“Queridos hijos, os invito a orar no pidiendo, sino ofreciendo sacrificios, sacrificándoos. Os invito al anuncio de la verdad y del amor misericordioso. Oro a mi Hijo por vosotros, por vuestra fe, que disminuye cada vez más en vuestros corazones; Le ruego para que os ayude con el Espíritu Divino como también yo deseo ayudaros con el espíritu materno. Hijos míos, debéis ser mejores; solo los que son puros, humildes y llenos de amor sostienen el mundo, se salvan a sí mismos y al mundo. Hijos míos, mi Hijo es el corazón del mundo; es necesario amarlo y rogarle a Él, y no traicionarlo siempre de nuevo. Por eso vosotros, apóstoles de mi amor, difundid la fe en los corazones de los hombres con vuestro ejemplo, con la oración y con el amor misericordioso. Yo estoy a vuestro lado y os ayudaré. Orad para que vuestros pastores tengan cada vez más la luz para poder irradiarla a todos aquellos que viven en las tinieblas. Os doy las gracias”.
La Virgen ha bendecido a todos y todos los objetos religiosos. Después, como la Reina de la Paz desea, los sacerdotes han bendecido a todos y todos los objetos religiosos.
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