sábado, 31 de julio de 2021

Ese pan que alimenta infinitamente

 



Ese pan que alimenta infinitamente

¡Buenos días, gente buena!

XVIII Domingo Ordinario B

Evangelio:

Juan 6, 24-35

En aquel tiempo, cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. 

Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?». 

Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. 

Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello». 

Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?». 

Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado». 

Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? 

Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo». 

Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo». 

Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». 

Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. 

Palabra del Señor

Ese pan que alimenta infinitamente la existencia

Le preguntan a Jesús: ¿qué debemos hacer para cumplir las obras de Dios? Gran pregunta. Cumplir las obras de Dios es mucho más que observar sus mandamientos. Obra de Dios es la creación, obra suya es la liberación del pueblo de la esclavitud y después la maravillosa voluntad de construir, a pesar de todas las desilusiones, una historia de alianza.

Cumplir las obras de Dios es participar, ser de cualquier modo capaces de crear, inventores de caminos que llevan a la libertad, y a lazos buenos de alianza con todo lo que vive. Una regla fundamental para interpretar la Biblia dice: todo indicativo divino se convierte en imperativo humano. Es decir, que todo lo que es descriptivo de Dios, se convierte en prescriptivo para el hombre. Una proposición resume esta regla de fondo: “Sean santos porque yo soy santo”.

El fundamento de la ética bíblica está puesto en el hacer lo que Dios hace, en el actuar como actúa Dios, comportarse como él se ha comportado, como lo muestra Jesús. De hecho: esta es la obra de Dios, creer en aquel que él ha enviado. En el corazón de la fe está la tenaz y dulcísima confianza de que Dios es Jesús, uno que solamente sabe amar, sanador del desamor del mundo. Ningún aspecto amenazador, sino solamente las dos alas abiertas de una gallina que protege y cuida a sus polluelos (Lc 13, 34), con ternura combativa.

¿Qué señal nos das que veamos y podamos creerte? La respuesta de Jesús: yo soy el Pan de vida. Nutrir la vida es la obra de Dios. Ofrecer bocados de vida a los mordidos por el hambre humana. Pan del cielo que busca al hombre: quiere comerse la vida, gozarla y alegrarse en comunión, llenarse de amor, embriagarse del vino de Dios, que tiene el perfume ensordecedor de la felicidad.

Yo soy el pan de vida, el pan que alimenta la vida. El hombre nace con hambre y el pan de vida sacia el hambre pero luego la reenciende de nuevo, despierta en nosotros las ganas de más, un deseo de más vida y más alianza

Como en un tiempo ha dado el maná a sus padres en el desierto, así ahora todavía Dios da. Dos palabras muy simples, y sin embargo, llaves de acceso de la revelación bíblica:

Dios no pregunta, Dios da.

Dios no pretende, Dios ofrece.

Dios no exige nada, da todo.

Pero Dios no da cosas. Él no puede dar menos de darse a sí mismo. Pero dándose a sí mismo nos da todo. Estamos ante uno de los vértices del Evangelio, uno de los nombres más hermosos de Dios. Él está en la vida como dador de vida. De sus manos la vida fluye ilimitada e incansable. Y nos llama a ser como él, en la vida, dadores de vida. 

La obra de Dios es una cálida corriente de amor que entra y hace florecer las raíces del corazón.

¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

Fr. Arturo Ríos Lara, ofm

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