sábado, 20 de julio de 2019

El Señor busca amigos, no siervos


Templo de San Francisco - Celaya, Gto.



¡Buenos días, gente buena! 
Fr. Arturo Ríos Lara, ofm.
XVI Domingo Ordinario C
Evangelio: Lucas 10, 38-42:
Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que muy estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude».
Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada».
Palabra del Señor.

El Señor busca amigos, no siervos
Mientras iban de camino, una mujer llamada Marta, lo recibió en su casa. Trae el cansancio del viaje en los pies, el dolor de la gente en los ojos. Así, reposar en la frescura de una casa amiga, comer en una compañía contenta, es un don, y Jesús lo acoge con alegría. Cuando una mano le abre una puerta, él sabe que adentro hay un corazón que se ha abierto. Hay un destino, Jerusalén, pero él no “pasa de largo” cuando encuentra a alguien, se detiene. Para él, como para el buen samaritano, cada encuentro se convierte en una meta, cada persona es un objetivo importante.

En Betania, el maestro es recibido por mujeres que no eran aceptadas como discípulas por los maestros de su tiempo. Entra en su casa: la casa es escuela de vida, el lugar donde la vida nace y se termina, donde celebra sus fiestas más hermosas, donde Dios habla en lo cotidiano, en los días de lágrimas y en los de la danza en los corazones. Y el Evangelio debe hacerse verdad, no en los márgenes de la vida, sino en el corazón de ella.

María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Sabiduría del corazón de mujer, intuición que escoge lo que le hace bien a la vida, lo que trae paz, libertad, horizontes y sueños: la Palabra de Dios. Imaginamos a María de Betania y Jesús totalmente interesados uno del otro, él a darse, ella a recibirlo. Estarían felices, él de haber encontrado un corazón que escucha, ella de tener un rabí exclusivo suyo. El totalmente suyo, ella totalmente suya.


A María le debería arder el corazón ese día. Desde ese momento su vida ha cambiado. María se ha hecho fecunda, entraña donde se cuida la semilla de la Palabra, apóstol: enviada a dar, en todo encuentro, lo que Jesús le ha sembrado en el corazón. Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Jesús, afectuosamente reprende a Marta. Y lo hace para contradecir no el servicio sino el afán desmedido; no rechazando el corazón generoso, sino el afán.

Esas palabras nos repiten a todos: atención con un mucho que está en acecho, a un mucho que puede aparecer y devorarte, que afana, que quita libertad y distrae del rostro de los demás. Marta, -parece decirle Jesús-, primero las personas, después las cosas. No soporta que sea reducida a un rol de servicio, ahogada en los muchos quehaceres: tú, le dice, eres mucho más; tu puedes estar conmigo en una relación diferente. Tú puedes compartir conmigo pensamientos, sueños, emociones, conocimiento, sabiduría, Dios.

“María ha escogido la parte mejor”, se ha liberado y ha comenzado por la parte justa el camino que lleva al corazón de Dios, por la escucha. Porque Dios no busca siervos, sino amigos; no busca personas que hagan cosas para él, sino gente que le deje hacer cosas, que lo deje ser Dios.
¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!

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