De la abundancia del corazón habla la boca. De cada palabra que sale de nuestra boca tendremos que rendir cuentas ¡No al chisme!
Jesús dijo que de la abundancia del corazón, habla la boca y que de cada palabra que sale de nuestra boca tendremos que rendir cuentas; Santiago, por su parte, en el capítulo 3 claramente nos desafía a utilizar nuestra lengua para rendir honor a Dios.
Enseguida, se describen diez útiles consejos para leer y tratar de aplicarlas a nuestro diario hablar.
1.- Orar: El Espíritu Santo
Miren a los apóstoles! Antes de pentecostés ellos huyeron y San Pedro lo negó con su lengua. Después de la Primer Novena, que fue Pentecostés, hubo una transformación radical. Pedro lanzó una homilía de Pentecostés y logró la conversión de ¡3000 personas! ¿Cómo? Orando al Espíritu Santo.
Una cortita pero potente oración que podemos realizar en cada hora del día es:
"Ven Espíritu Santo, Ven, a través del Corazón de María".
2.- Pensar antes de hablar
Santiago dice que debemos estar listos para escuchar y lentos para hablar. Por lo tanto, evitemos la impulsividad. ¡Piensa antes de hablar!
¿Cuántas veces hemos hablado con la efervescencia del momento, sin reflexionar, hiriendo a la persona y teniendo que pagar las consecuencias?
La Imitación de Cristo afirma:
"Pocos han lamentado por mantener el silencio, muchos por haber hablado de más"
3.- La Regla de Oro
Recuerden esta preciosa y poderosa máxima de Jesús: "Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti" Así podemos aplicar esto a la oración:
"Di a los demás lo que quieras que te digan".
4.- ¡El Silencio!
Las madres, muy a menudo enseñan a sus hijos esta gran lección que debemos tener presente pro el resto de nuestra vida:
"Si no tienes nada bueno que decir, entonces no lo digas"
Esto si que es un ¡Gran consejo!
5.- ¿Agitado?
En los momentos de agitación, lo mejor es evitar el habla. Es mejor retirarse a su habitación, rezar una parte del Rosario, y después entrar en una conversación tranquila y serena.
En la agitación, el espíritu malo intenta trabajar en nosotros y quiere dictar nuestro discurso.
6.- ¡Ánimo!
Aprende a decir palabras de aliento. Todos necesitamos esas palabras, de aliento, afirmación y apoyo.
Sé un Bernabé. Él fue uno de los últimos Apóstoles y su nombre significa "Hijo de consolación". ¿Por qué no formar un club “Bernabé”?
7.- ¡Perdón!
Cuando fallen en su discurso perjudicando al prójimo, reúnan la suficiente humildad y el coraje para expresar dos palabras muy difíciles: "¡Lo Siento!"
Shakespeare dio en el clavo cuando dijo:
"Errar es humano, perdonar es divino".
8.- Lectura Espiritual
Podría ser que lleguemos al vacío interior, y darnos cuenta que tenemos tan pocas cosas valiosas que decir.
Formen un hábito de buena lectura espiritual (al menos media hora diaria) y muchos de los pensamientos santos y edificantes santificarán sus corazones y serán transformados en palabras que verdaderamente santifiquen a los demás.
San Ignacio, en la "Contemplación para Alcanzar Amor" dice que ¡el amor se expresa dando!
¿Por qué no compartir los tesoros espirituales de su corazón con los demás?
9.- Recordar la Santa Comunión
Recuerden que con la misma lengua que se recibe al Señor Eucarístico, el Señor de Señores y Rey de Reyes, también se habla.
Entonces esperemos que nuestro discurso refleje a AQUEL que hemos recibido en nuestra lengua y en nuestro corazón.
10.- María como Modelo
Miremos a María y pidamos su intercesión poderosa para que nos ayude con nuestro discurso.
Imaginen a María hablando con San José, con Santa Isabel, con Jesús y con otros. ¡Cuánto amor, atención, bondad, mansedumbre, humildad, discreción y gozo!!
Seguramente, María, que dijo "SÍ" a la Palabra de Dios, alcanzará para nosotros la gracia de expresar con claridad, de manera
"Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador".
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