lunes, 10 de mayo de 2021

El Sacerdocio

 



 EL SACERDOCIO

“El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús” (S. Juan Ma. Vianney). Podemos distinguir el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles. Ambos están

ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera del único sacerdocio de Cristo. ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, esperanza y caridad, y pueden ofrecer sacrificios y ofrecerse a sí mismos por la salvación del mundo), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común y es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden ( Cat 1547). Ambos son esencialmente diferentes.

El sacerdocio ministerial actúa en Nombre de Cristo y en Nombre de la Iglesia, pues la oración y ofrenda de la Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de Cristo, su Cabeza. Es toda la Iglesia, Cuerpo de Cristo, la que ora y se ofrece, “Por Cristo, con El y en El” en la unidad del Espíritu Santo, a Dios Padre (Cat 1553).

Ahora bien, “entre los diversos ministerios (del sacerdocio ministerial), ocupa el primer lugar el ministerio de los obispos, los cuales, a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los transmisores de la semilla apostólica” (Cat 1555).

Para realizar las funciones episcopales, los apóstoles se vieron enriquecidos por Cristo con la venida especial del Espíritu Santo, que descendió sobre ellos. Y ellos mismos comunicaron a sus colaboradores mediante la imposición de las manos, el don espiritual que se ha transmitido hasta nosotros en la consagración de los obispos ( Cat 1556).

Por eso, para la celebración de la ordenación de un obispo, sacerdote o diácono, el rito esencial es la imposición de manos del obispo y la oración consecratoria específica, que pide a Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones apropiados al ministerio para el cual es ordenado ( Cat 1573).

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