y del gusto; por esto creo que se escribió que Dios sopló en la cara del hombre un soplo de vida, puesto que con razón se prefiere la parte anterior a la posterior, porque la primera guía y la segunda obedece; de la primera depende el sentido, de la segunda el movimiento, así como el deseo precede a la acción.

CAPITULO XVIII

Los tres ventrículos del cerebro

24. Y como el movimiento corporal que sigue a la sensación no se da sin intervalos de tiempo en el movimiento espontáneo, y no podemos observar intervalos de tiempo en el movimiento espontáneo a no ser que nos valgamos del auxilio de la memoria; por esto se hace patente que hay como tres ventrículos en el cerebro: uno anterior hacia la cara, del cual depende toda sensación, otro posterior junto a la cerviz, del que procede el movimiento, y el tercero entre los dos, en el cual demuestran que tiene su asiento la memoria, pues cuando a la sensación no le sigue el movimiento es porque el hombre no enlaza lo que debía hacer, al olvidarse de lo que sintió. Esto, dicen los médicos, se prueba con señales ciertas, cuando estas partes padecen alguna enfermedad o adolecen de algún defecto, pues al no ejecutar los oficios de sentir o de mover los miembros o de acordarse de los movimientos del cuerpo comprobaron clarísimamente el ministerio que cada uno tiene. Por otra parte, también está demostrado el oficio que desempeñan los órganos una vez curados. Mas el alma que no es ninguna de estas cosas, obra en estas partes como en instrumentos vivificando y rigiendo a todas, y mediante ellas mira por el bien del cuerpo y por la conservación de la vida en la que el hombre fue hecho alma viviente.

CAPITULO XIX

Preeminencia del alma sobre las cosas corpóreas

25. Luego cuando se pregunta de dónde procede el alma, es decir, de qué cuasi materia haya hecho Dios este soplo que se dice alma, no debe pensarse en nada corpóreo, pues así como Dios excede en dignidad a toda creatura, así el alma, por la dignidad de la naturaleza, excede a toda creatura corpórea. Sin embargo, el alma gobierna al cuerpo por medio de la luz y el aire, que son los cuerpos más excelentes del mismo mundo, que tienen más aptitud para obrar que capacidad para recibir la acción de otros, al revés del agua y la tierra, y que son elementos más semejantes al espíritu. Notifica algo la luz corpórea; pero a quien notifica no es lo que es ella. A quien notifica es al alma, mas la luz que anuncia no es el alma. Se llama dolor a la incomodidad que el alma, al sentirse impedida en su acción por la que está presente el cuerpo rigiéndole, soporta por parte de las molestias del cuerpo, al ser alterado el estado de éste. El aire que está difundido por los nervios también obedece a 1a voluntad para mover los miembros, mas él no es la voluntad. Igualmente aquella parte media del cerebro que anuncia el movimiento de los miembros al alma, para retenerle en la memoria, no es la memoria.

Por fin, cuando todos estos como servidores están absolutamente afectados por cualquiera deformidad o perturbación, faltando los mensajeros del sentido y los servidores del movimiento, no teniendo ya como lugar donde estar, el alma se aparta del cuerpo. Mas si no llegan a desfallecer de tal suerte, como acontece con la muerte, entonces, al intentar como reintegrar a su estado a los servidores caídos, no pudiéndolo hacer, sólo se turba la atención del alma. También en aquellas cosas en que se altera se conoce qué parte de sus ayudantes se halla afectada, pero que la medicina ayude si puede.

CAPITULO XX

Una cosa es el alma y otra los órganos del cuerpo

26. Una cosa es el alma y otra distinta estos instrumentos corporales o vasos u órganos, o si pueden llamarse por otro nombre más apropiado. Esto se demuestra evidentemente porque muchas veces se aísla por el esfuerzo intensísimo de un pensamiento, de todas las otras cosas externas, hasta tal punto que no se da cuenta de muchas cosas que tiene puestas ante los ojos abiertos y sanos. Si la atención va siendo mayor, al andar, de repente se para, apartando el acto de la voluntad del órgano del movimiento por el que andaban los pies; mas si no es tanta la intensidad del pensamiento, que fije en un lugar al que camina, pero, sin embargo, llega a ser tal, que aquella parte media del cerebro que anuncia al alma el movimiento del cuerpo, no se ocupe de avisar, entonces algunas veces se olvida de dónde viene, y a dónde va, y deja atrás imprudentemente la ciudad a dónde se dirigía. Todo esto sucede aunque la naturaleza del cuerpo esté sana, porque su alma se halla entregada a otra cosa. Mas es cuestión que no viene al caso saber, si a estas ciertas partículas corporales del cielo corporal, es decir, de luz y de aire que reciben los primeros movimientos del alma vivificante, ya que ellas están por su semejanza más cerca de la naturaleza incorpórea que el agua y la tierra, a fin de gobernar por su ministerio inmediato toda la masa del cuerpo, las sacó Dios de este cielo extendido y dilatado y las mezcló o juntó al cuerpo viviente; o si las hizo del limo al igual que la carne. Pues es creíble que todo cuerpo puede cambiarse en todo otro cuerpo, mas creer que cualquier cuerpo puede mudarse en alma, es un absurdo.

CAPITULO XXI

El alma no es cuerpo ni procede de cuerpo alguno

27. Por lo tanto, tampoco debemos prestar oídos a lo que dijeron algunos que existe un quinto elemento corpóreo del que es hecha el alma, el cual no es tierra ni agua ni aire ni fuego, ya sea éste turbulento y terreno o aquel otro celeste, puro y brillante; no sé de qué otro elemento se trate que carece de nombre, pero, sin embargo, dicen que es cuerpo. Si los que piensan así entienden por cuerpo lo que entendemos nosotros, es decir, una naturaleza cualquiera dotada de longitud, de latitud y de altura, que ocupa un lugar en el espacio, tampoco éste es el alma, ni de él hemos de creer que fue hecha ella. Para no hablar demasiado lo diré en dos palabras: todo lo que es tal cosa puede dividirse y circunscribirse mediante líneas por cualquiera parte; si el alma fuera susceptible de tal división, de ningún modo podría conocer aquellas líneas matemáticas que no pueden cortarse a lo largo, las cuales, sin embargo, conoce que no pueden encontrarse en los cuerpos.

28. El alma no se presenta a sí misma bajo este aspecto de magnitud, pues no puede ignorarse aun cuando se busca a sí misma para conocerse. Cuando se busca, sabe que se busca, lo que no podría conocer si no se conociese, puesto que por ningún otro medio se busca, sino por sí misma. Luego cuando buscándose se conoció, perfectamente a sí misma se conoció, y todo lo que conoció es toda ella. Cuando se conoció buscándose toda entera se conoció, y se conoció toda entera porque no conoció alguna otra cosa, sino a sí misma por completo. ¿Por qué, pues, todavía se busca a sí misma, si se conoció al buscarse? Porque si se desconociese no pudiera conocerse buscándose; pero esto le acontece por lo que toca a la actual realidad. Cuando se busca, busca qué fue antes o qué será en el futuro. Deje ya, por lo tanto, de sospechar que es cuerpo, porque si fuese tal cosa tal se conocería, puesto que se conoce a sí misma mejor que al cielo y a la tierra a quienes ve por los ojos de su propio cuerpo.

29. Omito hablar de aquella otra facultad (memoria) del conocimiento sensible, la que sabemos que también poseen las bestias y las aves del cielo, mediante la cual regresan a sus moradas o nidos después de estar en los aires y captan las imágenes de todas las cosas corporales; dicha memoria no es, en modo alguno, semejante a ningún cuerpo, aunque donde se estampan las semejanzas de las cosas corpóreas, más bien debería asemejarse al cuerpo. Si esta facultad no es cuerpo, ya que es evidente que aquellas imágenes de los cuerpos no sólo se retienen en la memoria, sino que aún más también forman innumerables a voluntad, ¿cuánto menos el alma por sola cualquiera cualidad propia de ella podrá ser semejante al cuerpo?

30. Si dicen, por otra manera que tienen de ver las cosas, que todo lo que existe, es decir, que toda naturaleza y sustancia es cuerpo, les diré que no puede admitirse este modo de hablar para no caer en la confusión de no poder distinguir lo que es cuerpo de lo que no lo es, al no encontrar términos de distinción. Sin embargo, no debemos esforzarnos demasiado por cuestión de nombres, puesto que también nosotros expresamos todo lo que es el alma, diciendo que no es nada de los cuatro elementos conocidos, los que evidentemente son cuerpos, y además que tampoco es lo que es Dios. Qué sea esta naturaleza no se expresa mejor que llamándola alma o espíritu de vida. Se añade vida porque también al aire se le llama muchas veces espíritu. Como llamaron alma a este aire, ya no puede encontrarse un nombre que designe con propiedad esta naturaleza, que no es cuerpo, ni Dios, ni vida sin sentido, cual puede decirse que tienen los árboles; ni vida sin mente racional cual es la de los animales, sino vida al presente menor que la de los ángeles, mas después igual a la angélica, si viviere en este mundo conforme al precepto de su Creador.

31. Aunque hasta el presente se dude e investigue de dónde procede, es decir, de qué como materia ha sido hecha, o de qué naturaleza perfecta y bienaventurada haya salido, o si fue simplemente de la nada; sin embargo, en modo alguno debe dudarse que si antes fue algo, por Dios fue hecho lo que anteriormente fue, y ahora también por Dios ha sido hecha, para ser alma viviente. Por lo tanto, o no fue anteriormente nada, o si fue algo no fue lo que actualmente es. Bastante hemos tratado ya la cuestión, en la que buscábamos como la materia de origen de donde había sido hecha.

CAPITULO XXII

¿Fue creada la razón causal del alma en los seis días del Génesis?

32. Ahora, pues, si no fue en absoluto nada, debemos preguntar de qué modo pueda entenderse lo que se dijo antes, que su razón causal fue creada en las primeras obras divinas de los seis días, en las que hizo Dios al hombre a imagen suya; lo que no puede entenderse rectamente si no fue creado en cuanto al alma. Se debe aceptar que no decimos palabras carentes de sentido cuando afirmamos que Dios no creó entonces, al crear todas las cosas al mismo tiempo, las naturalezas y sustancias que habían de ser hechas después, sino ciertas razones causales de las naturalezas futuras. ¿Qué son, pues, estas razones causales según las cuales puede ya decirse que Dios hizo al hombre a su imagen cuando aún no había formado el cuerpo del limo, ni el alma soplando para infundirla en el cuerpo? Si hubo alguna razón causal y oculta para el cuerpo humano, por la que había de llegar a formarse más tarde, ésta era la materia de la que se formaría, es decir, la tierra en la cual hemos de creer que latía como en semilla aquella razón causal. Pero para hacer el alma, es decir, el soplo, que sería más tarde el alma del hombre, ¿qué razón causal creó Dios de antemano cuando dijo «hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza», si no existía naturaleza alguna en que se crease la razón causal? Puesto que las palabras de la Escritura no pueden entenderse, a no ser que las apliquemos al alma.

33. Si esta razón estaba en Dios, mas no en la creatura, aún no era creada. Luego ¿cómo se dijo hizo Dios al hombre a imagen de Dios7? Pero si estaba ya en la creación, es decir, en las cosas que había incoado Dios todas al mismo tiempo, ¿en qué criatura se hallaba?, ¿en la espiritual o en la corporal? Si en la espiritual, ¿obraba algo en los cuerpos del mundo, ya celestes, ya terrestres; o estaba ociosa en esta criatura espiritual antes de ser creado el hombre en su propia naturaleza, así como en el mismo hombre que vive vida propia radica ociosa y oculta la facultad de engendrar, la cual no se lleva a cabo si no es por la unión carnal y la concepción? ¿O es que también aquella naturaleza de la creatura espiritual, en la que estaba latente esta razón, no obraba nada según la cualidad de su propio obrar? Pero entonces, ¿para qué fue creada? ¿Quizá para contener la razón de la futura alma humana o de las futuras almas humanas, como si éstas (razones) no pudieran existir en sí mismas, sino en alguna creatura que ya viviere con vida propia, a la manera que la razón de engendrar no puede estar si no es en algunas naturalezas ya existentes y perfectas? Luego entonces el padre del alma es cierta creatura espiritual ya formada, en la cual está la razón causal de la futura alma, la que no sale de allí sino cuando Dios la hace para el hombre al soplar. Nadie crea y forma el germen que procede del hombre, ya sea de semilla o de prole, si no es Dios, mediante su sabiduría que abarca las cosas con su pureza, de tal modo, que no se mancha con nada8 al abrazar del uno al otro confín con fortaleza y ordenar con suavidad todas las cosas9. Pero no sé cómo pueda entenderse el haber sido creada tan sólo para esto. Ignoro qué creatura espiritual sea ésta, la cual no se conmemora en la creación hecha por Dios durante aquellos seis días, siendo así que se dijo que Dios hizo al hombre en el sexto día, al que ciertamente aún no había hecho en su propia naturaleza, sino únicamente en forma de razón causal en aquella creatura que no fue conmemorada. Debió, pues, ser conmemorada, la que de tal modo había sido terminada, que ya no debía de ser hecha según la razón precedente de su causa.

CAPITULO XXIII

¿Fue colocada en la naturaleza angélica la razón causal del alma?

34. ¿Quizá incrustó Dios en la naturaleza de aquel día primeramente creado, si este día se tomó rectamente por el espíritu intelectual, esta razón causal del alma que había de ser hecha cuando en el sexto día hizo al hombre a su imagen, colocando así la causa y la razón según la cual haría al hombre después de aquellos siete días, de tal modo que se entienda que creó la razón causal de su cuerpo en la naturaleza de la tierra, y la del alma en la naturaleza de aquel día? Pero si de este modo está en aquel día la razón anteriormente creada del alma humana que había de ser creada después, como se halla en el hombre la razón de su futura prole, ¿qué se dice cuando se dice esto, sino que el espíritu angélico viene a ser como el padre del alma humana? De modo que los hombres son los padres de los cuerpos humanos, los ángeles de las almas, mas Dios el creador de los cuerpos y de los almas; pero de los cuerpos por intermedio de los hombres, y de las almas por medio de los ángeles. ¿O creó Dios el primer cuerpo de la tierra y la primera alma de la naturaleza angélica en donde había establecido las razones causales de ellos cuando en el principio hizo al hombre en las obras que creó todas al mismo tiempo; y después creó hombres procediendo de los hombres de modo que el cuerpo emanase del cuerpo y el alma del alma? Violento es decir que el alma es hija del ángel, pero mucho más molesto es decir que procede del cielo corpóreo; ¿y cuánto más, afirmar que proviene del mar o de la tierra? Si se juzga absurdo que el alma fue creada causalmente en la naturaleza angélica, mucho menos aceptable es creer que la razón causal del alma fue creada en alguna creatura corporal cuando hacía Dios al hombre a su imagen antes de animar con el soplo al que formó a su debido tiempo del limo.

CAPITULO XXIV

¿Fue el alma creada antes de ser introducida en el cuerpo?

35. Veamos si tal vez pueda ser verdad lo que sin duda me parece a mí más tolerable al pensamiento humano, a saber, que Dios en aquellas primeras obras que hizo todas al mismo tiempo, creó también el alma humana, la cual a su debido tiempo la sopló en los miembros del cuerpo formados del limo de la tierra; y que también creó la razón causal del cuerpo en aquellas cosas creadas al mismo tiempo, según la cual hizo el cuerpo humano cuando debía ser hecho. No podemos entender rectamente aquello que se dijo a imagen suya, a no ser que lo entendamos del alma, ni lo que se dijo varón y mujer, si no lo entendemos del cuerpo. Se crea, pues, si la autoridad de las sagradas Escrituras o la razón de la verdad no lo contradicen, que el hombre de tal modo fue hecho el día sexto, que la razón causal de su cuerpo fue creada en los elementos del mundo, y su alma fue creada como se creó el día primero, y creada permaneció latente en las obras de Dios hasta que, soplando a su debido tiempo, es decir, inspirando, la introdujese en el cuerpo formado del limo de la tierra.

CAPITULO XXV

Si el alma existía fuera del cuerpo, ¿vino a él por su propia voluntad?

36. Mas de aquí nace de nuevo otra cuestión que no debe ser despreciada. Electivamente, si el alma ya había sido hecha y estaba oculta, ¿dónde podía estar mejor que allí? ¿Cuál fue, pues, la causa para que viviendo el alma inocentemente fuera introducida en carne para vivificarla, en la cual pecando ofendiera a Aquel que la creó, por lo que le sobreviniese el castigo del trabajo y el tormento de la condenación? ¿O quizá ha de decirse que se inclinó por propia voluntad a gobernar el cuerpo en cuya vida corporal, porque podía vivir justa o inicuamente, se le diera lo que eligiese, o el premio proveniente de la justicia o el suplicio merecido por la iniquidad, lo cual no es opuesto a la sentencia del Apóstol, que dice: Los no nacidos nada hicieron de bueno o de malo10? Aquella inclinación de la voluntad hacia el cuerpo aún no es un acto de bondad o de maldad, del que ha de darse cuenta en el juicio de Dios, en el que cada uno ha de recibir según las obras que hizo mediante el cuerpo, ya de bueno ya de malo11. ¿Por qué, pues, no se ha de creer también que vino al cuerpo por ordenación de Dios en donde si quisiera obrar según el precepto divino recibiera el premio de la vida eterna y de la compañía de los ángeles; y, por el contrario, si le despreciara expiaría su culpa con justísimas penas o de prolongados trabajos o de fuego eterno? ¿O es que esto mismo, el obedecer a la voluntad de Dios, es ya ciertamente una acción buena y, por lo tanto, contrario a lo que dice el Apóstol: Los aún no nacidos nada hicieron de bueno o de malo?

CAPITULO XXVI

Si el alma, por voluntad propia, se introdujo en el cuerpo, 
no previó lo que había de sucederle. Libre arbitrio

37. Si esto es así, confesaremos también que en aquel estado de cosas el alma no fue en un principio creada de modo que tuviese conocimiento futuro de sus obras buenas o malas. Es demasiado difícil creer que ella hubiera podido inclinarse por propia voluntad a vivir en el cuerpo, si previera que había de pecar en algunos, y por lo mismo ser castigada en justicia con perpetuo suplicio. Sin duda, con razón es alabado el Creador en todas las cosas que hizo sobremanera buenas. Y no solamente debe ser alabado por aquellos seres a quienes dio la presciencia, cuando con justicia es alabado también por haber creado a los animales, sobre los cuales la naturaleza humana, aun la de los pecadores, es más excelente, ya que la naturaleza del hombre fue creada por Dios, mas no la iniquidad, en la que él mismo se enredó usando mal del libre albedrío, el cual si le faltase sería menos excelente en la naturaleza de los seres. Ciertamente el hombre que vive con rectitud, aun sin conocer el futuro, debe pensar y en su pensamiento entender que la excelencia de la buena voluntad no le es un obstáculo para vivir santamente y agradar a Dios, pues aunque ignore lo futuro, como justo, vive de la fe. Luego, quien no quiere ser de este modo creatura entre los seres, se opone a la voluntad de Dios, y quien no quiere que ella expíe las penas por los pecados, es enemigo de la justicia.

CAPITULO XXVII

El alma se dirige al cuerpo por inclinación natural

38. Si el alma fue hecha para ser introducida en el cuerpo, puede preguntarse si fue forzada a entrar no queriendo. Más bien se ha de creer que ella naturalmente lo quiere; es decir, que fue creada en naturaleza queriente, así como nos es natural querer vivir. Mas vivir mal no es una propiedad de la naturaleza, sino de la perversa voluntad, la que con justicia se hace acreedora de la pena.

39. En vano, pues, se pregunta ya de qué como materia fue hecha el alma si puede entenderse rectamente que fue hecha en aquellas primeras obras (que se hicieron) cuando fue hecho el día, pues así como fueron hechas las cosas que no existían, igualmente fue hecha ésta entre aquéllas. Pero si existió alguna materia corporal o espiritual que había de ser formada, por Dios únicamente fue creada, por el que son creadas todas las cosas; ella precedería a su formación no en tiempo, sino en origen, como la voz precede al canto. ¿Qué cosa puede creerse más congruente, sino que el alma humana fue hecha de materia espiritual?

CAPITULO XXVIII

Dificultades que se presentan al decir que el alma de Adán 
no fue creada antes que fuese infundida soplando en su cuerpo

40. Si alguno no quiere admitir que el alma fue hecha antes de ser infundida en el cuerpo, sino después al soplarla en el cuerpo ya formado, vea qué responderá cuando se le pregunte dónde fue hecha. Porque o dirá que Dios hizo o hace algo de la nada después de la terminación de sus obras. Y entonces debe recapacitar de qué modo explique que el hombre fue hecho en el sexto día a imagen de Dios, lo cual no puede entenderse, a no ser que se diga que lo fue en cuanto al alma: Es decir, debe explicar en qué naturaleza haya sido hecha la razón causal de esto que aún no existía. ¿O dirá que el alma no fue hecha de la nada, sino de alguna cosa ya existente? Entonces trabajará buscando cuál sea aquella naturaleza, si corporal o espiritual conforme las cuestiones que anteriormente hemos tratado. Y subsistiendo la misma zozobra no tendrá más remedio que seguir preguntando en qué naturaleza de las cosas creadas en un principio en aquellos seis días haya hecho Dios aquella razón causal del alma a la que aún Dios no había creado ni de la nada ni de alguna otra cosa.

41. Pero, si quiere evitar esta dificultad diciendo que en el sexto día fue hecho el hombre del limo, pero que recapitulando la historia santa este hecho después le conmemoró, piense lo que dirá de la mujer, porque la Escritura dice: Varón y mujer los hizo y los bendijo12. Si respondiere que ella fue hecha en el sexto día de la costilla del varón, fíjese lo que tiene que afirmar, que en el sexto día fueron hechas las aves presentadas a Adán, siendo así que la Escritura insinúa que todo género de volátiles fue creado del agua en el día quinto. Asimismo tendrá que afirmar que los árboles plantados en el paraíso fueron hechos en el día sexto cuando la misma Escritura nos dice que esta clase de seres fue creada en el día tercero. Igualmente debe pensar qué signifiquen aquellas palabras y sacó Dios aún de la tierra todo árbol hermoso a la vista y bueno para comer, como si aquellos árboles que sacó de la tierra el día tercero no fuesen hermosos a la vista y buenos para comer, siendo así que se encontraban entre aquellas obras que hizo Dios sobremanera buenas. Además debe explicar qué quiere decir formó Dios aún de la tierra todas las bestias del campo y todas las aves del cielo13, pues parece que viene esto a decir que no fueron todas creadas las que primeramente lo fueron, o más bien que ninguna anteriormente había sido creada, porque no dijo: y formó Dios aún de la tierra las demás bestias del campo y las restantes aves del cielo, como si, en el sexto día, en cuanto a las bestias, y en el quinto, en cuanto a las aves, hubiera creado una cantidad más pequeña y después la completara, pues dice todas las bestias y todas las aves. Piense también de qué modo hizo todas las cosas en seis días: en el primero, el mismo día;enel segundo, el firmamento; en el tercero, la forma del mar y de la tierra, la hierba y los árboles; en el cuarto, los luminares y las estrellas; en el quinto, los animales de las aguas; en el sexto, los de la tierra; y después cómo es que se dice: Cuando fue hecho el día, hizo Dios el cielo y la tierra y todo lo verde del campo, siendo así que al hacer el día no hizo otra cosa sino el mismo día. Cómo hizo también todo lo verde del campo antes de que estuviese sobre la tierra, y toda hierba antes de nacer14, porque ¿quién no diría que entonces se hizo cuando nació y no antes, si no fuera porque a ello se oponen las palabras de la Escritura? Recuerde además que se escribió: El que vive eternamente creó todas las cosas a la vez15, y vea de qué modo haya podido decirse el haber sido creadas al mismo tiempo todas las cosas, cuando la creación de estas otras se separa con espacios de tiempo no sólo de horas, sino también de días. Procure demostramos que Dios descansó en el séptimo día de todas las obras que hizo, según lo dice el libro del Génesis16, y que sigue trabajando hasta el presente, como lo afirma el Señor17, siendo así que ambas cosas son ciertas y, sin embargo, aparecen opuestas. Tienda por fin, la mirada y observe cómo a las mismas cosas se dijo que están incoadas y también terminadas.

42. Por todos estos testimonios de la divina Escritura, la que nadie duda sea veraz, sino el infiel o el impío, nos inclinamos a la sentencia según la cual decíamos que Dios desde el origen del siglo creó primeramente todas las cosas a la vez; unas, creándolas en sus propias naturalezas; otras, procreándolas en sus causas. De modo que el Omnipotente hizo no sólo las cosas presentes, sino también las futuras, y de todas estas cosas creadas descansó, a fin de que por la administración y gobierno de ellas creara después en adelante el orden de los tiempos y los seres que aparecerían en ellos, el que también había terminado aquellas cosas por la conclusión de toda clase de seres, y las había incoado por la propagación a través de los siglos. Y así, por las obras terminadas descansó y por las mismas incoadas hasta ahora trabaja. Si pueden entenderse estas cosas de otro modo mejor, nosólo no me opondré, sino que también aplaudiré tal sentencia.

43. Resumiendo, acerca del alma, la que fue infundida por Dios en el hombre al soplar en su cara, sólo afirmo como cierto que procede de Dios, pero sin ser sustancia de El; que es incorpórea, es decir, que no es cuerpo sino espíritu, y espíritu no engendrado de la sustancia de Dios, ni procedente de su sustancia, sino hecho por Dios, y de tal modo hecho que ninguna naturaleza corporal o racional se cambió en naturaleza de él y, por lo tanto, creado de la nada. Asimismo afirmo que es inmortal según cierto modo de vida, el que de ninguna manera puede perder; mas según cierta mutabilidad por la que puede hacerse mejor o peor, no sin razón también pudiera decirse mortal, porque la absoluta y verdadera inmortalidad sólo la tiene Aquel de quien se dijo: El que únicamente tiene la inmortalidad18. Las demás cosas que examiné y de que hablé en este libro le servirán al lector para que, o conozca de qué modo deben buscarse, sin afirmar temerariamente opinión alguna, las cosas que la Escritura no expone con claridad, o, si no está conforme con esta forma de inquirir, sepa de qué modo busqué yo, a fin de que si él puede enseñarme otro método no lo rehúse; mas si no puede, busque conmigo a aquel de quien aprendamos los dos.

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