martes, 29 de enero de 2019

Dios piensa en mí.

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Dios ha pensado en mí cuando decidió crearme por amor, puesto que en mi lugar podrían existir infinitos seres humanos, pero Dios ha querido que existiera yo. Y el Señor me ha preparado un lugar en el Cielo junto a Él, para que después de esta vida en la tierra, vaya yo a gozar para siempre del Paraíso. 
También hay un lugar en el Infierno para mí, pero Dios no quiere que lo ocupemos, aunque nos deja libertad para poder elegir entre uno y otro lugar. 
Cristo, que es Dios, ha pensado en nosotros cuando en el Huerto de los Olivos sudó sangre al contemplar la inminente pasión que se le presentaba, y caminó decidido al sufrimiento pensando en nosotros, pensando en mí, porque Él es Dios y pudo pensar en cada uno de nosotros al mismo tiempo, y por amor a mí, se entregó al dolor. 
Dios me ha dado la Eucaristía pensando en mí, para que tenga fuerzas en el camino de la vida. 
Y Dios piensa en mí en cada cosa que me sucede, preparando todo para mi bien. 
Es cierto que a veces padecemos mucho en este mundo, pero tenemos que meditar y reflexionar si esas desgracias no nos vienen porque estamos alejados de Dios, por no cumplir los diez mandamientos. Porque todos los males y desgracias vienen del pecado. Recordemos en el Evangelio cuando el Señor curó a aquél paralítico que estaba así hacía treinta y ocho años. Jesús lo curó y le advirtió: “Has sido curado, no peques más, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía”. Dando a entender con ello que el pecado es la causa de todos los males. 
Es cierto que a veces sufrimos inocentemente, pero es por la solidaridad que tenemos todos los hombres, y entonces sufrimos por los pecados de los demás, como el mismo Cristo, que no tenía pecado, pero que sufrió infinitamente por muchos pecadores. 
Dios piensa en mí, y dispone todo admirable y sabiamente para mi bien. Y mucho más haría el Señor si le rezáramos más, puesto que Él tiene incontables gracias y favores para darnos, pero a condición de que se las pidamos con la oración. Si no rezamos, entonces Dios no nos podrá otorgar todos esos dones y gracias que, desde toda la eternidad ha preparado para cada uno de nosotros. 
El Señor ha puesto ante nosotros la Vida y la Muerte, la Bendición y la Maldición, en nosotros queda elegir qué es lo que queremos. Pero debemos tener en claro que Dios quiere para nosotros la Vida y la Bendición, aunque respeta nuestra libertad. El que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin nosotros.

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Santísima Virgen. 
¡Gracias por difundir este mensaje!

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