domingo, 5 de julio de 2020

Los pequeños, los predilectos…



Templo de San Francisco - Celaya, Gto.


¡Buenos días, gente buena!
XIV Domingo Ordinario A
Evangelio
Mateo 11,25-30
En aquel tiempo dijo Jesús: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
Palabra del Señor

Los pequeños, los predilectos…
Encanta cómo Jesús que se asombra del Padre. Algo hermoso en verdad: el Rabí de Nazaret que se sorprende de un Dios siempre más fantasioso y creativo en su actuar, que desconcierta a todos, incluso a su Hijo. ¿Qué ha sucedido? El Evangelio había referido recién un periodo de fracasos, algo desagradable en el ambiente: Juan es arrestado, Jesús acusado duramente por los representantes del templo, la gente de los caseríos en torno al lago, después de la primera oleada de entusiasmo y de milagros, se ha alejado. Y en ese ambiente de derrota, se abre para Jesús un cambio inesperado, un cambio que lo llena de alegría: Padre, te bendigo, te alabo, te doy gracias, porque te has revelado a los pequeños.

El lugar vacío de los grandes lo ocupan los pequeños: pescadores, pobres, enfermos, viudas, niños, publicanos, los preferidos de Dios. Jesús no se lo esperaba y se sorprende de la novedad; la maravilla lo invade y se le escucha feliz. Descubre la acción de Dios, como antes sabía descubrir en el fondo de cada persona, angustias y esperanzas, y para ellos sabía inventar como respuesta palabras y gestos de vida, esos que el amor nos hace llamar “milagros”. 

Has revelado estas cosas a los pequeños… ¿de cuáles cosas se trata? Un pequeño, un niño entiende de pronto lo esencial: si le quieres mucho o no. En el fondo este es el secreto simple de la vida. No hay otro más profundo.



Los pequeños, los pecadores, los últimos de la fila, las periferias del mundo han entendido que Jesús ha venido a traer la revolución de la ternura: ustedes valen más que muchos pajarillos, decía la semana anterior, ustedes tienen nido en sus manos. 

Vengan a mi todos los que se sienten cansados y oprimidos y yo los confortaré. Dios no es difícil: está al lado de quien no la hace, trae ese pan de amor del que tiene necesidad cada corazón cansado… y todos los corazones están cansados. Vengan, les confortaré. No les presentaré un nuevo catecismo, reglas superiores, sino les confortaré para vivir. Dos manos en las cuales apoyar la vida cansada y retomar el aliento del valor. Mi yugo es suave y mi carga ligera: palabras que son música, buena noticia.

Jesús ha venido a borrar la vieja imagen de Dios. Ya no es un dedo acusador apuntando contra nosotros, sino dos brazos abiertos. Ha venido a hacer ligera y fresca la religión. A quitarnos de encima las cargas y a darnos alas de una fe que libera. Jesús es un liberador de energías creativas y por eso es amado por los pequeños y por los oprimidos de la tierra. 

Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, o sea, aprendan de mi corazón, de mi modo delicado e indomable de amar. 

De él aprendemos el alfabeto de la vida; en la escuela del corazón, la sabiduría del vivir.
¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!

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