Consejos para los Papas
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Dios ha encomendado y confiado a los papás la formación de sus hijos. Dios les ha dicho a ustedes: Ahí tienen a mis hijos para que los formen bien. Pero solamente se los doy en administración, porque son más hijos míos que suyos. Sí, los hijos son más hijos de Dios que suyos. Su obligación como padres es formarlos bien. Para cumplir con su deber, deben convertirse en sus educadores. Así compartirán la responsabilidad de educarlos integralmente junto con los maestros, profesores, sacerdotes y otros que se relacionen más de cerca con sus hijos. Pero siempre los padres en primer lugar, porque son los que están más próximos a esos chicos.
Los papás deben aprender a formar mejor a sus hijos. Si los padres están mejor informados y buscan la ayuda de Dios, lograrán educar más eficazmente a sus hijos en todas las facetas de su crecimiento. Conozcan mejor y más profundamente quiénes son y cómo se desarrollan, en verdad, estas criaturas. Así los pueden ayudar a crecer y a realizarse más plenamente y serán en la vida todo lo que Dios quiere y ha previsto para ellos.
¿Quieren formar bien a sus hijos? Pues no sean alcahuetas, no complazcan a sus hijos en todos los caprichos que se les ocurran. Los hijos deben entender que las cosas en la vida tienen un valor, un precio; que no pueden conseguir todo simplemente pidiéndolo; que ustedes no están al servicio de sus caprichos. Formar bien a los hijos implica hacerles ver que tienen que esforzarse y ganar las cosas en base a méritos.
Una actitud contraria de los padres es el egoísmo al no proporcionar a sus hijos, de acuerdo con sus posibilidades, lo que les sea necesario para vivir bien. Ni egoísmo ni alcahuetería, sino justo en el medio. Enseñen a sus niños a valorar las cosas y a esforzarse por adquirir las cosas que quieren. Pero proporcionen a sus hijos todo lo necesario para que vivan decorosamente y se eduquen bien.
Los buenos papás no utilizan a los hijos para su provecho. Ah, cuántos papás se sirven de sus hijos y viven solamente dando órdenes: Tráeme esto, llévame aquello, haz esto, haz lo otro. Tienen a los niños como si fueran sus criados y esto no está bien. Actitudes egoístas pueden causar que los hijos se rebelen y se den cuenta de que han abusado de ellos, que su trabajo no ha sido retribuido, que se les ha educado para explotarlos.
Si ustedes no son capaces de amar desinteresadamente a sus hijos, ¡cómo esperan que ellos estén preparados para amar algún día! Comprendan que su hijo es eso, en definitiva, su hijo. No hay que mimarlos demasiado, pero tampoco hay que convertirlos en criados. Cada uno en el hogar tiene sus responsabilidades y todos deben participar en los quehaceres domésticos de la casa. Asignen a los niños tareas de acuerdo con sus aptitudes, habilidades y edades, pero no los conviertan en esclavos. Sus hijos son sus hijos y, repito, no hay que permitirles que vivan una vida cómoda y de vagabundería ni tampoco convertirlos en sirvientes. Hay que saber respetar a los seres humanos, por más papá o mamá que usted sea.
A los niños no les g
usta la competencia, la rivalidad entre papá y mamá. Ustedes no pueden olvidar que son una sola carne. Dios quiso esa unión y se tienen que amar no solamente porque Dios lo pide y ustedes lo merecen, sino también por el bienestar de sus hijos. Miren, cuando los esposos en verdad se sienten unidos, cuando en verdad se aman y se respetan, cuando existe armonía en el hogar, esto influye muy positivamente en las criaturas.¿Ustedes en verdad aman a sus hijos? No me refiero simplemente a ese amor instintivo del que casi todos los papás son capaces. Hablo de un amor objetivo, desinteresado, que tenga como fin el bienestar de sus hijos, su desarrollo, su felicidad, el ayudarlos a que crezcan integralmente. No me refiero a ese amor interesado por el cual los papás buscan simplemente mano de obra gratuita en sus hijos. ¡No! Me refiero al amor profundo, semejante al amor de Dios.
Si quieren formar bien a sus hijos, pidan ayuda al Señor. Pidan a Jesucristo, el Señor, que les ilumine; pídanle fortaleza espiritual y mucho amor, que es lo que sus hijos más necesitan. El Señor les ayudará, porque con Él, ustedes son. . . ¡INVENCIBLES !
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