miércoles, 9 de agosto de 2017

El decálogo de Santo Domingo de Guzmán según Benedicto XVI


Brisa Andina
Caricias para el Alma


A la luz de su catequesis del 3 de febrero de 2010 sobre el fundador de la Familia Dominicana: “Inflamado del celo de Dios y de ardor sobrenatural, por tu caridad sin límites y el fervor del espíritu vehemente te consagraste totalmente, con el voto de pobreza perpetua, a la observancia apostólica y a la predicación evangélica”. 



Estas son las diez centrales de la catequesis de Benedicto XVI sobre este gran santo del medievo:

1.- La primacía de Dios: Hablaba siempre con Dios y de Dios. En la vida de los santos van siempre juntos el amor al Señor y al prójimo, la búsqueda de la gloria de Dios y de la salvación de las almas.

2.- Palabra de Dios y caridad: Se distinguió en seguida por el interés en el estudio de la Sagrada Escritura y por el amor a los pobres

3.- La clave es servir: El servicio y la humildad, más allá de los honores y de hacer carrera.


4.- La comunión eclesial: Fue el Papa, al que el obispo Diego y Domingo se dirigieron para pedir consejo, quien pidió a este último que se dedicara a la predicación a los albigenses. Este gran santo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que impulsa incesantemente a llevar el primer anuncio del Evangelio y, donde sea necesario, a una nueva evangelización: de hecho, Cristo es el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todo tiempo y de todo lugar tienen derecho a conocer y amar. Y es consolador ver cómo también en la Iglesia de hoy son tantos —pastores y fieles laicos, miembros de antiguas Órdenes religiosas y de nuevos movimientos eclesiales— los que con alegría entregan su vida por este ideal supremo: anunciar y dar testimonio del Evangelio.

5.- El misionero: Así, la acción misionera hacia quienes no conocen la luz del Evangelio, y la obra de nueva evangelización de las comunidades cristianas se convirtieron en las metas apostólicas que Domingo se propuso conseguir.

6.- Los dos valores claves para la misión: Domingo quiso dar relevancia a dos valores que consideraba indispensables para el éxito de la misión evangelizadora: la vida comunitaria en la pobreza y el estudio. Estimulaba la vida fraterna y la responsabilidad de todos los miembros de la comunidad,

7.- La riqueza de la pobreza: S presentaba y era mendicante, es decir, sin grandes propiedades de terrenos que administrar. Este elemento les hacía más disponibles al estudio y a la predicación itinerante y constituía un testimonio concreto para la gente.

8.- Procurar la mejor formación posible: Domingo, con un gesto valiente, quiso que sus seguidores adquirieran una sólida formación teológica, y no dudó en enviarlos a las universidades de la época, aunque no pocos eclesiásticos miraban con desconfianza a esas instituciones culturales. El desarrollo de la cultura exige que quienes desempeñan el ministerio de la Palabra, en los distintos niveles, estén bien preparados. Exhorto, por tanto, a todos, pastores y laicos, a cultivar esta “dimensión cultural” de la fe, para que la belleza de la verdad cristiana pueda ser comprendida mejor y la fe pueda ser verdaderamente alimentada, fortalecida y también defendida. En este Año sacerdotal, invito a los seminaristas y a los sacerdotes a estimar el valor espiritual del estudio. La calidad del ministerio sacerdotal depende también de la generosidad con que se aplica al estudio de las verdades reveladas.

9.- El dinamismo pastoral de la formación cristiana: La teología tiene una dimensión espiritual y pastoral, que enriquece el alma y la vida. un anhelo pastoral en el estudio contemplativo de esa verdad, por la exigencia de comunicar a los demás el fruto de la propia contemplación.

10.- La devoción mariana y la oración: Con su santidad, nos indica dos medios indispensables para que la acción apostólica sea eficaz. Ante todo, la devoción mariana, que cultivó con ternura y que dejó como herencia preciosa a sus hijos espirituales, los cuales en la historia de la Iglesia han tenido el gran mérito de difundir la oración del santo rosario, tan arraigada en el pueblo cristiano y tan rica en valores evangélicos, una verdadera escuela de fe y de piedad. En segundo lugar, Domingo, que se hizo cargo de algunos monasterios femeninos en Francia y en Roma, creyó hasta el fondo en el valor de la oración de intercesión por el éxito del trabajo apostólico. Sólo en el cielo comprenderemos hasta qué punto la oración de las monjas de clausura acompaña eficazmente la acción apostólica. A cada una de ellas dirijo mi pensamiento agradecido y afectuoso.


Plegaria del Beato Jordán de Sajonia, a nuestro padre Santo Domingo

Sacerdote santísimo de Dios, confesor admirable, predicador

eminente, beatísimo padre Domingo, virgen, elegido del

Señor, grato y amado de Dios con predilección; glorioso en

vida, doctrina y milagros: nos gozamos en tenerte como eficaz

intercesor ante el Señor, Dios nuestro.

A ti, a quien venero con especial devoción entre los santos y

elegidos de Dios, clamo desde lo íntimo de mi corazón.

Tú, entre todos los santos, eres mi esperanza y consuelo

después de la bienaventurada Reina de las vírgenes. Tú eres

mi refugio predilecto. Acude, pues, propicio en mi auxilio. A

ti únicamente me acojo, a ti me acerco confiado, a tus pies,

humilde, me postro.

A ti, suplicante, invoco e imploro como Patrono; a ti me

encomiendo con devoción; dígnate pues, te ruego, recibirme,

guardarme, protegerme con bondad, para que, con la ayuda

de tu protección, merezca alcanzar la deseada gracia de Dios,

encontrar su misericordia y obtener al fin para mi salvación

los remedios de la vida presente y futura. Alcánzame todo

esto, ¡oh Maestro!, ¡que todo sea así, te suplico, padre santo,

bienaventurado Domingo! Socórreme, te ruego, y a todos

los que te invocan; sé para nosotros verdadero Domingo,

esto es, custodio vigilante del rebaño del Señor. Vela siempre

por nosotros y gobierna a los que te están encomendados.

Corrígenos y reconcílianos con Dios; y después de este destierro

preséntanos gozosos al Señor y a nuestro Salvador Jesucristo,

Hijo muy amado y altísimo de Dios, cuyo honor, alabanza,

gloria, gozo inefable y eterna felicidad, con la gloriosa Virgen

María y toda la corte de moradores celestiales, permanece sin

fin por los siglos de los siglos. Amén

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