domingo, 15 de enero de 2017

¡Gracias, María, porque eres una escuela de vida para mí!

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14 ENERO, 2017 / RMMC
Existe un camino cuyo recorrido es muy corto. Va del corazón al corazón. Es verdad que muchas veces se utilizan atajos para evitarlo porque se considera un camino lleno de dificultades, peligros e incertezas. Pero en este segundo sábado del año te fijas en la figura de la Virgen y comprendes que Ella no tuvo nunca miedo a recorrerlo. Cada uno de sus pasos, lentos pero seguros, se guarnecían con la sombra del Espíritu Santo y se acompasaban con el susurro melodioso de la voluntad de Dios.
En su primer viaje —porque luego vendrán otros repletos de dificultades como el del camino a Belén, la huída a Egipto o el de Jerusalén en la fiesta de la Pascua—, cuando María visita a su prima tras el anuncio del ángel, Cristo tarareaba en su seno las hermosuras de la humanidad que iba a venir a redimir. María va al encuentro de Isabel para compartir el gozo de la espera. Es el viaje que ha avivado en cada uno de nosotros la espera del Señor hasta el día de Navidad. Un tiempo que vivenciamos hace unas semanas como una manifestación de la ternura de Dios que nos permite reflexionar sobre la paz y el amor que nos trae el nacimiento de Jesús. El año 2017 va dando sus pasos y siento que mi obligación como cristiano es llevar esa ternura a los corazones de los que se crucen en mi camino porque he visto nacer a Cristo en el portal de Belén y todavía siento su presencia viva en mi corazón.

Existe un camino que transita de los ojos misericordiosos del Padre a los ojos sencillos de los seres humanos. Y es la Virgen, la Madre del Dios hecho Hombre, quien lo va abriendo para permitir que Jesús camine a nuestro lado. Lo hace con una maleta repleta de amor, de un amor lleno de cariño, de entrega, de delicadeza, de sencillez, de generosidad, de humildad…
María es la mujer que nos ha traído a Dios y nos lleva hacia el corazón de Dios. Y es a Ella en quien quiero mirarme en este año para seguir su ejemplo de docilidad, de reverencia, de fidelidad, de sencillez, de capacidad de escucha, de sobriedad, de humildad, de pureza y de todas aquellas virtudes que rivalizan entre sí en el corazón de María para llevarlas al corazón del hombre. ¡Gracias, María, porque eres una escuela de vida para mí.

¡Gracias, María, porque eres una escuela de vida para mí! ¡Gracias, Madre, por tus bondades, porque nos abres el corazón para llevarnos hacia tu Hijo! ¡Gracias, María, por tu ternura, por tu mirada maternal, por tus auxilios, por tus consejos, por tus orientaciones, por tu ejemplo! ¡Gracias porque me enseñas como abrirme a la gracia y a la escucha de la Palabra! ¡Gracias, María, porque me enseñas a mantener el “Sí” en todos los acontecimientos de mi existencia suceda lo que suceda! ¡Gracias, María, porque habiéndote abierto a la gracia me permites a mi también abrirme cada día! ¡Gracias, María, Madre buena y misericordiosa, que con tu “Si” engendastre al Hijo de Dios que ha venido a mi corazón esta Navidad pasada y das Vida y Amor a nuestra existencia a través de Cristo! ¡Gracias, María, porque eres un espejo puro y limpio en el que mirarse cada día! ¡Gracias, María, porque intercedes por mí con mis pobres y egoístas súplicas! ¡Gracias, Madre Celestial, porque cogerme entre tus brazos y protegerme a mí a y los míos cada día! ¡Gracias, María, porque tus gestos son un luz que ilumina mi vida! ¡Y en este sábado, Señora y Madre mía yo me ofrezco del todo a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día: mi cuerpo, mi alma, mi mente, mi espíritu y mi corazón, en una palabra todo mi ser; ya que soy todo tuyo, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya!

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