sábado, 4 de diciembre de 2021

Verán la Salvación de Dios

 

Verán la Salvación de Dios

¡Buenos días, gente buena!

II Domingo de Adviento C

Evangelio

Lucas 3, 1-6

El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.

Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.

Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.

Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios."

Palabra del Señor.

Los poderosos levantan muros, Dios los supera

Una página solemne, casi majestuosa como comienza el relato de la actividad pública de Jesús. Un largo elenco de reyes y sacerdotes para describir el mapa del poder político y religioso de la época, y después, repentinamente un giro, un cambio de ruta. La Palabra de Dios se escapa del templo y de las grandes capitales. Del sacerdocio y de los espacios de poder, y alcanza a un joven, hijo de sacerdotes y amigo del desierto, del viento sin obstáculos, del silencio vigilante, donde cada susurro alcanza el corazón. Juan, todavía sin cumplir los treinta años, ya ha aprendido que las únicas palabras verdaderas son  las que se convierten en carne y sangre. Que no se sacan ya listas de la bolsa, sino de las entrañas, las que te han hecho sufrir y alegrarte.

Sí, la palabra de Dios viene sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. No es el mensajero quien lleva el anuncio, es el anuncio que lo lleva, lo encamina, lo impulsa: “y recorría toda la región del Jordán”. La palabra de Dios está siempre en vuelo en busca de hombres y mujeres, simples y verdaderos, para crear inicios y procesos nuevos. Enderecen, allanen, rellenen… Aquel joven profeta un poco salvaje describe un paisaje áspero y difícil, que tiene los trazos duros y violentos de la historia: toda violencia, toda exclusión e injusticia  son un hueco que llenar.

Pero también nuestra geografía interior lo es: un mapa de heridas nunca sanadas, de abandonos sufridos o infligidos, los miedos, las soledades, el desamor… Hay una tarea por realizar, una tarea enorme: aplanar y llenar, para hacernos simples y rectos. Y si no seré nunca una supercarretera, seré un pequeño sendero al sol.

Evangelio que conforta: -aun cuando los poderosos del mundo levantan barreras, cortinas de mentiras, muros en las fronteras, Dios encuentra el camino para llegar hasta mí y ponerme la mano a la espalda, la palabra en la entraña, nada lo detiene-, ¿quién cuenta en verdad en la historia? ¿quién se mantiene en un poder? Herodes será recordado sólo porque ha intentado matar a aquel niño; Pilato, porque lo ha condenado. Cuenta verdaderamente quien se deja habitar por el sueño de Dios, por su palabra.

La última línea del Evangelio es bellísima: todo hombre verá la salvación. ¿Todo hombre? Si, exactamente eso. Dios quiere que todos se salven, y no se detendrá ante valles y montañas, ni siquiera ante lo tortuoso de mi pasado y ante los sobresaltos de mi vida. Una de las frases más impresionantes del Concilio Vaticano II afirma: “Todo hombre que tiene experiencia del amor viene en contacto con el Misterio de Cristo en una forma que no conocemos” (GetS 22). Cristo alcanza a cada hombre, a todos los hombres, y el amor es su camino. Y nada hay genuinamente humano que no alcance el corazón de Dios.

¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

Fr. Arturo Ríos Lara, ofm

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