miércoles, 29 de noviembre de 2017

¿Por qué llora Nuestra Señora? A dónde lleva la moda de los tatuajes



Se realizó a comienzos de año en Caracas, del 26 de enero al 4 de febrero, un festival de individuos tatuados —el “Venezuela Expotatoo 2012”—, donde se presentaron personas que operaron en sí “extremas transformaciones corporales” y tatuajes. Estuvieron presentes cerca de 200 tatuadores de casi una decena de países, entre los cuales el Perú (“El Universal”, 28-01-2012).
Una de las participantes —la mexicana Mary José Cristerna, más conocida como la “mujer vampiro”— además de tatuarse el rostro y usar piercings expansores en las orejas, posee implantes en la cabeza que se asemejan a “cachos”, en una evidente imitación del demonio [foto A]. “Para mí es bonito estar así”, dijo ella a la Agencia France Press.
También se exhibieron “suspensiones de la piel con grandes ganchos de metal”.
Otros optaron por hacerse implantes de silicona en la frente, llevar colmillos en la parte superior de la boca, la lengua bífida como la de las serpientes, agujas y clavos atravesando el cuerpo, además de infinidad de otros tatuajes [foto B].
En diversas ocasiones, en su ilustradísima columna La Palabra del Sacerdote, Mons. José Luis Villac advirtió del inconveniente de los tatuajes: “La cantidad de tatuajes monstruosos que se multiplican ante nuestros ojos demuestra que ellos son estimulados en un sentido revolucionario. Bien hará aquel que se oponga a ese objetivo” (Tesoros de la Fe, nº 122, febrero de 2012).

 
Y el preclaro sacerdote añade: “Si alguien alega no creer en los demonios, pero se hace un tatuaje con una representación de ellos en el brazo o en la espalda, por encontrarlo gracioso o por cualquier otra razón, de alguna forma confiere al demonio algún poder de actuar sobre él” (Tesoros de la Fe, nº 105, setiembre de 2010).
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Imaginemos cómo reaccionaría el célebre pintor Fray Angelico si le fuese revelado que un día alguien osaría desfigurar a los personajes de su magnífica obra tatuándolos. Quedaría con seguridad indignado y tal vez hasta desistiera de realizarlas. ¡Imaginemos ahora al Divino Creador, que forjó a los hombres a su imagen y semejanza viéndolos desfigurados de este modo!  

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