jueves, 25 de mayo de 2017

Orante a imitación de Jesús

orar con el corazon abierto
El Santo Padre pide constantemente oraciones por su persona. Desde diversos medios me llegan oraciones de intercesión por esta y aquella persona. Yo también pido oraciones por unos y otros. La Iglesia, más que nunca, necesita de corazones orantes. La oración lo transforma todo, lo cambia todo.
¿Por qué un cristiano debe ser orante? Simplemente por imitar a Cristo. Él fue un hombre de oración. Un Maestro de la oración. Y, porque, cuando te acercas a Jesús exhalas el aroma de Cristo. Y ese penetrante perfume lo adquiere Cristo de su íntima relación con Dios por medio de la oración. Es hermoso pensarlo porque siento que en una unión íntima con Él puedo llegar a respirar ese mismo perfume en mi oración.

Es difícil saber cómo oró Jesús en su treinta años de vida oculta. Con seguridad santificó sus jornadas en la carpitería de Nazaret. Oraría con José y María en algún rincón de su hogar y en la sinagoga de Nazaret. Sabemos, sin embargo, que en sus tres años de vida pública buscaba lugares alejados, se adentraba en las montañas, en los descampados y los huertos, y rezaba intensamente hasta el amanecer. Su oración pausada, sencilla, silenciosa y humilde al Padre desafiaba la salida del sol por el horizonte. Y ese resplandor iluminaba la gloria de Dios. La oración de Jesús era de alabanza, de acción de gracias, de disposición y de súplica.
Al igual que Cristo oraba, yo quiero ser un corazón orante. Al igual que la Santa Iglesia es orante con la Palabra y la Eucaristía, yo también anhelo ser un corazón orante. Y quiero serlo porque quiero estar unido al Señor y a la Iglesia, su Esposa amada, a través de la oración. Identificarme con Él y unir mi corazón al suyo. Ser orante porque el mundo necesita corazones orantes, entregados profundamente a la oración y la plegaria.
Al igual que uno entrega su vida al trabajo, al deporte, a la amistad, al juego, al descanso o a las actividades culturales, cuando uno reza entra en una dinámica de unión con Dios, impulsado por la fuerza del Espíritu Santo. Orar par ser feliz. Orar para sentir en lo más profundo del corazón la unión con el amor del Padre, con la gracias del Hijo y la amistad espiritual y la fuerza del Espíritu Santo.
Y, porque cuando uno ora, deja de ser uno mismo para asemejarse a Jesús.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario