domingo, 2 de julio de 2017

María, modelo e icono de la fe

orar con el corazon abierto


ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios


Primer sábado de julio con María en el corazón. María, la acompañante más hermosa en el camino de la senda de la fe. De Ella aprendo que la fe es un proceso. María no lo conocía todo. No lo entendió todo desde el inicio; su camino fue un proceso paulatino de conocimiento. Después de la Anunciación y de sus nupcias con José, en los treinta años de vida oculta de Jesús en Nazaret, en el silencio de la vida, fue meditando todos los acontecimientos desentrañándolos y conservándolos en su corazón. Ni siquiera en aquel día en Jerusalén fue capaz de comprender las palabras de Jesús después de tres días de búsqueda incesante del Niño perdido.
María me enseña, sin embargo, que sin fe no puede existir un amor completo. Cuando el amor es absoluto, profundo, sincero y real el que ama desea darlo todo y el ser amado anhela serlo de manera absoluta. Para eso es imprescindible que quien ama lo entregue previamente todo desde lo más íntimo del corazón.

Para quien ama de verdad no es necesario ni conocer, ni ver, ni comprender; le sirve simplemente con sentir porque el amor se reafirma esencialmente sobre los sentimientos y no sobre la razón.
Y ahí una nueva enseñanza de la Virgen. Ella tuvo que pasar irremediablemente por determinadas pruebas de fe para, en un momento determinado, cuando la había madurado todo, estar a los pies de la Cruz en un gran silencio interior, aceptando amorosamente su rol de corredora del género humano. ¡Que prueba de fe y amor!
Pero hay más. María desaparece después de la muerte de Jesús, pero está allí, en el cenáculo, en oración y en profundo silencio interior mientras el miedo atenazaba a los discípulos y las mujeres corrían raudas al sepulcro para comprobar la veracidad de la resurrección. Una prueba más de la fortaleza de la fe de Nuestra Señora. María había madurado en su interior, con una gran fe, la prueba del dolor y en esos momentos de sufrimiento podía ponerse a los pies de Jesús. Comprender el auténtico dolor humano, el que el ser humano siente en los momentos de soledad, en esos tres días del Triduo Pascual.
María sufrió desde la fe y supo, para mostrárselo al hombre, que todo es exigencia del amor.
Doy gracias a María por regar en mi corazón miedoso y poco confiado la semilla de la fe.

orar con el corazon abierto

¡Gracias, María, porque en tu persona se concentra la historia de la fe! ¡Gracias, Madre, porque eres el vivo testimonio de que la promesas de Dios se cumplen siempre! ¡Gracias, María, porque Tú me enseñas que se puede vivir en el abandono y en la confianza! ¡Gracias, María, porque eres un modelo para mi fe pequeña y sencilla! ¡Gracias, Señora, porque eres el icono de la fe en quien inspirarme! ¡Gracias, María, porque eres el modelo de fe que debo imitar cada día! ¡Gracias, Madre, porque Tú me enseñas a acoger la Palabra de Dios y obedecerle siguiendo Su Voluntad! ¡Gracias, María, porque Tu fe me enseña que no hay que temer a las dificultades ni al dolor, ni a los cansancios cotidianos, ni a los problemas en el trabajo, ni a las oscuridades que se presentan en el camino de la vida! ¡Gracias, María, porque tu fe es un “Hágase” de esperanza, de entrega, de autenticidad, de compromiso hasta las últimas consecuencias! ¡Gracias, María, porque me muestras la fidelidad a la Santísima Trinidad! ¡Gracias, María, porque Tu fe me muestra a estar siempre abierto al querer de Dios incluso en aquellos momentos en que no acabo de entender ese querer! ¡Gracias, María, porque cuando mi fe flaquea puedo acudir a Ti! ¡Gracias, Madre, porque contemplándote a Ti comprendo que la fragilidad y la pequeñez no son nunca obstáculos para la gracia! ¡Y a ti, Padre, gracias por darnos a María como Madre! ¡Siento que camina a mi lado, que me acompaña, que me ama, que me protege y me ayuda! ¡Santa María, bienaventurada porque has creído!

Este sábado comienza el mes de julio. Nos unimos al Santo Padre en sus intenciones. En este mes es por nuestros hermanos que se han alejado de la fe, para que, a través de nuestra oración y el testimonio evangélico, puedan redescubrir la cercanía del Señor misericordioso y la belleza de la vida cristiana.

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