Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
En ocasiones, ¡cómo me cuesta comprender que el silencio es el espacio en el que Dios me espera! Me sorprendo con frecuencia confundiendo el silencio de Dios con su abandono porque se me hace difícil comprender lo que Dios espera de mi o lo que quiere que haga. En estos casos, descifrar sus silencios no me resulta sencillo porque en ocasiones no distingo si el que me habla es Él o es mi yo el que prevalece por ese anhelo interior de desear infinidad de cosas.
Uno asume que en ciertos momentos tomar la decisión acertada resulta complicado. ¿Hay que traspasar el umbral de la puerta o dejarla cerrada? ¿Tomar un camino o decidirse por otro? ¿Aceptar el reto o permanecer inmóvil? ¿Dar un sí por respuesta o callarse para evitar comprometerse?
Las decisiones dependen de muchos factores pero para escuchar a Dios tengo que dejar de escuchar el ruido de mi propia voz, a veces demasiado estridente.
Lo cierto es que el Dios de la vida, de la misericordia, de la bondad, de la ternura y, sobre todo, del amor siempre se mantiene a mi lado acompañándome fiel en mi caminar, renovando mi interior, sanando mi vida, transformando mi corazón, protegiéndome del mal y dándome la fortaleza para avanzar al caer.
En el silencio, Dios me —nos— guía. Por eso en el silencio es cuando más confío en Él porque puedes percibir ese susurro maravilloso que obra el milagro que esperas, sientes su amor y te llena de felicidad. En el silencio, Dios consigue abrir en cada vida un espacio de libertad iluminado por la fuerza de su amor, la fuerza de Su Espíritu. Basta escuchar en el interior la llamada de ese Amor y dejarse impregnar por él.
¡Señor, enséñame a orar! ¡Envía tu Espíritu y enséñame a orar para que por medio de tus miradas y tus silencios sea capaz de aprender a escuchar y a dialogar contigo! ¡Ayúdame a aprender también a orar con la vida, con tu buena nueva del Evangelio, con los susurros del Espíritu, con el encuentro cotidiano contigo! ¡Señor, que en el silencio sea capaz de interiorizarlo todo, dejarme tocar por ti, empaparme de tu amor, ser capaz de comprender con la sabiduría que viene del Espíritu el conocer lo que quieres de mi, el entender lo que me sucede, el aprender a cambiar, el profundizar sobre mi vida, el saber cambiar! ¡Señor, que en el silencio sea capaz de abrir el corazón para sentir tu presencia, para gustar de tu amistad, para saborear tus gracias, para dejarme tocar por tu amor, tu misericordia y tu perdón! ¡Señor, que en el silencio sea capaz de controlar mi voluntad para que todo mi querer y me hacer se ajusten su tu querer y a tu voluntad! ¡Señor, tu te revelas a los humildes y a los pequeños, a los que bajan la cabeza ante el hombre y la alzan ante ti, hazme pequeño Señor para que levantando los ojos del suelo pueda ver la vida con el corazón abierto como la ves tu!
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