Cada niño es un don único de Dios, tienen características particulares que nadie más tiene y así lo debemos ver, como Dios nos ve
Te invito hoy a meditar y orar sobre la gran gracia y responsabilidad de educar hijos de Dios. Son muchos los desafíos que enfrenta la familia en cada etapa del desarrollo de los hijos, porque cada hijo es diferente y cada etapa nos exige una nueva manera de atender a sus necesidades.
Pero cuando enfrentamos en Dios tales desafíos, crecemos junto a cada hijo. Cada niño es un don único de Dios: tienen características particulares que nadie más tiene y así lo debemos ver, como Dios nos ve. Ellos son una "segunda edición" nuestra, pero seres únicos, especiales.
Saber transmitir la realidad
Por otro lado, sería absurdo transmitirles la falsa noción de que es son centro del mundo y que todo está hecho para ellos.
Al contrario, es necesario que desde temprano les sea transmitido, en la pedagogía propia para su edad, que Dios es el centro del mundo y ellos son un don que viene de Dios para el mundo.
Son muchos los niños criados con la mentalidad de que el mundo y hasta otras personas son simplemente objetos de consumo, y a veces llegan a la edad adulta sin sentido en la vida.
Muchos se vuelven depresivos y terminan perdiéndose en la droga, en la prostitución, la marginalidad, o se vuelven adultos egoístas que influenciarán la sociedad con una mentalidad cada vez más destructiva.
Que en esta visita de Nuestra Señora a nuestra familia, seamos ungidos por el Espíritu Santo con el don de la sabiduría, que viene de lo alto, y es muy distinta de la sabiduría mundana.
Que el Espíritu Santo, por intercesión de Nuestra Señora y su Hijo nos conceda la gracia de educar hijos para el amor. Que el amor supere el egocentrismo.
Oramos también por todos los educadores, por las escuelas y universidades y profesores para que sean instrumentos eficaces de una cultura de vida y no de muerte.
Que todo estudio sea sometido a la Palabra de Dios que es la mayor educación que podemos dar a nuestros hijos, para ser el punto de equilibrio y discernir sobre la información que ellos reciben cada vez más rápidamente en nuestros días.
Para que la cultura de nuestros hijos sea dirigida a favor de la vida, como dice la Biblia:
"Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas" (Deuteronomio 6,4-9)
Poblar al mundo de adultos santos
Cuando la Palabra de Dios es proclamada y vivida por lo menos por uno de los padres u otro responsable directo del niño, se vuelve posible cambiar la pregunta: "¿Qué puede ofrecerme hoy la vida?", por esta otra: "¿Qué me pide hoy la vida?". Esta será la cura diaria de cualquier egocentrismo que lleva a la muerte.
Es en beneficio de nuestros hijos que nosotros como padres ejercitemos a nuestros hijos a hacer, desde temprano y conforme a su capacidad, elecciones, que impliquen satisfacciones pero también responsabilidades.
Así, estaremos ayudando a poblar un mundo de adultos santos, capaces de optar por la verdadera vida que sólo se encuentra en la voluntad de Dios.
Que el Señor rescate nuestra fe como padres, para que oremos con toda confianza por el futuro de nuestros hijos, para que ellos sean rescatados de donde estuvieran hoy para la verdadera felicidad que sólo se encuentra en la voluntad de Dios.
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