martes, 30 de junio de 2020

Reflexión 182: Sabiduría para penetrar los secretos del orgullo


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Reflexiones diarias sobre la Divina Misericordia

365 días con santa Faustina


Reflexión 182: Sabiduría para penetrar los secretos del orgullo



El orgullo puede consumirnos. Cuando lo hace, todo lo que pensamos es en nosotros mismos y en nuestro propio dolor. Quizás puedas relacionarte con esto. Tal vez has encontrado una herida y te sientas y te enfurruñas con esa herida. Crea amargura en tu corazón y buscas curar esa herida. Pero cuando esto sucede, a menudo es nuestro orgullo lo que nos lleva a remediar el dolor mediante una forma de venganza, ira o autocompasión. Incluso podemos engañarnos y pensar que nuestro deseo de resolver nuestro problema y librarnos del dolor está justificado por Dios. Pero si está dispuesto a dejar que el Señor penetre en el secreto interior de su alma, verá que su motivación en muchas cosas es su orgullo herido. Esta no es la solución. Lo que se necesita es Misericordia. La misericordia resuelve todos los problemas. Primero, debes buscar la Misericordia de Dios, luego debes ofrecerla incondicionalmente a los demás. No hay otra forma de resolver el dolor y la confusión presentes en tu alma. Esta es una lección difícil de aprender, pero necesaria (verDiario # 958).


¿Qué es lo que te motiva? Quizás tengas una obsesión interior que parece que no puedes sacudir. Quizás permanezca en tu mente día y noche. Esté atento a esto e identifíquelo como su propio pecado. No dudes en humillarte al máximo y no tengas miedo de hacerte cargo del dolor que sientes. Señalar con el dedo a otro no cura y no soluciona nada. Somos los únicos responsables como resultado de nuestro orgullo. Ver esto es una gracia de la Misericordia misteriosa e insondable del Señor.


Señor, no puedo sacudir la ira, el dolor y el dolor que siento a veces. Es abrumador y que todo lo consume, sutil y engañoso. Pero es mi pecado, acechando dentro de mí sacándome de ti, evitando que me arrepienta de verdad. Señor, me arrepiento y te ruego que me humilles para que pueda amarte con todo mi ser. Jesús, confío en ti.


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