martes, 30 de abril de 2024

 



CREO EN JESUCRISTO,
HIJO ÚNICO DE DIOS
«Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3, 16)

Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre, creemos y confesamos que, Jesús de Nazaret, hijo de María, nacido en Belén en tiempo de Herodes el Grande, crucificado en Jerusalén en tiempo de Poncio Pilato, y que resucitó de entre los muertos, es el Hijo único de Dios y nuestro Salvador.

JESÚS

El ángel Gabriel anunció a María que su Hijo, el Hijo de Dios, se llamaría Jesús: «Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lucas 1, 31).

Jesús quiere decir “Dios salva”. Este nombre nos revela la identidad y la misión de Jesús: es el Hijo de Dios y viene a salvarnos de nuestros pecados.

Dios es el único que puede perdonar los pecados de los hombres y darnos la salvación. Jesús nos salva de nuestros pecados, porque es el Hijo de Dios y Dios está presente en Él y actúa por Él.

CRISTO

La palabra “Cristo” es la traducción griega del término hebreo “Mesías”, que quiere decir “ungido”. En Israel eran ungidas todas aquellas personas que eran consagradas para una misión especial, recibida de Dios, como los reyes, los sacerdotes, y en algunos casos los profetas.

El Mesías que Dios enviaría a Israel para establecer definitivamente su Reino en el mundo, había sido anunciado por los profetas como descendiente del Rey David. El sería el “ungido” por excelencia, con una triple misión: sacerdote, profeta y rey. El profeta Isaías lo expresa con gran claridad:

“El Espíritu del Señor, Yahvé, está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahvé. Me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a vendar los corazones rotos;a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad” (Isaías 4, 21).

El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús, como el nacimiento del Mesías prometido a Israel: “Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo, Señor” (Lucas 2, 11).

Numerosos judíos, e incluso, algunos paganos que compartían la esperanza de los judíos, reconocieron en Jesús al Mesías, descendiente de David, prometido por Dios a Israel. Al ver sus milagros, “toda la gente atónita decía: ¿No será este el Hijo de David?” (Mateo 12, 23).

Jesús aceptó el título de Mesías, al cual tenía derecho, algunas veces con ciertas reservas, porque sus contemporáneos tenían una concepción política del Mesías prometido. La realeza mesiánica de Jesús se manifestó plenamente en la cruz.

HIJO ÚNICO DE DIOS

Jesús es también el Hijo único de Dios y como tal, la imagen de Dios su Padre. En Él, Dios se hace visible como un Dios con rostro humano. El Prólogo del Evangelio de San Juan expresa bellamente esta verdad:

“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. (…) Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. (…) A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único que está en el seno del Padre, Él lo ha contado” (Juan 1, 1.14.18).

Jesús tenía conciencia de su condición de Hijo de Dios, y de su misión salvadora. Los Evangelios nos lo muestran en diferentes pasajes, aunque esta verdad pasó desapercibida para sus contemporáneos. En el Evangelio de San Juan leemos sus palabras: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien ustedes dicen: ‘Él es nuestro Dios’, y sin embargo no lo conocen, yo sí que lo conozco» (Juan 8, 54-55a).

Solamente después de la resurrección e iluminados por ella, los apóstoles comprendieron plenamente la filiación divina de Jesús, es decir, su condición de Hijo de Dios, y comenzaron a hablar de Él en este sentido.

SEÑOR

En el Antiguo Testamento se emplea la palabra “Señor”, para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento usa el término “Señor”, para hacer alusión a Jesús, reconociéndolo así como Dios. En Jesús aparece la soberanía de Dios, en Él se hace presente Dios. Jesús se atribuye a sí mismo este título de “Señor”, con todo lo que significa: “Ustedes me llaman el Maestro, el Señor, y dicen bien porque lo soy” (Juan 13, 13).

A lo largo de toda su vida pública, Jesús mostró su soberanía divina con sus milagros sobre la naturaleza, sus curaciones, la expulsión de los demonios, y su dominio sobre la muerte y el pecado.

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