lunes, 10 de agosto de 2020

Reflexión 223: Un día terrible


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Reflexiones diarias sobre la Divina Misericordia
365 días con santa Faustina


Reflexión 223: Un día terrible


Nada en la vida tiene que ser terrible. Incluso la lucha y el sufrimiento más grandes que soportamos pueden ser fácilmente transformados por Dios para convertirse en una fuente de Su misericordia y nuestra santificación. Pero hay una cosa que sería realmente espantosa si nos sucediera. Y esa única cosa es el Día del Juicio si fuéramos a permanecer cerrados a la Misericordia de Dios a través de nuestra obstinación y negación a arrepentirnos humildemente y cambiar nuestras vidas. Esta es una realidad aterradora para contemplar. Cuando estemos ante el tribunal de Dios, nunca podremos justificar nuestra obstinada adhesión al pecado. Ninguna cantidad de racionalización o autojustificación apaciguará la Justicia de Dios. No se permita llegar a este punto. Arrepiéntete ahora. Arrepiéntase honestamente y confiese su pecado. No se aferre a su justicia propia. Esto será fácil de lograr si comprende claramente la infinita Misericordia de Dios que se le ofrece ahora y hasta el día de su juicio. Después de eso, será demasiado tarde. No espere (VerDiario # 1160).

¿De qué necesitas arrepentirte? En serio, ¿qué es? No te aferres a tu propia justicia propia actuando como si no tuvieras pecado. Puedes engañar a otros, incluso puedes engañarte a ti mismo, pero nunca engañarás a Dios. Su amor por ti es más grande de lo que jamás podrás imaginar y saber esto debería aliviar tus preocupaciones acerca de admitir tu pecado. Hazlo y observa cómo se abren las compuertas de la Misericordia ante ti.

Señor, lo siento y me arrepiento de mi pecado. Lo siento mucho, especialmente por las formas en que no he podido admitir honestamente mis errores. Dame la gracia, este día, de ver mi alma como Tú la ves y de admitir las formas en que me he apartado de Ti, aferrándome a mi propio pecado y especialmente a mi orgullo. Ten piedad de mí, querido Señor. Me entrego a ti y a todo mi pecado. Jesús, en Ti confío.

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