jueves, 31 de diciembre de 2020

¡Salve su matrimonio!

 


¡Salve su matrimonio!

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Hoy queremos decirle: ¡Salve su matrimonio! Vale la pena, está bajo la bendición de Dios y, probablemente, hay hijos de por medio. Sí es posible. Para Dios no hay imposibles. La vida no es fácil, en la vida hay muchos obstáculos. Ustedes saben que todo lo bueno cuesta conseguirlo y que en el caso del matrimonio, el complementarse, el llegar a ser una sola carne, amar a pesar de todo, comprender, perdonar, tratar de ser paciente ante los defectos del otro, toma tiempo. Hermano, hermana, recuerde que su cónyuge es un ser imperfecto. Para salvar su matrimonio hay que aprender a amarse nuevamente. ¿Cómo se puede hacer esto? Usted no puede producir sentimientos, sacarlos del aire, pues no me refiero a sentimientos, sino al amor y no es lo mismo. El amor no es puramente sentimientos. El amor es la determinación, el deseo y la acción de hacerle el bien al otro. De esa actitud nace el sentimiento.

En muchas partes de la Biblia, en el Antiguo y sobre todo en el Nuevo Testamento, Dios nos manda amar: "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas y amarás al prójimo como a ti mismo". Dios nos ordena amar. Si el amor fuera exclusivamente un sentimiento, Dios no podría dar un mandamiento así. El amor está por encima del sentimiento. Es algo más. A través del Apóstol San Pablo el Señor nos dice: "Maridos, amen a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia y se entregó a sí mismo". La cuestión está en amar. Ustedes pueden aprender a amar de verdad, de una manera profunda, por encima de los sentimientos. Se puede dejar de querer por un tiempo. Los sentimientos se pueden apagar, pero el amor es una actitud, un deseo, una forma de actuar. Lo que les pasa a muchas parejas es que han dejado de vivir en Dios y, en consecuencia, están en crisis.

Muchos matrimonios fracasan, porque se casan simplemente por una atracción carnal, por una pasión momentánea y no por un amor profundo. Por eso hay que insistir mucho más en la importancia del noviazgo. El noviazgo es algo muy serio e importante. En el noviazgo tiene que existir amor en el sentido bíblico: presencia de Dios en el alma. Muchos creen que la solución a los problemas matrimoniales es el divorcio; mas no es lo más adecuado. En casos excesivos como demencia, salvajismo, la Iglesia recomienda separación y en casos extremos, por seguridad, un divorcio. Esto cuando no hay solución humana.

Hay muchos casos de matrimonios que se hubieran salvado con una buena orientación espiritual y psicológica, con un encuentro profundo con Dios. Muchos matrimonios se pueden salvar, si aprenden a amarse. ¡El divorcio conlleva tantos problemas! Dios nos quiere dar la paz y el gozo, pero para eso hay que abrirle el corazón. Hay que renunciar al pecado, sobre todo al pecado de la soberbia y del orgullo, que muchas veces hace a las parejas no ceder mutuamente. Hay que bajar las armas, aprender a amarse aún a pesar de todo. Todavía es posible la solución. Se puede ser como antes o mejor que antes.

¿Por qué no abren sus corazones? ¿Por qué no hablan y se ayudan a cambiar mutuamente? Reconozcan sus defectos. Aprendan a perdonarse y olviden el pasado. Toda persona tiene la oportunidad de un cambio. Hay que estar continuamente conquistándose. Quizás se han descuidado mutuamente y esto ha provocado un abismo. Comprendan los dos que el amor no es un simple sentimiento: amar implica un darse. Muchas veces el sentimiento es egocéntrico, mientras el amor se enfoca hacia los demás. El amor está vinculado al dar como ha hecho Dios con nosotros. Deben aprender a darse el uno al otro. No importa que el otro no responda igual. Entréguense sin esperar nada o, de lo contrario, nunca lo harán.

Hermano o hermana, que quizás estén en crisis matrimonial: ¡se puede salvar el matrimonio! Aprenda a amar. El que aprende a amar, aprende a perdonar y el que aprende a perdonar, aprende a olvidar, aprende a servir, a ser paciente, aprende a darse, aprende a ser humilde, en fin, aprende tantas cosas… ¿Por qué no comienza a salvar su matrimonio? Todo es posible, baje las armas, deje de estar rivalizando con el otro, cambie de actitud, hágalo por usted, por su pareja, por sus hijos, por su futuro, por el Señor. Se puede, sí se puede, porque ¡CON DIOS, EN VERDAD, USTED ES INVENCIBLE!

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