lunes, 24 de mayo de 2021

La Virgen María

 




 LA VIRGEN MARIA

Fue tan grande el amor de Dios a María que, desde toda la eternidad, la eligió para ser la Madre de su Hijo. Y siglos antes de su nacimiento ya nos habla de Ella en la Sagrada Escritura.

En el Gén 3,15 le dice Dios a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Ella te aplastará la cabeza”. Según la traducción de los LXX se dice: “El” (autos) te aplastará la cabeza, entendiendo en forma individual el linaje de la mujer, como refiriéndose al Salvador y, por tanto, entendiendo que la mujer es María,la madre del Salvador. S. Jerónimo en la Vulgata traduce “ipsa conteret caput tuum” (Ella te aplastará la cabeza), entendiendo que se refiere rectamente a María. Esta interpretación fue propuesta ya en el siglo II por algunos santos como S. Ireneo, S.

Epifanio, S. Cipriano, Isidoro de Pelusio y también, más tarde, por S. León Magno. La misma Virgen María la confirmó, cuando en 1830 se apareció en París a Sta. Catalina

Labouré sobre el globo de la Tierra y aplastando la cabeza de una serpiente.

Inmaculada.

Basándose en el texto del Gén 3,15 y en Lc 1,28, que S. Jerónimo traduce “gratia plena” (llena de gracia), algunos pocos autores antiguos enseñaron la doctrina de la

Inmaculada Concepción. S. Efrén, en el siglo IV, afirma: “Tu y tu madre sois los únicos que en todo aspecto sois perfectamente hermosos, pues en Ti, Señor, no hay

mancilla, ni mácula en tu Madre” (Carmina Nisib 27). S. Agustín habla de que todos los hombres deben sentirse pecadores, “exceptuada la Sta. Virgen María a la cual, por el honor del Señor, pongo en lugar aparte, cuando hablo del pecado”.Poco a poco,esta doctrina de la Inmaculada Concepción de María fue abriéndose paso en la Iglesia, a pesar de las controversias que hubo al respecto. El 8 de Diciembre de 1854 el Papa Pío IX la declaró dogma de fe. Y cuatro años más tarde, la misma Virgen María se aparecía a Bernardita en Lourdes (Sur de Francia) y decía: “Yo soy la Inmaculada Concepción” confirmando así la autoridad del Papa y corroborando una doctrina que está veladamente en la Escritura, pero que fue aclarándose a los largo de los siglos.

“La Iglesia ha tomado conciencia de que María “llena de gracia” por Dios (Lc 1,28) “había sido redimida desde su concepción” (Cat 491). “Esta resplandeciente santidad

del todo singular de la que Ella fue enriquecida desde el primer instante de su concepción, le viene toda entera de Cristo: Ella es redimida de la manera más

sublime en atención a los méritos de su Hijo” (Cat 492).

“Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios “la Toda Santa” (Panagia), la celebran como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura. Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida” (Cat 493). En el

siglo IV S. Efrén, el gran poeta de la Virgen, en sus poemas de Nísibe, nos habla de Ella como inmaculada “mucho más pura que los rayos del sol”.

Ella es la bendita entre todas las mujeres (Lc 1,42). En este sentido, podemos considerar a Judit como figura de María, pues en Judit 13,18 se dice de ella: “Bendita seas, hija del Dios Altísimo, más que todas las mujeres de la tierra y bendito sea Dios, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado a cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos”. Y ¿quién es el jefe de nuestros enemigos, sino la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero, según Ap 12,9.

En este capítulo 12 del Apocalipsis vemos cómo Satanás persigue a la mujer que ha dado a luz un hijo varón, que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro. Este hijo, según Ap 19,13-15, se llama Palabra de Dios, Rey de Reyes y Señor de los Señores, luego es Cristo, sin duda alguna, y su Madre es María.

El diablo persigue a María y a Ella se le dan dos alas del águila grande. Es decir, vemos a María convertida en una gran águila, que es precisamente el enemigo mortal de las serpientes y que las mata aplastando su cabeza. El diablo, al no poder vencerla, según versillo 17, “despechado contra la mujer, se va a hacer la guerra al resto de sus hijos, a los que siguen los mandamientos de Dios y guardan el testimonio de Jesús”. Nunca el diablo ha podido vencerla, con el más mínimo pecado. 

En ella “no hay nada manchado” (Sab 7,25). Por eso, Dios le dice: “Toda hermosa eres amada mía, y no hay mancha en tí” (Cant 4,7). Ella “es el resplandor de la luz

eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios, imagen de su bondad. Es más hermosa que el sol, supera todo el conjunto de estrellas y comparada con la luz,

queda vencedora” (Sab 7,26-29). 


Padre Ángel Peña Benito. O.A.R.

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