sábado, 26 de junio de 2021

Tocado por la gracia 26 de junio de 2021 Sábado de la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario Lecturas de Hoy San Josemaría Escrivá, presbítero - Memoria facultativa

 



Reflexiones diarias católicas
¡Mi vida católica!

Tocado por la gracia
26 de junio de 2021
Sábado de la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario
Lecturas de Hoy

San Josemaría Escrivá, presbítero - Memoria facultativa
(en varias provincias eclesiásticas)

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Jesús entró en la casa de Pedro y vio a su suegra acostada en la cama con fiebre. Le tocó la mano, la fiebre la abandonó y ella se levantó y lo atendió. Mateo 8: 14-15

¿Cómo respondemos adecuadamente a la acción de Dios en nuestras vidas? En el pasaje anterior, se nos da el testimonio de la suegra de Pedro para responder esa pregunta. Cabe señalar que Jesús estaba en una misión continua de curación. De hecho, antes de llegar a la casa de Pedro, Jesús acababa de sanar al criado de un centurión. Cuando el centurión se acercó a Jesús y le dijo que ni siquiera era digno de que entrara en su casa, Jesús vio la fe del centurión y sanó a su criado desde la distancia. Después de llegar a la casa de Pedro, se nos dice que mucha gente trajo a Jesús a los que estaban poseídos por demonios, y Jesús los sanó a todos. Pero entre la curación del siervo y la curación de muchos, ocurrió otra curación. La respuesta a esta curación nos da un ejemplo maravilloso.

La suegra de Peter estaba enferma y en cama con fiebre. No está claro qué tan enferma estaba, pero el hecho es que estaba enferma hasta el punto de estar en la cama. Note, primero, que a Jesús ni siquiera se le pidió que la sanara. Más bien, Él la “vio” enferma y en la cama, se acercó a ella por su propia elección, “le tocó la mano” y ella fue sanada.

En la misma frase que describe la curación de Jesús, se nos dice que "ella se levantó y le sirvió". En primer lugar, "ella se levantó". Esto debe verse como una descripción simbólica de lo que debemos hacer cuando somos tocados por la gracia. La gracia de Dios, cuando nos es dada, debe tener el efecto de hacernos levantar. Resucitamos del pecado cuando lo confesamos y recibimos el perdón, especialmente en el Sacramento de la Reconciliación. Nos levantamos cada vez que Dios entra en nuestras vidas para darnos dirección, claridad y esperanza. Levantarse es fortalecerse para disipar la carga que causan el pecado y la confusión. Nos levantamos con fuerzas, renovados y decididos a cumplir la voluntad de Dios.

Después de que esta mujer se levantó, ella “esperó” en Jesús. Esta es la razón por la que nos levantamos cuando nos toca la gracia. No se nos da la gracia de Dios para que podamos volver a nuestro pecado, perseguir nuestras propias empresas o hacer nuestra propia voluntad. Nos levantamos para poder servir a nuestro Señor y Su santa voluntad. En cierto sentido, las acciones de Jesús en nuestra vida nos imponen una carga santa. Pero es una carga ligera. Es una obligación servir y entregarnos a nuestro Señor para atenderlo a Él, a Su santa voluntad y a todo lo que Él nos llama a hacer.

Reflexione hoy sobre esta triple acción del Evangelio. Vea a Jesús acercándose a usted y tocándolo en su oración. Sepa que Él viene a usted no solo porque le ora, sino por Su propia iniciativa cuando ve que responderá. Entonces considere su respuesta. Levántate de lo que te deprime. Deje que la gracia de Dios lo libere de las cargas que lleva. Y mientras Él te concede esta gracia, decídete a esperar en Él y a servir solo a Su voluntad. El servicio de nuestro Señor es para lo que estamos hechos, y hacerlo nos permitirá recibir continuamente Su gracia a través de Su toque de amor.

Mi misericordioso Jesús, continuamente vienes a mí, acercándome para extender la mano y tocarme con Tu gracia. Deseas mi sanación y fortalecimiento todos los días. Ayúdame a estar abierto a todo lo que deseas otorgar y, por favor, libérame de todo lo que me deprime. Que me levante en servicio de Ti y de Tu santa voluntad para que Tu Reino se edifique más plenamente a través de mí. Jesús, en Ti confío




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