martes, 19 de noviembre de 2024

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lunes, 18 de noviembre de 2024

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN DÍA 19 DE NOVIEMBRE



PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Dijo Jesús a los discípulos: «El que quiera venir en pos de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?» (Mt 16,24-26).

Pensamiento franciscano:

De las Admoniciones de san Francisco: «No he venido a ser servido, sino a servir, dice el Señor. Aquellos que han sido constituidos sobre los otros, gloríense de esa prelacía tanto, cuanto si hubiesen sido destinados al oficio de lavar los pies a los hermanos. Y cuanto más se turban por la pérdida de la prelacía que por la pérdida del oficio de lavar los pies, tanto más acumulan en la bolsa para peligro de su alma (cf. Jn 12,6)» (Adm 4).

Orar con la Iglesia:

Oremos al Señor, nuestro Dios. Él es la roca de nuestro refugio y el fundamento de nuestra vida.

-Para que la Iglesia se edifique siempre sobre la roca, que es la palabra de Cristo.

-Para que la paz y la prosperidad de las naciones se fundamenten sobre la base de la justicia y la libertad.

-Para que los hombres de todas las religiones que se esfuerzan por agradar a Dios con sus buenas obras, lleguen a la fe en Jesucristo.

-Para que los cristianos sepamos escuchar las palabras de Jesús y las pongamos en práctica.

Oración: Inclina, Dios Padre, tu oído a nuestras súplicas y concédenos que tu Espíritu nos enseñe a escuchar y a vivir el mensaje del Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


 

SAN FRANCISCO, UN HOMBRE COMUNIÓN

 


SAN FRANCISCO, UN HOMBRE COMUNIÓN
por Sebastián López, OFM

A LA PAZ DESDE LA GUERRA: EN LA IGLESIA

Desde siempre la Iglesia le debió resultar difícil a Francisco. Era aquella una Iglesia dura y poderosa. Había ido conquistando poder y poderes que se veía obligada a defender. De ahí que Francisco, desde pequeño, había conocido a la Iglesia metida en guerras. Inocencio III señala el momento de más alto poder y prestigio político-religioso del pontificado, sostenido por la fuerza del derecho o de las armas. Era la Iglesia Señora que, en carta a los Obispos alemanes, proclamaba Gregorio VII: «La Iglesia no está sujeta como sierva, sino que manda como señora». Esto era una realidad. Pero los humildes y pequeños encontrarían dificultades a la hora de identificarla evangélicamente. Desde aquí se explican las críticas de los movimientos evangélicos, ortodoxos o no, de aquel tiempo. Y se explica también la decidida opción de Francisco por la pobreza-minoridad.

Los escritos y biografías de Francisco, aun sin querer, dejan traslucir la no fácil comunión en la Iglesia del siglo XIII, apuntando principalmente dos causas: el pecado del clero y la excesiva centralización. Frente a ambas, la postura de Francisco estará en la línea de la minoridad señalada.

El pecado del clero. Francisco es muy lúcido frente al hecho. De las cuatro veces que en sus escritos habla expresamente de la veneración a los sacerdotes, tres de ellas hacen alusión a sus pecados. No se le puede negar una despierta conciencia sobre ello. Como tampoco, y de ahí las amonestaciones a que nos acabamos de referir, que el hecho suponía una prueba para la fe y, en definitiva, para la comunión eclesial.

La actitud de Francisco, sin embargo, es terminante y clara. Porque había optado por Cristo («Discierno en ellos al Hijo de Dios, y son mis señores»), escogió el respeto, la comunión con ellos: «Los quiero temer, amar y honrar como a mis señores. Y no quiero en ellos considerar pecado», dice en su Testamento. Y en medio de una cristiandad alborotada de rebeldías, como todo tiempo de transición, zaherida por la crítica de toda clase, que podía alcanzar los excesos de la Pataria milanesa, Francisco escoge con el Evangelio «no juzgar», sino «juzgarse a sí mismo», pero optando, al mismo tiempo, por un proyecto de vida -mejor con el ejemplo que con la palabra- explosivamente crítico del pecado en el que sus ojos no querían fijarse.

El Testamento de Francisco señala otro de los posibles puntos conflictivos con la jerarquía de entonces: «Y si tuviera tanta sabiduría cuanta Salomón tuvo, y hallara a los pobrecillos sacerdotes de este siglo en las parroquias en que moran, no quiero predicar más allá de su voluntad». No es fácil señalar la eficacia real que tenía la política de refuerzo de la autoridad de cada Obispo en su diócesis iniciada por Inocencio III; nos parece sin embargo indudable que más de una vez a ella se deba el hecho a que alude Francisco en su Testamento y que se convierte en denuncia en los biógrafos. Según ellos, Francisco debió ser acosado repetidamente por la queja de sus hermanos de que «los obispos no nos permiten a veces predicar, y nos obligan así a estar largos días ociosos antes de poder dirigirnos al pueblo» (LP 20). Pero Francisco ha escogido la comunión y la paz también en este terreno.

Pero entendámosle. No es que no quiera problemas. No es que renuncie a una intervención para no molestar. Celano nos ha dejado una narración en la que Francisco aparece precisamente enfrentado con la negativa del obispo de Imola, que no accede a su petición de predicar en su iglesia catedral. Francisco no cede a la primera. Vuelve e insiste, y sus palabras humildes ganan al obispo (2 Cel 147). Su actitud de hermano menor en esta circunstancia nos da la clave para entender la calidad de la paz que quería mantener a toda costa con la jerarquía. Francisco, creemos, había vislumbrado el problema fundamental de aquella Iglesia segura de sí misma gracias al poder de que disfrutaba. Con la mejor buena intención y sin querer, diríamos, el Evangelio había quedado marginado en su más central exigencia, la minoridad que diría Francisco dando nombre a la actitud de servicio que proclamaban las palabras del Maestro: «No vine a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28). Servir. No buscar logros, ni siquiera aquellos que se arropan de razones espirituales como podría ser la salvación de las almas, era la mejor manera de hacer comprender el valor absoluto de la libertad evangélica centrada sobre lo de verdad importante, el Señor, el Altísimo, Dios en Cristo, celoso de la libertad del hombre frente a su gracia.

[Cf. Selecciones de Franciscanismo, n. 11 (1975) 154-166]



Exposición y bendición con el Santísimo Sacramento

 



Exposición y bendición con el Santísimo Sacramento

Canta, oh lengua, del glorioso
Cuerpo de Cristo el misterio,
y de la Sangre preciosa
que, en precio del mundo
vertió el Rey de las naciones
fruto del más noble seno.

Veneremos, pues postrados
tan augusto sacramento;

y el oscuro rito antiguo
suplicando la luz de este nuevo;
al débil sentido nuestro,
al padre y al Hijo
Gloria y vitores sin cuento;
salud, honor y poder,
bendición y gozo eterno:
y al que procede de ambos
demos igual alabanza.
Amén 

Virgen Poderosa......Ruega por nosotros

 


martes, 19 de noviembre de 2024 Santo Evangelio 19 de noviembre 2024

 


Texto del Evangelio (Lc 19,1-10):

 En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».



«El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido»


Rev. D. Enric RIBAS i Baciana

(Barcelona, España)

Hoy, Zaqueo soy yo. Este personaje era rico y jefe de publicanos; yo tengo más de lo que necesito y quizás muchas veces actúo como un publicano y me olvido de Cristo. Jesús, entre la multitud, busca a Zaqueo; hoy, en medio de este mundo, me busca a mí precisamente: «Baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa» (Lc 19,5).

Zaqueo desea ver a Jesús; no lo conseguirá si no se esfuerza y sube al árbol. ¡Quisiera yo ver tantas veces la acción de Dios!, pero no sé si verdaderamente estoy dispuesto a hacer el ridículo obrando como Zaqueo. La disposición del jefe de publicanos de Jericó es necesaria para que Jesús pueda actuar; y, si no se apremia, quizás pierda la única oportunidad de ser tocado por Dios y, así, ser salvado. Quizás yo he tenido muchas ocasiones de encontrarme con Jesús y quizás ya va siendo hora de ser valiente, de salir de casa, de encontrarme con Él y de invitarle a entrar en mi interior, para que Él pueda decir también de mí: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,9-10).

Zaqueo deja entrar a Jesús en su casa y en su corazón, aunque no se sienta muy digno de tal visita. En él, la conversión es total: empieza con la renuncia a la ambición de riquezas, continúa con el propósito de compartir sus bienes y acaba con la resolución de hacer justicia, corrigiendo los pecados que ha cometido. Quizás Jesús me está pidiendo algo similar desde hace tiempo, pero yo no quiero escucharle y hago oídos sordos; necesito convertirme.

Decía san Máximo: «Nada hay más querido y agradable a Dios como que los hombres se conviertan a Él con un arrepentimiento sincero». Que Él me ayude hoy a hacerlo realidad.

INVOCACIÓN A LA FIDELIDAD DE DIOS CONTRA LOS ENEMIGOS MENTIROSOS.

 



INVOCACIÓN A LA FIDELIDAD DE DIOS CONTRA LOS ENEMIGOS MENTIROSOS.

Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.

Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua orgullosa
de los que dicen: «la lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?»

El Señor responde: «por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía».

Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata limpia de escoria,
refinada siete veces.

Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

Corazón de María.

 



Corazón de María.

INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Hijitos pequeñitos de mi Corazón, yo, vuestra Madre la cual amáis, os digo que mi Corazón está lleno de las gracias de mi amado Hijo y os pido que todas vuestras oraciones las ofrezcáis en desagravio por tantas ofensas al Corazón de mi Hijo y os digo enmiéndense.

Ya no pequen porque mi Hijo es ya demasiado ofendido y os digo ámense, ámense mucho porque son hijos del que es amor y así debéis ser amor, como lo es vuestro Padre y que esto que hacéis para alabar al Padre celestial lo hagáis con gran fe y amor.

Yo os he tomado de la mano, déjense guiar dócilmente porque yo deseo ser siempre la que os lleve al Corazón de mi Hijo y así seáis las flores del jardín de mi amado Hijo y con la caridad, con el amor que tengáis a vuestros hermanos, os llenéis del perfume que agrada al Padre Amantísimo, el cual es halagado por vuestras oraciones.

Yo los bendigo pequeñitos, nada temáis porque estoy aquí, vuestra Madre, la cual siempre está a vuestro lado.

Virgen María

Siervos del Divino Amor



SAN ABDÍAS PROFETA

 



19 DE NOVIEMBRE SAN ABDÍAS PROFETA

SAN ABDÍAS
PROFETA

PALABRA DE DIOS DIARIA

Abdías es el cuarto profeta menor y a quien se adjudica el más breve de los libros proféticos del antiguo testamento (contiene veintiún versículos).

El nombre Abdías se deriva del hebreo Obhádhyah, que significa "sirviente, servidor, o adorador de Yahvé". Abdías es el cuarto profeta menor y a quien se adjudica el más breve de los libros proféticos del antiguo testamento (contiene veintiún versículos). El título del libro es dedicado al nombre del autor. Sin embargo, recientemente algunos académicos consideran que debería ser reconocido como un apellido, debido a que comúnmente "sirviente de Yahvé" sería adjudicado sólo como apellido o sobrenombre, por otra parte, no se da ninguna otra distinción informativa acerca del escritor, quien es identificado como Abdías.

Es cierto que al carecer de información con autoridad, tanto judíos como cristianos han llegado a suplir libremente esa carencia en términos de autor, pero también queda la evidencia de que "no se conoce nada de Abdías, en términos de familia, período de vida, lugar de nacimiento, muerte y otras circunstancias que son desconocidas a nosotros" (Abbé Trochon, Les petits prophètes, 193). La única información identificable acerca del autor es que pertenecía al reino de Judá.

La breve profecía de Abdías trata casi exclusivamente con el destino de Edom, tal y como es dado a conocer en las primeras palabras. Dios ha convocado a las naciones contra Edom. Ella confía en su reacción rápida y dura, contundente, pero es en vano. Los ladrones la destruirían completamente (1-6). Los aliados y amigos han dado la espalda (7) y la sabiduría que cree poseer le fallará (8,9). Los castigos vendrán por la conducta mostrada hacia Judá, será cuando los extraños echen suertes sobre Jerusalem (10-11). Los resultados surgen a raíz de la conducta indigna (12-14). El "día de Yahvé" está cerca sobre "todas las naciones", en que donde la ruina espera a Edom y la compartirá unida a la "casa de Jacob" y "la casa de José" (16-18). En cuanto a Israel, las fronteras se ampliarán en cada dirección; los "salvadores" aparecerán en el montaje de Sión para "juzgar" el montaje de Esaú, y la ley de Yahvé será establecida (19-20).
Publicado por Padre Francisco Javier Rebollo León

Liturgia de las horas P. Paco Rebollo SIERVOS DEL DIVINO AMOR. OFICIO DE LECTURA, LAUDES, HORAS INTERMEDIAS, VÍSPERAS Y COMPLETAS. 19 DE NOVIEMBRE MARTES XXXIII DEL Y. ORDINARIO

 



De la Feria. Salterio I

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Al Señor, al gran Rey, venid, adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al Señor, al gran Rey, venid, adorémosle.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ALABEMOS A DIOS QUE, EN SU PALABRA

Alabemos a Dios que, en su Palabra,
nos revela el designio salvador,
y digamos en súplica confiada:
«Renuévame por dentro, mi Señor.»

No cerremos el alma a su llamada
ni dejemos que arraigue el desamor;
aunque dura es la lucha, su palabra
será bálsamo suave en el dolor.

Caminemos los días de esta vida
como tiempo de Dios y de oración;
él es fiel a la alianza prometida:
«Si eres mi pueblo, yo seré tu Dios.»

Tú dijiste, Jesús, que eras camino
para llegar al Padre sin temor;
concédenos la gracia de tu Espíritu
que nos lleve al encuentro del Señor. Amén.

SALMODIA