martes, 28 de abril de 2020

¿San Roberto Belarmino Condenó el Sedevacantismo?

Posted: 27 Apr 2020 09:30 PM PDT





¿SAN ROBERTO BELARMINO CONDENÓ EL SEDEVACANTISMO?

(1994)

R.P. Anthony Cekada


EN LOS DEBATES, entre los católicos tradicionalistas, con respecto a la legitimidad de los Papas postconciliares, la siguiente cita de San Roberto Belarmino ha sido reciclada repetidamente:

Así como es lícito resistir al Pontífice que ataca el cuerpo, también es lícito resistirse a aquél que ataca a las almas o destruye el orden civil o, sobre todo, intenta destruir a la Iglesia. Digo que es lícito resistirse a él. al no hacer lo que ordena y al impedir la ejecución de su voluntad. Sin embargo, no es lícito juzgarlo, castigarlo o deponerlo, porque estos son actos propios de un superior. (De Romano Pontifice, II. 29.)

Algunos usan esta cita, tomada del extenso tratado de Belarmino, que defiende el poder del Papa, para condenar el "sedevacantismo", la tesis que sostiene que la jerarquía postconciliar, incluidos los Papas, perdió su cargo ipso facto por herejía. Lo he visto empleado de esta manera no menos de tres veces en los últimos cuatro meses: una en The Remnant (Edwin Faust, "Signa Temporum", 15 de abril de 1994), una vez en The Catholic (Michael Farrell, Carta al Director, "Respuesta simple a los Sede-Vacantistas", abril de 1994), y una vez por un sacerdote de la Fraternidad San Pío X.

Los católicos tradicionalistas que rechazan la Misa Nueva y los cambios posteriores al Concilio Vaticano II, pero que aún sostienen que los Papas posteriores al Concilio ejercen legítimamente sus cargos, incluidos en este grupo la FSSPX, Michael Davies y muchos otros, también ven en este pasaje algún tipo de justificación por reconocer a alguien como Papa pero rechazar sus órdenes.

Este pasaje ha sido citado una y otra vez para apoyar estas posiciones, de buena fe, sin duda. Por desgracia, se ha sacado de contexto y se ha aplicado de forma completamente incorrecta. En su contexto original, la declaración de Belarmino no condena el principio detrás de la posición sedevacantista, ni justifica la resistencia a las leyes promulgadas por un Papa válidamente elegido.

Lo que es más, en el capítulo inmediatamente posterior a la declaración citada, Belarmino defiende la tesis de que un Papa herético pierde automáticamente su cargo.

De paso, primero deberíamos notar cómo es una estúpida calumnia citar este pasaje y sugerir que los sedevacantistas "juzgan", "castigan" o "deponen" al Papa. No hacen tal cosa. Simplemente aplican a las palabras y actos de los Papas postconciliares un principio enunciado por muchos grandes canonistas y teólogos, y que incluye (como veremos) a San Roberto Belarmino: un Papa herético se “depone” a sí mismo.


I. El significado del pasaje se ha distorsionado al sacarlo de su adecuado contexto.

El pasaje citado es de un extenso capítulo que Belarmino dedica a refutar nueve argumentos que defienden la posición que afirma que el Papa está sujeto al poder secular (emperador, rey, etc.) y a un concilio ecuménico (la herejía del conciliarismo).

El contexto general, por lo tanto, es una discusión sobre el poder del estado frente al Papa. Obviamente, esto no tiene nada que ver con los problemas que han planteado los sedevacantistas.

En su contexto particular, la cita frecuentemente utilizada es parte de la refutación de Belarmino del siguiente argumento:

Argumento 7. A cualquier persona se le permite matar al Papa si es atacado injustamente por éste. Por lo tanto, aún más está permitido que los reyes o un consejo depongan al Papa si perturba al estado, o si trata de matar almas con su mal ejemplo.

Belarmino responde:

Respondo negando la segunda parte del argumento. Para resistir a un atacante y defenderse, no se necesita autoridad, ni es necesario que el que es atacado sea el juez y superior de aquel que ataca. Sin embargo, se requiere autoridad para juzgar y castigar.

Es solo entonces que Belarmino declara:

Así como es lícito resistir al Pontífice que ataca el cuerpo, también es lícito resistirse a aquél que ataca a las almas o destruye el orden civil o, sobre todo, trata de destruir a la Iglesia. Digo que es lícito resistirse a él al no hacer lo que ordena e impedir la ejecución de su voluntad. Sin embargo, no es lícito juzgarlo, castigarlo o deponerlo, porque estos son actos propios de un superior. ( De Romano Pontifice . II.29.)

La cita, entonces, no es una condena del "sedevacantismo". Más bien, Belarmino está discutiendo el curso de acción que legítimamente se puede tomar contra un Papa que trastorna el orden político o "mata almas con su mal ejemplo". Belarmino argumenta que un rey o un concilio no pueden destituir a tal Papa, porque no son sus superiores, pero pueden resistirse a él.

Esta cita tampoco respalda a aquellos católicos tradicionalistas que reconocerían a Juan Pablo II como Papa pero rechazarían su misa e ignorarían sus leyes.

Primero, el pasaje justifica la resistencia de reyes y concilios. No dice que los obispos, sacerdotes y laicos por su cuenta posean este derecho a resistir al Papa e ignorar sus órdenes, y mucho menos que puedan establecer lugares de culto en oposición a los obispos diocesanos que un Papa ha designado legalmente.

Segundo, observe las causas precisas de resistencia en el caso que está discutiendo Belarmino: perturbar el estado o dar un mal ejemplo. Estos, obviamente, no son lo mismo que la legislación litúrgica papal, las leyes disciplinarias o los pronunciamientos doctrinales que un individuo podría considerar perjudiciales de alguna manera. Belarmino difícilmente aprobaría una carta blanca, durante 30 años, para ignorar las directivas de los hombres que uno dice reconocer como legítimos ocupantes del oficio Papal y vicarios de Cristo en la tierra.

En resumen, el pasaje no condena el sedevacantismo ni apoya a los tradicionalistas como los adherentes de la Fraternidad San Pío X.


II    Belarmino enseña que un Papa herético pierde automáticamente su oficio.

En el capítulo que sigue inmediatamente al pasaje citado, San Roberto Belarmino trata la siguiente pregunta: "Si un Papa herético puede ser depuesto". Tenga en cuenta primero, por cierto, que su pregunta supone que un Papa puede de hecho convertirse en un hereje (1).

Después de una largo analisis de las varias opiniones que los teólogos han dado sobre este asunto, Belarmino dice:

La quinta opinión, por lo tanto, es la verdadera. Un Papa que es un hereje manifiesto automáticamente (per se) deja de ser papa y cabeza, así como deja de ser automáticamente cristiano y miembro de la Iglesia. Por lo tanto, puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la doctrina de todos los antiguos Padres que enseñan que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción. (De Romano Pontifice, II.30. Mi énfasis)

Belarmino luego cita pasajes de Cipriano, Driedonus y Melchior Cano en apoyo de su posición. La base de esta enseñanza, dice finalmente, es que un hereje manifiesto no es de ninguna manera un miembro de la Iglesia, ni de su alma ni de su cuerpo, ni por una unión interna ni externa.

Así, los escritos de Belarmino, lejos de condenar la posición sedevacantista, proporcionan el principio central en el que se basa: que un Papa que se convierte en un hereje manifiesto pierde automáticamente su cargo y jurisdicción.

Tampoco la enseñanza de Belarmino es una opinión aislada. Es la enseñanza de todos los antiguos Padres, nos asegura. Y el principio que enunciaba ha sido reiterado por teólogos y canonistas hasta el siglo XX, incluidos los comentaristas del Código de Derecho Canónico de 1983 promulgado por el propio Juan Pablo II.


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AQUELLOS QUE reconocerían a Juan Pablo II como Papa sin tener en cuenta todas sus órdenes, por lo tanto, no pueden consolarse, en absoluto, en el pasaje de San Roberto Belarmino.

Es la posición sedevacantista, más bien, la que es apoyada por la enseñanza del gran Roberto Belarmino: un Papa legítimo debe ser obedecido; un Papa herético pierde su oficio.

(Sacerdotium 12, verano de 1994).


Nota

1. San Roberto Belarmino comienza el capítulo XXX de libro segundo de "De Romano Pontífice" señalando que considera como una opinión probable que, el Papa no pueda devenir hereje ni siquiera privadamente, siguiendo en esto a Albert Pighius. Dicha opinión la considera fácilmente defendible y la expone en el libro IV de la misma obra. No obstante lo anterior y dado que la opinión contraria es la común, procede a analizr las diversas respuestas acerca de la posible destitución de un Papa hereje, concluyendo que de éstas, la quinta opinión, que es la que Padre Cekada cita es la correcta. Nota de Cristo Vuelve.




Traducción: Cristo Vuele




Sea todo a la Mayor Gloria de Dios

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